Al estar Estados Unidos creciendo a tasas altas (4.2% en el primer trimestre revisado), muchos analistas pronostican una próxima caída, siguiendo el ciclo típico de que los crecimientos con mucha deuda acaban en desaceleración o recesión.

Un elemento que consideran son los altos precios de las acciones estadounidenses en la Bolsa. Y, en efecto, el índice de las 500 acciones de Standard & Poor’s aumentó 228% entre 2008 y el primer trimestre de 2018. Y aun eliminando el punto mas bajo, por tratarse de una recesión, entre diciembre de 2015 y el primer trimestre de este año, el aumento fue de 33%. Este es el periodo asociado a las expectativas sobre la reforma fiscal de Donald Trump.

Esta reforma crea pesimismo entre los economistas, por elevar el déficit fiscal, al bajar la recaudación de impuestos.

La deuda pública estadounidense aumentó de 50% del PIB en 2008 a 100% en 2018. La deuda de las familias bajó de 95% del PIB en 2007 (antes de la crisis) a 80% en 2017, pero sigue siendo alta. Y la deuda de empresas es de 73%, alta también, aunque sólo aumentó un punto porcentual desde la crisis de 2008.

El mercado difiere de los economistas porque las empresas están aumentando ventas e inversión, hay empleo y confianza de los consumidores.

Y varios indicadores no apoyan la tesis de una caída de la economía o de la Bolsa tan pronto como en 2019. Primero, los precios altos de las acciones se pueden justificar por las altas utilidades de las empresas. Así, el precio dividido entre la utilidad de la empresa (P/U) hoy está en 25, cuando antes de la Gran Recesión estaba en 122. Aun el P/U de hoy está debajo de sus niveles en 2002, 1999 y 1991, picos previos a una caída.

Si queremos buscar causas posibles de una futura caída, busquemos en lo que hacen las 500 empresas del índice S&P500 con sus altas utilidades. En el año transcurrido hasta marzo pasado, usaron 1.5 billones de dólares en inversiones, comparados con 1.9 billones de sus utilidades, o sea el 80%.

Nadie tiene bola de cristal ni puede asegurar que una situación así de boyante puede continuar por mucho más tiempo, pero la realidad es que las empresas estadounidenses continúan aumentando sus utilidades, aprovechando no sólo el crecimiento de la economía (mayor volumen de mercado), sino la reorganización que reduce sus costos de operación y la tecnología.

El mayor volumen es muy probable que continúe cuando menos uno o dos años más, dado el alto empleo y la confianza para consumir, lo que provoca que haya más inversión. Y la tecnología sigue siendo aprovechada para aumentar ventas, reducir costos y generar negocios que sin ella no existirían. Un ejemplo es Uber; otro es la renta de viviendas propias a turistas, ambos facilitados por el internet en un mercado poco regulado.

También hubo una revisión al alza en la cifra de ahorro personal de 3% a 7%, lo que elevó esta cifra a 1.1 billones. Y otro cambio de definición por la Reserva Federal, sobre lo que se considera efectivo (que incluye ciertas acciones) de las empresas aumentó a 4.4 billones o 21% del PIB.

Sí hay un riesgo, pero es externo. Esto es que Estados Unidos está absorbiendo mucha liquidez global, por insuficiente crecimiento en el resto del mundo, lo que disparó las crisis en Turquía y Argentina, y habrá en otros países. La operación global de las empresas estadounidenses las hace vulnerables a caída de utilidades en el resto del mundo y de ahí se puede transmitir a la Bolsa y la confianza internos.

Es el riesgo externo y no el interno el que hoy parece más alto y su talón de Aquiles es su exposición a otros mercados.

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