Es inevitable comenzar esta colaboración haciendo referencia a la situación derivada del temblor. Como seguramente nos pasa a quienes vivimos en la Ciudad de México, me encuentro con los sentimientos muy revueltos. Desde la broma macabra de la fecha del 19 de septiembre, hasta las reacciones en la población en torno a la tragedia.

Por un lado, resulta emocionante ver como la inmensa mayoría de las personas que han salido a las calles a ofrecer sus servicios de auxilio a las víctimas, lo han hecho de una manera solidaria y desinteresada. Sin duda, eso vuelve a despertar en mí un inmenso amor al pueblo de México. En contraste, me llena de indignación ver como algunos tratan de sacar raja de esta situación. Y lo que más rabia me da, es ver cómo algunos carroñeros se aprovechaban de la situación para asaltar casas o personas que se encontraban atoradas en el tráfico. Eso me parece no solamente indignante, sino inhumano. Por fortuna son una muy pequeña minoría, pero no deja de sorprender que existan mentes tan torcidas como para aprovecharse de esa manera de una situación tan dolorosa.

Esta colaboración quiero dedicarla, también, para agradecer profundamente a la Oficina en México del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, por la recientes atenciones que han tenido para conmigo.

El 13 de septiembre se celebró una actividad en el Museo de Memoria y Tolerancia que esa oficina decidió dedicarme, por mis labores dentro de los sistemas de protección de los derechos humanos de la ONU.

Durante las poco menos de dos horas que duró la actividad, se me pidió que yo comenzara diciendo unas palabras, pero todo lo demás me lo guardaron como una sorpresa. Muchas personas muy queridas para mí me enviaron mensajes a través de vídeos o de testimonios rendidos personalmente.

En este espacio no puedo mencionar a todas esas personas que con tanto cariño participaron enviándome sus saludos. Sin embargo, quiero mencionar especialmente a las madres y demás familiares de personas desaparecidas que me acompañaron ese día, como doña Yolanda Morán y su hija Grace, doña Mari Herrera, doña Guadalupe Fernández, Jorge Verástegui, entre otros. Todavía recuerdo lleno de emoción las palabras que les dirigieron a mi hija Paloma y mis hijos Santiago y Juan Ignacio, refiriéndose a aquello que he tratado de hacer para acompañarlas, y que en realidad resulta tan poco. Me admira, y me comprometen aún más, las muestras de gratitud que expresaron. Eso eleva aún más mi compromiso en la lucha contra las desapariciones forzadas. Aprovecho para exhortar a la Cámara de Diputados para que acelere el proceso de aprobación de la Ley General sobre desapariciones forzadas y cometidas por particulares. ¡Urge su aprobación!

Al personal de la oficina del alto Comisionado de las Naciones Unidas para los derechos humanos, tanto en México como en Ginebra, también quiero expresarles mi más profundo agradecimiento: A Jan Jarab, Jesus Peña y muy especialmente a Alan García, por la realización y organización de esta actividad que nunca olvidaré. Al rector de la Universidad Iberoamericana, David Fernandez S.J por su compañía y su participación ¡Muchas gracias! #Orgullo Ibero!

A las demás personas cercanas a mí que me acompañaron personalmente: mi hija e hijos y Anna Paola, mis hermanos y hermanas, mi compadre Enrique de la Campa, mi otro hermano Roberto Nuñez y Bandera, Eliana Garcia Laguna, Antonio Prida, a mis TUCPPS (Todos Unidos contra la Pena de Prisión) Rafa Ramírez Moreno, Felipe Sánchez, Ale Félix, Carlo Carbajal; a mis amigos y amigas: Poncho Oseguera , Iker Laresgoiti, Laura Rubio, Magdalena Sepúlveda, Miriam Morales, Mariana Salazar, Juan Carlos Gutiérrez, Alejandra Nuño, y otros y otras que por el reducido espacio de 4 mil caracteres, con todo y espacios, al que me tengo que constreñir, no puedo mencionar ahora.

¡Gracias!

Ex Presidente del Grupo de Trabajo y
del Comité contra las Desapariciones
Forzadas de la ONU. @CORCUERAS

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