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Es la historia de un grupo valiente de mujeres que hacen una pequeña revolución en Medio Oriente. Son tunecinas, juegan al rugby y aún tienen una última oportunidad de calificar a los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro. Cinco años después de la primavera árabe, su epopeya cuenta un país en transición entre vestigios de oscurantismo y avances deportivos.
Unas chicas jóvenes entrenan al placaje —derribar al adversario— en una playa desierta de Sousse. La pelota de rugby vuela trazando espirales sobre sus uniformes rosas y velos negros de quienes eligieron portarlos, justo en el mismo lugar donde las balas de los terroristas arrebataron la vida a 39 turistas el año pasado. En Túnez, cada entrenamiento, cada gira del equipo nacional de rugby VII femenino se transforma en un símbolo.
Tras el ataque del Estado Islámico del 26 de junio de 2015, los turistas aún no vuelven bajo los parasoles. “Me duele el corazón ver esta playa vacía”, dice Islem Abdallah, de 19 años, al salir de la sesión. Campeona de África en jabalina, probó el rugby gracias a la invitación de una amiga en 2014. Dos meses después estaba en China, con la selección nacional, en los Juegos Olímpicos de la Juventud. “Mi familia pensaba que el rugby era un deporte de combate para chicos, pero es un placer estar en grupo, viajar y jugar. Hay mucha alegría aquí”.
Rawia Othmani, 27 años, capitana de la selección tunecina, se abre camino entre los niños que juegan al futbol en el barrio popular de Bizerte, donde nació. En la mesa del salón familiar destacan recuerdos de torneos internacionales: Rusia, China y Marruecos. “ El rugby es anónimo en Túnez. Sólo la cadena Al-Jazeera hizo un reportaje, porque somos la única selección árabe del mundo”, suspira la capitana. “Nadie vino al aeropuerto para felicitarnos cuando regresamos de Rabat [Marruecos], campeonas de África en 2012”.
A pesar de ello calificaron para el torneo preolímpico de Dublín (25 y 26 de junio), última oportunidad para obtener su boleto a Río. Inicialmente encarrilado por la audacia de la primavera árabe, el equipo padece hoy todas las turbulencias que atraviesa el país. Cinco años después de la caída del dictador Zine El Abidine Ben Ali y seis meses después de que El Cuartero Nacional de Diálogo de Túnez recibiera el Premio Nobel de la Paz, la osada esperanza de la juventud tunecina que había desalojado a una dictadura se marchita.
Las subvenciones se han estancado —aunque los clubes exclusivamente femeninos siguen recibiendo apoyo financiero del Ministerio de Juventud y Deportes— y la inflación escatima el presupuesto. Las pocas jugadoras que cursaron el bachillerato y la licenciatura en deporte están desempleadas, situación que corroe a 15% de la población y 22.6% de las mujeres en el cuarto trimestre de 2015, según el Instituto Nacional de la Estadística.
Ninguna chica en el gimnasio
Detrás de sonrisas ingenuas y aparente despreocupación, estas tunecinas —en su mayoría de origen modesto y del interior del país—, viven las consecuencias del ascenso de los partidos islamistas en las urnas. Amani Garbi, 22 años, número 6 y originalmente de Kairouan, lo sufre particularmente. “Culturalmente, no puedo salir a correr en mi ciudad. Esto no es la capital, Túnez. Ninguna chica está entrenando en el gimnasio en Kairouan”. La Federación Tunecina de Rugby, al igual que el país, trata de hacer borrón y cuenta nueva tras años de dictadura. “Hay que hacer un inventario del número de licenciadas [alrededor de mil actualmente], un diagnóstico de la situación de los clubes y empezar sobre base sólida”, dice Nehla Boudina, asesora del Ministro de la Juventud y Deporte.
Ella pidió a la Federación de Rugby que renovara su junta, un mensaje reiterado a todas las federaciones. ¿Su idea? “Que el deporte sea un derecho para todo ciudadano, no sólo la vitrina de un dictador o de su esposa. Leila Ben Ali dio dinero para el equipo de futbol de mujeres, que ni siquiera tenían un lugar donde entrenar”.
Sanar toma tiempo. Las jugadoras continuaron su entrenamiento con sus clubes, con muy pocos recursos. Pero volvieron a pisar el campo como equipo nacional solamente desde finales de marzo, después de seis meses de interrupción.
