A todos los mexicanos:

En una sociedad como la nuestra que avanza a pasos agigantados hacia la igualdad de las mujeres frente a la ley y su incorporación en cargos de la mayor responsabilidad, hacer un alto para analizar la lenta pero firme presencia femenina en las Fuerzas Armadas del país obliga a un reconocimiento, por el doble compromiso que conlleva su decisión: entrega a la patria y salvaguarda de la familia.

Orgullo, grandeza, sentido de pertenencia, profesionalismo y amor al país, todo ello encierra la decisión de miles de mujeres mexicanas que han tomado la carrera militar por convicción propia, en un entorno que, si bien ha sido abierto paulatinamente, con el esfuerzo y desempeño propios, no deja de ir a contracorriente en un país donde la presencia del hombre era hegemónica en casi todo, máxime tratándose de la principal Institución de un país como el Ejército.

La historia de las Fuerzas Armadas mexicanas ha ido de la mano tersa y el carácter firme de las mujeres. Afortunadamente la historia tiene documentados heroicos ejemplos de la participación femenina en las instituciones militares y en los movimientos armados que forjaron el México de hoy. Presencia y fuerza moral que enorgullece.

Esa brecha histórica fue iniciada por María de la Luz Espinosa Barrera en 1910, a la que se sumaría Carmen Vélez, “La Generala”, quien fue llamada así por su entereza para encabezar a un grupo de 300 hombres que lucharon en Hidalgo y Tlaxcala, según documenta la propia Secretaría de la Defensa Nacional.

El camino no ha sido fácil para ellas en estos 109 años. No es una exageración señalar que su participación en las Fuerzas Armadas del país les ha costado sangre, dolor y lágrimas. Muchas veces solas, ahora apoyadas por una sociedad exigente, las mujeres en el Ejército son la presencia necesaria.

En 1910 surgieron las primeras militares enfermeras, en 1994 se otorga por primera vez a una mujer el grado de General Brigadier, en el 2000 fue creado el Batallón de Tropas de Administración Femenina y en el 2010 se gradúan las dos primeras mujeres del Curso de Mando y Estado Mayor General de la Escuela Superior de Guerra.

Muchas mujeres mexicanas dieron su vida por un país libre, independiente, justo, sin abusos ni oprobios, y muchas más siguieron ese camino, de manera inexorable bajo prácticas ominosas, de discriminación, hostigamiento, recelo, desconfianza, injusticia, que poco a poco han combatido y eliminado como parte de un proceso de cambio cultural hacia la igualdad jurídica.

Revalorar el papel de las Fuerzas Armadas y de manera particular a todas las mujeres que las integran es, por tanto, un deber nacional mínimo, que debe extenderse a sus familias, esposas, esposos, padres e hijos de militares, que a diario cargan con el peso de la preocupación por sus seres queridos que ofrendan su vida en el combate a la delincuencia organizada, en los rescates en casos de emergencia o en la defensa de la soberanía en mar y tierra.

Hasta mayo de este año la Secretaría de la Defensa Nacional contaba con 25 mil 395 efectivos mujeres, quienes adoptaron la carrera militar a partir de 1972 principalmente.

Para orgullo de las actuales generaciones y en memoria de las mujeres que lucharon por la patria y la soberanía de la nación, hoy las Fuerzas Armadas cuentan con una importante participación femenina en las diversas estructuras operativas y de mando, con la siguiente composición:

Cuatro Generales Brigadier; 24 Coroneles; 129 Tenientes Coroneles; 540 Mayores; 293 Capitán Primero; 281 Capitán Segundo; 1395 Tenientes; 797 Subtenientes; 1023 Sargento Primero; 1567 Sargento Segundo; 2533 Cabo y 16 mil 899 Soldados mujeres.

Ocupar estas posiciones tardó varias décadas, pero finalmente están ahí, como en el cualquiera de los Ejércitos vanguardistas del mundo.

Se trata de mujeres mexicanas que, como la mayoría, asumen responsabilidades adicionales a su condición castrense, como el de ser jefas de familia; soporte, guía moral y ética de sus hijos, padres o parejas o ser, en muchos casos, fuente principal de ingresos en sus núcleos familiares, una simbiosis de tareas, comportamientos y pensamientos que las hacen más fuertes para enfrentar su propio destino.

Noble labor la suya, servicio a la nación y guías de familia, apoyada muy de cerca, pero con el discreto actuar, del Voluntariado de la Secretaría de la Defensa Nacional, institución encabezada por las esposas de los Altos Mandos que articulan muchas tareas, sociales, culturales, educativas, de formación personal y de capacitación para el trabajo, en beneficio de los derechohabientes militares y sus beneficiarios.

Mujeres ellas, las que dan sentido humano al Voluntariado, que en su diario actuar corresponden con solidaridad a la gesta que a diario realizan los miles de elementos castrenses, servir al país por sobre cualquier circunstancia, frente a todo tipo de amenazas y con la fortaleza del Grado que ostentan, siempre como lo que son, la Familia Militar.

Obligados estamos a tener presente que, debajo del uniforme que portan de manera gallarda las mujeres del Ejército, está un ser humano, hija, madre, tía, sobrina, amiga, vecina, comadre o pareja, quienes día a día también le aportan sus servicios a la nación, sin importar dolores, sufrimientos y ausencias o alegría, felicidad y júbilo, que ahogan entre sus pasos, su silencio y su disciplina marcial.

Activista social y titular del
Fondo Mixto de Promoción
Turística de la CDMX.
@LaraPaola1

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