A nivel internacional, uno de los cimientos de las Escuelas Normales se encontró en París. Desde ahí, en 1774 fue lanzada una convocatoria con el llamado siguiente: “Se establecerá una Escuela Normal, donde se requerirán, de todas las partes de la República, de los ciudadanos ya informados en las ciencias útiles, para aprender, bajo los profesores más hábiles en todas las clases, el arte de enseñar.”

El arte de enseñar, vaya reto. ¿Será acaso que la cúspide del saber se alcanza cuando somos capaces de transmitir nuestro conocimiento a los otros; cuando somos capaces de explicarlo de manera clara, y lograr su entendimiento? Quizá eso abra otro debate, pero lo que sí es seguro, es que la cúspide del saber se consigue cuando muchas personas acceden a él, porque entonces esos “muchos” pueden poner a trabajar de manera conjunta sus saberes, para alcanzar el progreso social. Y la mejor manera de expandir el conocimiento, es contando con buenos profesores.

Lo anterior respalda la relevancia de que se extiendan esfuerzos para profesionalizar al magisterio, y gracias a diversas medidas que se están tomando en nuestro país, es alentador afirmar que hoy atravesamos por una etapa extraordinaria en este tema. Una de ellas, es el llamado “Concurso de Oposición”, es decir, el examen que desde 2013 se aplica como filtro para el Ingreso y Permanencia al Servicio Profesional Docente, abarcando Educación Básica y Media Superior.

Los últimos fines de semana se llevaron a cabo las pruebas para el Ingreso a Educación Básica 2018, y me ha correspondido ser una de las decenas de miles de sustentantes. Después de experimentarlo, hoy aprovecho para hablar a su favor. Reitero que hablo en su defensa, porque este examen ha sido ampliamente denostado por ciertos sectores, bajo el principal argumento de que constituye una medida injusta para acceder a un empleo. Sin embargo, es preciso analizarlo de manera más profunda.

Primero que nada, no es una medida injusta. Es diferente a lo que antes se practicaba, pues las “plazas” de docente se entregaban haciendo uso de mecanismos opacos, primordialmente en manos del Sindicato. Sí, en ese sentido era mucho más fácil acceder al magisterio haciendo uso de contactos personales, méritos sindicales u otros alejados de la tarea educativa, pero no constituía un medio de acceso transparente ni, mucho menos, profesional. Hoy en día, el mecanismo es claro: los primeros en la lista de resultados son los que tienen preferencia en asignación de trabajo, y además, para tener un buen desempeño en el examen se presenta una referencia bibliográfica en la cual está basado. Contamos con el recurso para prepararnos.

Por otra parte, también hay quienes no están en contra de la nueva mecánica de contratación per se, pero que sí se encuentran insatisfechos con el diseño de la prueba. Se arguye que toda ella está compuesta de planteamientos o “casos” de aula utópicos; modelos de perfección que resultan muy difíciles de alcanzar en la práctica real. De esta manera, se presentan preguntas donde la respuesta correcta es en la que el maestro atiende absolutamente todas las necesidades de sus alumnos, donde entabla un perfecto contacto con los padres, y tiene una excelente vinculación con la comunidad. Pareciera que son casos que no toman en cuenta la excesiva cantidad de alumnos por clase, o lo restringido de los tiempos para tantas tareas administrativas de las que el docente también está a cargo, entre otras dificultades estructurales no menores.

No obstante, más que ver dichos modelos como una utopía, podemos tomarlos como un reto a alcanzar. Es cierto, hoy en día es muy difícil ponerlos en práctica, pero los estudios más profundos en pedagogía y didáctica nos señalan que así es como deben implementarse, y hay otras naciones que ya lo han logrado, por lo tanto, claro que los docentes podemos volverlos realidad. Quizá tengamos que cambiar cientos de conductas; quizá nuestra práctica entera, pero no se exige que los resultados estén de manera inmediata, sino que se persista en un nuevo modelo de actuación, para alcanzarlo en unos años. Los sustentantes de estos exámenes, podemos tomar cada uno de sus planteamientos como una verdadera oportunidad de reflexión.

Por último, que yo me pronuncie a favor del ejercicio, no quiere decir que pienso que es un modelo terminado. Muy por el contrario, estoy convencida de que se deben destinar más recursos a la capacitación docente para que los sustentantes podamos aprobar este tipo de pruebas y, sobre todo, para que podamos llevar su contenido a la práctica. El perfeccionar el mecanismo de reclutamiento magisterial es sólo un paso: la mejora sustancial se encuentra en la formación docente, inicial y continua.

Estoy convencida de que la transformación y mejora educativa es inminente si se continúan estas estas estrategias, y se perfeccionan con sus mecanismos adecuados.

La nueva generación de maestros viviremos una etapa de profesionalización y mérito sin precedentes, y claro que estamos listos para hacerle frente, pese a varios mensajes que traten de convencernos de lo contrario. De nosotros depende recuperar el prestigio del magisterio, de elevarlo al reconocimiento que merece, a través de nuestra preparación, estudio y capacitación, tanto autónoma como externa. Sigamos preparándonos de manera autodidacta, sin dejar de exigir que nos otorguen más espacios de profesionalización formales. La insistencia debe ser en los dos sentidos: hacia nosotros y hacia la autoridad. Es así como contribuiremos a volveremos más hábiles en el arte de enseñar.

sofiglarios@hotmail.com

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