En “La Tragedia de los Comunes”, un artículo influyente y controversial publicado en 1968 en la revista Science , Garrett Hardin describió la disyuntiva de varios individuos que, motivados por su propio interés y comportándose independiente pero razonadamente, acaban con un recurso compartido limitado, aunque ni a ellos ni a la comunidad les convenga que esto ocurra.

El que cae en las tentaciones de la gula, no sólo quiere consumir comida. Quiere, de alguna manera, ingerir todo el universo” (Anónimo)

Los humanos han aprovechado los recursos naturales durante milenios. Cuando las poblaciones eran pequeñas, la caza y pesca eran sostenibles, pero cuando crecieron aumentó la demanda de alimentos y la eficacia de los métodos para conseguirlos. Hasta que rebasamos los recursos disponibles. Un círculo vicioso que en ausencia de reglas y su cumplimiento termina en sobreexplotación. En la tragedia de los comunes. Pero la utilización desmedida de especies y poblaciones no es solo por su uso y comercio legal. La ilegalidad también acelera su colapso, más cuando nuestra apetito voraz pareciera no tener límites. Hasta ahora.

La madera y productos marinos son los componentes principales del comercio internacional de vida silvestre. Según FAO cada año se comercializan 200 mil millones de dólares en madera y 100 mil millones de dólares en peces. Según WWF redujimos a la mitad las poblaciones de peces e invertebrados marinos y una de cada cuatro especies de tiburones está amenazada. Nos las engullimos. La Convención Internacional sobre el Comercio de Especies Amenazadas de Flora y Fauna (CITES) documentó que entre 2005-2009 se vendió un promedio anual de 317 mil aves y dos millones de reptiles vivos, 2.5 millones de pieles de cocodrilos, 1.5 millones de pieles de otros lagartos y 2.1 millones de pieles de serpientes, 73 toneladas de caviar, 1.1 millones de corales, 20 mil trofeos de caza y en 10 años nos comimos un millón de pangolines, único mamífero con escamas. ¿A dónde fueron a parar? Follow the money .

Según TRAFFIC en 2009 la Unión Europea pagó la mitad de los 323 mil millones de dólares de productos de vida silvestre. Francia y otros países europeos devoran cada año las ancas de 100 millones de ranas de Indonesia. Millones de peces tropicales se venden en el mercado global de acuarios. Y, sin saber nadar, 70 mil primates cruzan los océanos cada año: China es el mercader principal y Estados Unidos su cliente predilecto. El apetito del primero por alimentos exóticos (por ejemplo, consumen 19 millones caballitos de mar anualmente) promueve el comercio legal e ilegal y los patrones de consumo del segundo son insostenibles (con 4% de la población del planeta utilizan 25% de los recursos). Lo que se come en un lugar tiene consecuencias en otros.

El comercio ilegal y sus ganancias millonarias agrava la situación. Involucra a comunidades locales pobres, funcionarios gubernamentales y aduanales corruptos, traficantes y clientes que no cuestionan la procedencia de los productos. Según la Comisión Europea este comercio ilegal alcanza 22 mil millones de dólares anuales: es el crimen transnacional más lucrativo después del tráfico de drogas, armas y humanos, con los que comparte prácticas, actores e impactos sociales. Súmele 30 mil millones de dólares que según TRAFFIC genera el tráfico de madera, responsable de 90% de la deforestación en países tropicales.

Defenders of Wildlife reveló especies y rutas del tráfico entre Latinoamérica, Estados Unidos y Europa: pieles de jaguar, armadillos y caimanes; huevos de tortugas marinas y aletas de tiburón; aves, reptiles y ¡hasta arañas y alacranes! La demanda del “buche” de totoaba amenaza a este pez y la vaquita . El tráfico de marfil se duplicó en una década. Según Environmental Investigation Agency la caza ilegal redujo 65% los elefantes africanos; en Europa se decomisaron 11 toneladas de marfil resultado de la matanza de 1800 elefantes adultos. En 2015 se sacrificaron 1338 rinocerontes por sus “cuernos” según UICN. Por la presión internacional China prohibió el comercio de marfil en 2018 y ayer terminó en Londres una conferencia sobre tráfico de vida silvestre . Habrá que ver su impacto real.

A fin de cuentas, el tráfico de vida silvestre se nutre de la pobreza y falta de oportunidades en países en desarrollo. Como lo resume un líder comunitario del Parque Nacional Kruger en Suráfrica: “Los jóvenes temen más a la pobreza que a la caza furtiva de rinocerontes. Aquí tenemos jóvenes desempleados, ¿podemos realmente sorprendernos cuando cazan ilegalmente?”

Nuestro crecimiento poblacional y desmesurados patrones de consumo amenazan la biodiversidad. Y me pregunto: ¿será que queremos devorarnos el universo, incluyéndonos a nosotros mismos?

Tercer pecado, degradación ambiental y contaminación (lujuria).

Científico y ambientalista   @ovidalp

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