No hay nada que celebrar, tampoco nada de qué admirarse. La Democracia es un juego que hace contender al menos a dos relatos, y vence aquel con más electores.

Todo lo vio con sus ojos amarillos y fosforescentes. ‘Qué suerte que soy chiquito’, pensó el Gato Negro, ‘así a mí no me roban’.