Amal Dardouri, 22 años, ex campeona de boxeo, ha vuelto a ponerse los guantes. Al igual que las otras jugadoras, todas “importadas” de otros deportes, fue descubierta por el ex entrenador Ali Mohamed Hedi. ¿Jugar al rugby? La idea le parecía totalmente incongruente al inicio. Amal se rió en su cara, con su grande y poderosa carcajada antes de intentar y no dejarlo nunca más. Considera a Mohamed como un segundo padre. A pesar de las bofetadas que le dio —literalmente—. Según Mohamed, estos golpes “son parte de la cultura”. Ahora dirige el equipo nacional masculino, apartado de la selección femenina por ese incidente que el resto de la Federación considera inaceptable.
La entrenadora
Entre vestigios de oscurantismo y un progreso real en el espíritu deportivo, el ejercicio de equilibrio del equipo se materializa en Jemmel, cunas del rugby en Túnez, a unos 200 kilómetros de la capital. La mitad de la selección nació aquí. Amira Fekih, 25 años, primera mujer árbitro de Túnez, colgó los botines con el fin de capacitar a las niñas menores de 14 años.
Helmi Ben Salah, un miembro de la oficina de la Federación encargado de rugby femenino, oriundo de Jemmel, dice: “En mi ciudad, en 2012, Ansar al-Sharia, una rama de Al-Qaeda, trató de organizar una reunión. Los pobladores los corrieron a pedradas. Sí, es un bastión del cual salieron extremistas islámicos, pero también un lugar donde las niñas pueden estudiar y jugar. Descentralizamos el rugby de Túnez, en el espíritu de la revolución de 2011. Trajimos el deporte para ellas”.
Helmi nos lleva a pocos kilómetros de Jemmel, en Monastir, donde se encuentra el mausoleo de Habib Bourguiba, presidente de 1957 a 1987 que ejerció un poder que culminó en el autoritarismo. Desde la ministra hasta las jugadoras, todas las mujeres hacen referencia a Bourguiba para explicar “la excepción tunecina” en términos de igualdad de género.
Esta igualdad, grabada en el Código del Estatuto Personal de 1956 y puesta en tela de juicio después de la revolución, fue reafirmada por miles de mujeres gritando en la calle el 13 de agosto de 2012.
Túnez es el único país árabe que tiene una selección nacional de rugby femenino. Pero no todo es rosa: “El clima de miedo se está reinstalando. Los islamistas quieren una regresión de nuestros derechos”, dice Samira Merai, ministra de la Mujer, la Familia y la Infancia.
“Fue en esa famosa manifestación de 2012 que descubrí que las mujeres son aún muy fuertes en Túnez. Antes estaba contra el rugby femenino, cambié de opinión al verlas jugar”, dice Francisco Crespo, consejero técnico de la Federación.
En Beja, un centro agrícola del interior del país donde se celebró el campeonato de Túnez, Ichrak Garbi, 36 años, cree que aún queda mucho por hacer en materia de igualdad de género. “Yo formé parte del primer equipo de rugby femenino en Túnez, en 2002. Hay menos equipos desde hace cinco años. Empieza a mejorar. En mi época yo era la única jugadora de rugby, ahora hay un equipo. Es más fácil aceptarlo para las familias. Aunque la Federación no abre espacio para las mujeres, sólo hay una en la junta. Me gustaría ser entrenadora de la selección ¿por qué no?”.
En la actualidad, el entrenador se llama Didier Soulié. También es profesor de educación física en la Universidad de Burdeos y entrenador del equipo universitario nacional de rugby VII femenino de Francia. Ante el reto que implica entrenar a tunecinas, queda en segundo plano cuando una jugadora con velo pide que sea una mujer quien le haga una foto de su cabeza descubierta para una visa.
La cuestión del velo, prohibido por las reglas de World Rugby, debido al peligro de los alfileres y el riesgo de estrangulación, se planteó por primera vez en el torneo de Hong Kong en 2012. Las dos jugadoras implicadas encontraron la solución astutamente: mantener el velo bajo un casco de rugby. Un gesto relativamente nuevo, el velo fue prohibido durante 30 años durante el mandato de Bourguiba en Túnez antes de la revolución.
Superados los detalles, el entrenador se centra en el torneo preolímpico de Dublín. Su otro objetivo es el próximo Campeonato de África, el 17 y 18 de septiembre de 2016 y el de 2017, clasificatorio para la Copa del Mundo de 2018 en San Francisco.
Las chicas dedican cuatro días a la semana al rugby. Sin remuneración alguna, buscan la manera de salir adelante.
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