La política puede ser el cauce por donde pasen los gustos electorales que suponen aliviar carencias sociales. Los participantes de esas jornadas de atención en pos de elegir a los más notables de esta azarosa disputa que convierte el rol productivo en ánimo festivo, intentarán convertir la relación de intercambio desigual en minorías consolidadas y mayorías abrumadoramente capaces de asociar la idea de nación en el trato justo a las minorías. Al sistema político mexicano le pesan las reglas del juego aparentemente modernas que no han podido ser adoptadas por los seguidores de las unidades de inversión electoral que activamente participan en organizaciones dinámicas, renuentes a compartir sus huestes a precio corriente, pues lo que se estila es engordar las aspiraciones políticas de las élites a precio alzado.

En el canal de las oportunidades mitológicas a la iniciativa privada se le ocurre el plan de publicar el patrimonio de los políticos que esperan desplegarse en la pasarela de subsidios y financiamiento privado. La iniciativa que pretende ganar terreno propagandístico en periodo electoral, en realidad no es una buena idea; no es una idea, de hecho. La iniciativa supuestamente ciudadana tiene tintes de oportunismo electoral y pretende colocar a la iniciativa privada en la única éticamente sostenible habida cuenta de sus inversiones suntuosas, que no espera tener comparación con el burócrata no sólo de cuello blanco sino también de delantero de camisa con bolsa de Godínez.

Ante la participación ciudadana que se avecina, lo relevante es la costumbre mexicana de hacer campaña política en el extranjero. El criollismo político se cree comprometido con los mexicanos dispersos en el orbe. Usan a sus anchas a la mexicanidad que sólo de manera virtual se conduce con responsabilidad para asistir a sus coterráneos ante las desventajas de la divisa nacional que es carcomida por la inversión extranjera directa. La política mexicana se luce en la odisea de convertirse en pieza central de la noticia de corresponsales extranjeros que lo mismo les da desgranar el escándalo con el que se espera reunir a la opinión pública que lo replique en territorio mexicano, así como exaltar a la latinidad americana en los escenarios lejanos y caros del mundo.

Ahora mismo el más rentable para azuzar al tigre en caso de un empate electoral, luce en la renta patrimonial como el más pobre para empatarse con sus allegados en un sinsentido coloquial que podrá arruinar la lujuria de inversiones opulentas de un Ricardo Anaya que se motoriza en zona pantanosa. Eso no puede ser ingenioso como para incentivar a quienes vemos esta variopinta escena como una manera de lisonjearnos cuando el ego ha decaído en el abismo político. La joya de la corona discursiva ni lo fue ni nunca ha sido saber cuánto han obtenido los políticos por rentarse como hacedores de productos y servicios de calidad estándar, mucho menos de calidad excelsa. La política venida a menos desde que la iniciativa privada transfugó sus inquietudes en el partido que gobierna actualmente la federación, últimamente se inquieta cuando los episodios de financiamiento simulado no les resulta, como el caso del Consejo Coordinador Empresarial con Gerardo Gutiérrez Candiani a la cabeza que pretendió gobernar Oaxaca sin la tónica del amarre institucional.

México adolece de un patrimonio desheredado que en política resalta su orfandad social. Las simulaciones que en aparente reto patrimonial esperan asumir los candidatos como análisis de sus postulaciones dignas, justas y legítimas nunca han sido ni serán el quehacer importante para esgrimir con acciones los modelos de participación que rindan en intereses altos para la clase media y propicie un descolonizamiento de apátridas que se merezcan cultos en cuanto a vida social, abandono de causas perdidas y perviva una sociedad de oportunidades para todos en donde a los santos no se les moralice de más y a los diablos no se les desmoralice por defecto. Nos ha perseguido una aparente mexicanidad de gente generosa, noble y osada ante las injusticias, pero eso es mera simulación cuando lo que ha resaltado en los últimos años es el cúmulo de incidentes en la construcción de un México contemporáneo, en sincronía con la causa indígena, migrante, de mujeres, infantes y de la vejez que se aloja como tierra prometida en el paraíso electoral.

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