Mujeres y hombres que luchan, contra el estado, contra la fatalidad, contra la tormenta de la familia o contra la pulsión del despertar sexual. Loach, Dardenne, Koreeda, influyentes en la filmografía de otras latitudes. Directoras que inician su carrera, que son una absoluta revelación, que a su corta edad resuelven sus películas con brío, inteligencia y verdadera mirada cinematográfica. Cine femenino que emociona.

De todo eso hay en la 62 Muestra de la Cineteca Nacional que inicia este fin de semana y que, por si acaso lo anterior no fuera importante, llega justo a tiempo para salvarnos de una cartelera comercial más pobre que hemos visto este año.

Van, sin mucho preámbulo, las recomendaciones de aquello que hemos podido ver de esta Muestra donde, por si no ha quedado claro, lo imperdible sigue siendo el debut impresionante de Julia Ducornau quien nos invita a comer carne en plena cuaresma.

RAW, de Julia Ducornau

RAW sin duda es la ópera prima más sorprendente que hemos visto en mucho tiempo. Inserta en el subgénero del llamado body horror -claramente influenciada por David Cronenberg- no podemos decir que la cinta es tremendamente original, la premisa (una chica adolescente, vegetariana, es obligada a comer carne como novatada en su primer año de veterinaria, lo cual termina por desatar un comportamiento inusual en ella) la hemos visto ya antes en Ginger Snaps (Fawcett, 2000), Teeth (Lichtenstein, 2007) o en menor medida en Jennifer’s Body (Kusama, 2009).

Aquí el show no es la sanguinolenta historia, que incluye no pocas escenas donde uno querrá voltear y no seguir viendo lo que sucede en pantalla (tampoco al grado del vómito o el desmayo, como asegura cierta campaña de promoción que la película no necesita). Aquí el show es ver como la directora, Julia Ducornau (francesa de apenas 33 años) resuelve con brío, pericia, incluso elegancia, pero sobre todo un fuerte sentido de la imagen, un toque especial en la creación de atmósferas, todas las situaciones que el guión le va planteando.

En manos de cualquier otra persona esta película resultaría ridícula, pero Ducornau, junto con su protagónica, la extraordinaria Garance Marillier, inyectan una fuerza inusual para una ópera prima. Si así es el inicio, ¿qué podemos esperar en un futuro de una cineasta de tal fuerza como Ducournau?

I, Daniel Blake, de Ken Loach.

Siempre fiel al retrato de la clase trabajadora de su país, la crítica en Europa no fue precisamente fan de este nuevo trabajo de Loach, uno porque lo encontraban hasta cierto punto derivativo y dos porque no le encontraban tantos méritos como para hacerse de la Palma de Oro en el Festival de Cannes del año pasado. En lo segundo probablemente estoy de acuerdo, pero no en lo primero; la historia de Daniel Blake, un carpintero de 60 años que se enfrenta a la terrible realidad del proceso burocrático y deshumanizado para lograr una jubilación es filmada con lujo de actuaciones y con brío narrativo del cual resulta complicado no salir conmovido.

Un extraordinario Dave Jones es el actor que le da vida al sexagenario Blake, quien luego de un infarto los médicos no lo encuentran apto para regresar al trabajo, por lo que se enfrentará a un océano burocrático cuando intenta obtener su ayuda por invalidez. En el inter conoce a Katie (Hayley Squires), una madre soltera que ha tenido que cambiarse a Newcastle justo para tratar de conseguir vivienda social a la vez que se desvive por mal alimentar a sus hijos.

Perdónenme el romanticismo pero no dejo de ver algo de Loach en la personalidad de Blake. Ambos sexagenarios, ambos al borde de la jubilación, ambos incapaces de permanecer inmóviles ante las injusticias del sistema. Por mucho que les moleste el cine de Loach, por mucho que incluso sea maniqueo y simplista, el mensaje no pierde fuerza: la clase trabajadora sigue igual o peor que hace 30 años, y Loach no cansará de gritarlo, así tenga que seguir filmando o incluso escribir en las paredes “Yo, Ken Loach”.

Umi yori mo mada fukaku (Después de la Tormenta) de Hirokazu Koreeda.

Koreeda sigue instalado en el cine que habla de la familia como el templo de todos nuestros vicios y virtudes, sin negar por un segundo la influencia de Yasujiro Ozu en su cine. Estamos una vez más frente a una familia fragmentada donde Shinoda (estupendo Hiroshi Abe) es un escritor venido a menos que ahora se dedica a ser detective privado, que no duda incluso en chantajear a sus clientes para sacar más tajada de lo que va encontrando, aunque dice estar en esa ruta “para encontrar inspiración” de una próxima novela.

Se trata de un proceso de autodestrucción llevado con la mayor de las convicciones, aunque sus amigos y familiares le busquen una ruta de escape, el nomás no quiere moverse de su actual estado donde cualquier texto que le proponen es poca cosa y el hastío le impide volver a los grandes textos.

Para rizar más el rizo, cuando Shinoda no está apostando en las carreras, se la pasa persiguiendo a su ex mujer (Yoko Make), tratando de controlarla cuando ella sigue en el intento por dejar todo atrás y rehacer su vida. En medio de todo esto está su hijo (Taiyo Yoshizawa) quien sufre este proceso de ruptura al quedar justo en medio de la tormenta.

“Los grandes talentos despiertan tarde” dice la adorable abuela, madre de Shinoda, en una frase que describe el filme. La tormenta del título obliga a todos a quedarse bajo resguardo en un mismo techo y es lo que obliga a la confrontación-reconciliación rumbo al último gran acto de este film que se aleja del melodrama y se presenta como profundamente humanista.

Urok (La Lección) de Kristina Grozeva.

En un pequeño pueblo de Bulgaria, Nadezhda (intrigante Margita Gosheva) es una profesora de inglés que intenta dar una lección a sus alumnos luego de cierta oleada de robos que han sucedido en el salón. Pero justo cuando pretende sentar bases morales, las propias se tambalean cuando se ve atrapada en diferentes deudas impagables que le obligarán a tomar una ruta borrascosa. Lo interesante es el estudio de personaje, Nadezhda recibirá el castigo del dios guionista (la propia directora) con un temple de acero, de ella saldrá rabia, furia, pero jamás una sola lágrima.

El estilo de la cámara, los planos cerrados, la humanidad inherente (a pesar de que el cúmulo de fatalidades sea casi ridículo) emparenta forzosamente a este filme con el estilo de los Dardenne e incluso de Loach. Su gran problema si acaso es que por momentos queda la impresión de estar frente a algo que pudo ser un gran cortometraje que se alarga innecesariamente.

La Fille Inconnue, de los hermanos Dardenne.

Viejos conocidos en el festival de Cannes, lo cierto es que estamos ante un trabajo menor de los Dardenne y un tanto derivativo de su cinta anterior, Deux jours, une nuit (2014). La doctora Jenny Davin (solvente actuación de Adele Haenel) se torna en cuasi detective luego de enterarse de la muerte de una paciente que tocó a la puerta de su consultorio y que en su momento no le abriera la puerta, puesto que ya estaba fuera de horario de atención.

La culpa es demasiada por lo que esta doctora empezará a investigar por su cuenta, yendo de personaje en personaje, con una foto de la víctima, preguntando a todos si acaso no la conocen, en una secuencia que se parece demasiado a la mencionada Deux jours, une nuit. Claro, lo malo es que no todos los días puedes tener a Marion Cotillard como protagonista como para que incluso ella misma repita su propio papel. Ni modo.

Google News

Noticias según tus intereses