La semana pasada el gobierno de México anunció el arranque de la Estrategia Nacional de Lectura. En el evento se refirieron al acto lector como una herramienta que previene la violencia y fortalece los valores culturales, morales y espirituales, abonando así a la mejora de la calidad de vida.

La estrategia constará de tres ejes: el formativo, el sociocultural y el comunicativo. El primero se enfoca en la infancia y la adolescencia, el sociocultural apela a que la lectura sea un hábito de todas las edades, y el comunicativo se encargará de lanzar campañas que persuadan a la población a leer.

Entre las acciones concretas mencionadas, se dijo que se crearán 130 nuevas librerías, que se regalarán libros, y que se ofertarán muchos otros a precios muy económicos (de 10 a 15 pesos), con el propósito de que todos los hogares puedan tener una biblioteca de al menos 5 libros propios.

Aplaudo el interés por fomentar la lectura. Es preocupante que en nuestro país se lean 3.8 libros al año, según cifras Módulo sobre Lectura (Molec) del Inegi para el 2018, y que ocupemos el penúltimo lugar del índice de lectura de la UNESCO. Aplaudo, además, que como fue mencionado, no se pretenda “obligar a leer”, sino que se trate de hacer ver a la población del gran tesoro que dejamos escapar al privarnos de la lectura.

No obstante, el hábito lector no se logrará sólo con poner los libros a disposición de la gente. Se requiere del pleno convencimiento ideológico; del despliegue amplio del gusto lector.

Actualmente, ya hay libros a disposición de la mayoría. Existen bibliotecas públicas (según datos de la Secretaría de Cultura en 2017, hay al menos una en poco más del 93% de los municipios del país), y el Internet vuelve inmediatos los más variados títulos y autores de manera gratuita. Pese a contar con materia literaria, la gente no lee, la Federación Internacional de Asociaciones de Bibliotecarios y Bibliotecas (IFLA) constata que las bibliotecas sobreviven con muy pocas visitas, y la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana (Caniem) reveló que entre los muchos obstáculos que enfrenta, el principal es una pobre cultura lectora.

Por ello, se requiere priorizar las medidas formativas, y la vía más eficiente de hacerlo es a través de los establecimientos escolares.

En las escuelas suceden varios problemas. Tan sólo en la primaria (de 3° a 6° grado), el libro de “Español Lecturas” está desvinculado de los contenidos de los programas de estudio, y de las actividades que señala el libro de Español Actividades. Hasta antes de 2011, las lecciones de la materia de Español comenzaban con la lectura de un cuento del libro de Lecturas, y como así lo marcaba el programa, al menos podíamos estar seguros de que el cuento sería leído. Ahora no es así: el libro de Español Actividades no pide recurrir al de Lecturas, por lo que el uso de este último queda a voluntad de cada maestro, y dadas sus exigencias cotidianas, muchas veces se olvida.

Además, existe literatura impresa gratuita en prácticamente todas las escuelas de educación básica, pero es bastante recurrente que las bibliotecas escolares estén olvidadas: en recintos alejados de los alumnos, desordenadas, y sin ningún atractivo para que ellos se acerquen, pese a que su contenido sí es del más diverso atractivo.

Por ello, una estrategia cabalmente formativa sería que dichas bibliotecas escolares se arroparan de atracción para los alumnos, que se ponga el funcionamiento el préstamo de libros a casa, y que constantemente se les motive a desear leer.

Pero para ello requerimos vigorosos precursores de la lectura en la escuela, que sólo pueden ser los maestros. La Estrategia Nacional de Lectura debería destinar recursos para capacitar a los docentes sobre cómo animar a sus alumnos a leer: cómo contar cuentos, cómo acomodar los libros del salón, cómo manejar la biblioteca y el préstamo de libros.

Y remontando un escaño más, la Estrategia debe avasallar en las Escuelas Normales y de formación pedagógica, para que las nuevas generaciones de maestros egresen con un alto espíritu de compromiso lector. Actualmente, los planes de estudio de las licenciaturas normalistas no cuentan con ningún trayecto formativo específico en la materia, y leer debería parte inherente del perfil docente, por lo que no estaría mal que una asignatura llevara el nombre de “Lectura y su enseñanza”.

En cuanto a las estrategias de comunicación, me parece que no bastará con publicidad en los medios de comunicación masivos que diga cuán importante es leer. Hay otras maneras que despiertan más sensaciones: el pintar murales con frases literarias (como lo hace Acción Poética), y salpicar las esquinas y rincones de nuestras calles con expresiones artísticas y pistas culturales, que muevan los sentidos.

La lectura es como el amor: convence con emoción. Emocionemos a nuestras nuevas generaciones en las escuelas, y a toda la gente en la calle. No les demos sólo libros, no les ofrezcamos sólo la materia: ofrezcamos el espíritu. La materia es el libro, y el espíritu, la pasión por leerlo. Esa pasión es un hábito que espera impacientemente ser formado.

sofiglarios@hotmail.com

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