La aberrante ausencia del Ejecutivo federal ante la representación nacional el día de su informe de gobierno, ha consolidado otra vez el primero de septiembre en el Día del Presidente. En lugar de la rendición constitucional de cuentas, una colección de cuentos y ocurrencias no verificables y ayunas de debate parlamentario. Sorprendió sin embargo, la contundencia con la que el orador sostuvo que en 2018 enfrentaremos la disyuntiva entre dos proyectos distintos de país. Sin embargo tal afirmación, carente de análisis, requiere ser esclarecida.

Quizá por su tendencia al modelaje y su fijación por una modernidad confusa, aludió a dos opciones nacionales contrapuestas, en lo que no se equivoca, aunque su elección sea notoriamente errónea. ¿Qué entiende Peña Nieto por “modelo”? Según el diccionario de la Lengua Española esta palabra significa: “Cosa que sirve como pauta para ser imitada, reproducida o copiada”. Ignora a Heráclito: “Nadie se baña dos veces en el mismo río, porque todo cambia en el río y en el que se baña”. ¿A qué se refiere cuando habla del “viejo modelo”? Suponemos que no se remonta más allá del siglo XX. ¿Sugiere que se trata del impuesto por los caudillos postrevolucionarios para pacificar al país y dotarlo de instituciones? ¿O bien intenta connotar al periodo cardenista que transformó profundamente al país? Recuerda tal vez la época del Desarrollo Estabilizador que se inició bajo el mandato de Ruíz Cortines y se prolongó hasta mediados de los años setenta. Olvida que entre 1940 y 1980 el país creció a la tasa de 6.35%, el más alto promedio en el mundo durante ese lapso, que generó la expresión El milagro mexicano, no exento de desigualdades y ancestral autoritarismo.

Es transparente que el Ejecutivo identifica al “nuevo modelo” con el desastre imperante de hace 30 años, tiempo en el que según su socio, el presidente derechista del Senado, México eligió una ruta que prevalece hasta ahora. Las posiciones de Peña Nieto traen a la memoria los excesos verbales de Salinas de Gortari, cuando anunciaba que nuestro país dejaría atrás la época de los “fordcitos” de los años veinte y los “vochitos” de los cincuenta, para ingresar a una nueva era que, a falta de producir aviones o lanzar satélites, se conformaría con la concentración del capital financiero y la profundización de las desigualdades. Durante este tiempo el crecimiento del producto ha descendido a 2.2% en promedio y los salarios se han menguado en más de 60%. La pobreza por decreto neoliberal. Según la Oxfam, de proseguir con el actual modelo sólo podríamos erradicar la pobreza en 120 años.

Lo que Peña Nieto omite es que el país está urgido de inventar un nuevo modelo, tal como sucede en numerosos países de Europa y del mundo en desarrollo. Todos ellos pretenden cancelar el período más nefasto de la edad contemporánea que el Ejecutivo mexicano se empeña en defender. Max Weber solía decir que la política es economía concentrada. Lo contrario es también cierto: no es posible un cambio de pautas económicas que no obedezca a una modificación sustantiva de las relaciones de poder. Por ello la solución para los problemas del país y del mundo es fundamentalmente política.

En eso tampoco se equivoca Peña Nieto, hay en México dos proyectos enfrentados y no tres como se pretende difundir. El Ejecutivo asume que el llamado “Frente Ciudadano por la Democracia”, conocido también como “mazacote”, está de su lado, habida cuenta de su preeminencia conservadora y la tradición perredista. No le importa descalificarlos como tercera opción, busca la continuidad de su proyecto y finalmente subirse en el “Ferrari” de la impunidad, aunque haya tenido que sacrificar a su propietario.

El empeño mayor de las coaliciones espurias es semejante a las de los Confederados en la guerra civil estadounidenses: mantener sus privilegios y perpetuar el esclavismo. Aquí, la refeudalización del país con base en la conquista de enclaves territoriales, lo que más pronto que tarde llevaría a entregas mayores de soberanía nacional. Benito Juárez creó la República mediante la reducción drástica de los caudillismos regionales, la laicidad del Estado y un nuevo reparto de la propiedad. Ese es el modelo al que debiéramos aspirar.

Comisionado para la reforma política
de la Ciudad de México

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