Al asumir la presidencia de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados me comprometí a impulsar su transformación mediante la limpieza de su administración, la seriedad de su funcionamiento y la calidad de sus trabajos legislativos. Destaco conceptos que emití como mensaje de clausura del segundo periodo ordinario de sesiones del primer año de la LXIV Legislatura. Subrayé que estábamos culminando un esfuerzo intenso y templado. Áspero por momentos y errático por otros, pero con una sed compartida de renovación institucional. Hay hoy más democracia que ayer y esperamos también que mayores libertades.

Agradecí a todos los diputados y diputadas, a los asesores, a los funcionarios y a los empleados de la Cámara por haberse sumado a los procesos de cambio que eran indispensables. Sería largo enumerar las modificaciones que se han efectuado en esta legislatura y los frutos de nuestra actuación parlamentaria.

Hemos promovido, desde luego, una reingeniería institucional. Se redujeron las comisiones ordinarias de 56 a 46. Se adelgazaron también las estructuras administrativas y por tanto los trabajadores innecesarios o inexistentes. Con ello se recortaron los gastos efectivos de la Cámara en 1.6 mil millones de pesos del presupuesto anterior que sumaba más de 7 mil millones. Desaparecieron las comisiones especiales que encubrían ganancias adicionales para los legisladores, mediante un sistema de cuotas y favoritismos. Se instaló igualmente el Consejo Directivo y la Unidad de Servicio Civil de Carrera para profesionalizar y estabilizar los recursos humanos de la Cámara.

En el ámbito legislativo fueron también numerosas y significativas nuestras acciones. A título de ejemplo: la Ley de Remuneración de los Servidores Públicos, la Ley de la Fiscalía General de la República y el Presupuesto de Egresos de la Federación con una visión de austeridad y justicia. Por añadidura, la reforma constitucional para la creación de la Guardia Nacional se logró por la unanimidad en las dos cámaras del Congreso y en todas las legislaturas de los estados.

En este ánimo reformador, fueron aprobadas las modificaciones al artículo 19 de la Constitución en materia de prisión preventiva oficiosa. Destacan las reformas laborales en materia de libertad de asociación y democracia sindical. Quedan pendientes el nuevo sistema para el incremento de los salarios mínimos y la reforma constitucional que defina la condición de los trabajadores migrantes en territorio nacional y los derechos de los mexicanos residentes en el extranjero.

Nuestra independencia como poder reformador del Estado nos llevó también a incorporar como delitos graves los relacionados con la corrupción, que incrementan las causas por las que los propios legisladores, los funcionarios públicos e incluso el Presidente de la República pueden ser sancionados. De igual manera eliminamos la “partida secreta” del Ejecutivo. Este es el resultado de muy amplios debates y decisiones políticas sustantivas, así como el ejercicio del parlamento abierto.

Semejantes logros se inscriben en una política de absoluto respeto del Poder Ejecutivo hacia nuestras decisiones. Por mi parte me he empeñado en dirigir las sesiones como la ley me lo ordena, velando por el equilibrio entre las libertades de los legisladores y los deberes constitucionales de la Cámara. Seguiré procurando el interés general por encima de los intereses particulares o de grupo. Este cargo me obliga a garantizar la unidad de la cámara, por lo que he servido al margen de cualquier militancia política.

Presidente de la Cámara de Diputados

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