La clásica queja/pregunta que antecede al estreno de alguno de los tantos remakes con los que Hollywood está retacando la cartelera  “¿realmente necesitamos un remake de equis película?”,  no parece aplicar para el caso de The Magnificent Seven (o los Siete Magníficos, según usted lo prefiera). Y no aplica porque esta cinta, dirigida en 1960 por John Sturges, es una de las que más veces ha sido readaptada en la historia del cine.

La historia del pueblo azotado por bandidos y que es rescatado gracias a las habilidades de siete heroicos justicieros ha sido reinterpretada de las más variadas formas: en clave de dibujos animados con A Bug’s Life (Lasseter, 1998) de Pixar, en forma de comedia con Three Amigos (1986), en disparatado saqueo de pseudo ciencia ficción con Battle Beyond Stars (Corman, 1980), e incluso en versión porno con Rocco e i magnifici 7 (D’Amato, 1998).

Así, bajo advertencia no hay engaño, solo era cuestión de esperar para que alguien se decidiera a hacer otro remake a la versión de 1960, que a su vez es un remake del clásico de Akira Kurosawa, Los Siete Samuráis (1954). O dicho de otra forma: ladrón que roba a ladrón…, etc.

En todo caso tiene más sentido preguntar: ¿de qué sirve un remake? (más allá del hecho de continuar ganando dinero mediante la ordeña de la misma vaca, claro). Un remake tiene sentido cuando se traslada una historia a otro contexto para así encontrarle un nuevo significado (que es justo lo que hizo Sturges con el trabajo de Kurosawa). Bajo esa premisa, The Magnificent Seven, la nueva cinta de Antoine Fuqua, funciona más bien como una puesta al día (técnica y políticamente) del original de los sesentas.

En esta nueva cinta, un pueblito minero de los Estados Unidos (a diferencia de la original, que se trataba de un pueblo campesino en México) sufre bajo el yugo de Bart Bogue (sobreactuadísimo Peter Saarsgard), un terrateniente que insiste en que los pobladores del lugar le vendan sus tierras.

Luego de una matanza sin sentido por parte de los secuaces de Bogue a las afueras de una iglesia, la ahora viuda Emma (Haley Bennett) encuentra al cazarrecompensas Chisolm (Denzel Washington en su gustado papel de Denzel Washington) y le propone ir contra el malvado Bogue. Chisolm acepta el trabajo y comienza a reclutar a los que a la postre serán los siete magníficos.

El discurso medianamente revisionista de la cinta original (aquellos diálogos sobre cómo la ley del revólver les habría arrebatado familias, amigos y tranquilidad a los siete), se sustituye aquí por un discurso incluyente donde una mujer es la que los contrata, un hombre de color es el que los guía, y una agenda étnica se va palomeando en cada uno de los magníficos: el asiático (Byung-hun Lee), el indio (Martin Sensmeier), el mexicano (Manuel García Rulfo). Este último junto con Vincent D’Onofrio son lo mejor de toda la cinta. Ah, y se me olvidaba, sale Chris Pratt haciendo de Chris Pratt en el oeste.

Así, hay poca reinterpretación y hay mucho de simple actualización: los personajes si bien no resultan entrañables al menos si están muy bien definidos, las escenas de acción (rumbo a la climática batalla final) son todo lo que se podía esperar de una cinta con tecnología en pleno 2016, aunque resulta extraño ver esos paisajes monumentales (que todo western debe tener) y no tener claro si son locaciones reales o todo está en la mente de alguna computadora.

La cinta va de menos a más; luego de un inicio más bien tedioso, lleno de diálogos que resultan incluso soporíferos, poco a poco llegamos a la emocionante secuencia final, aunque no sin decepciones: el guión juega al Home Alone, con los siete poniendo trampas, zanjas, y demás truquitos para enfrentar al ejército de Bogue, quien a su vez aplica el Wild Wild West (Sonnenfeld, 1999) en una escena donde los malos sacan tremenda ametralladora que suena poco plausible.

Este nuevo Magnificent Seven se queda corto, su reparto de lujo cumple en el terreno de la acción e incluso de la presencia, pero en el viejo oeste una mirada penetrante y algo de carisma no son suficientes: a la hora del duelo sólo el primero en desenfundar gana, y Fuqua llega casi siempre en segundo lugar.

@elsalonrojo

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