Me preocupa que la euforia por ayudar a los mexicanos que lo necesitan haya bajado de manera considerable después de un par de semanas en que veíamos a las personas volcadas en las calles y en los centros de acopio en busca de ayudar a quienes habían sido perjudicados por los sismos de septiembre. No debemos aflojar, no debemos olvidarnos de que falta mucho por hacer y que todos podemos seguir siendo “héroes” de quien lo necesite y del país en general.

¿Por qué? Porque viene lo más complicado, la reconstrucción. Pero no solo la reconstrucción de los inmuebles, de lo material; también hay que trabajar en la reconstrucción emocional y moral de este país y de su gente. Es una tristeza percibir la incertidumbre con la que vive la gente que pasa las noches en carpas o albergues.

Las últimas cifras hablan de 250 mil viviendas afectadas en el centro y sur del país. Si eso lo multiplicamos por tres, en un promedio de personas que habitan cada vivienda, tenemos a unos 750 mil afectados.

Este número de personas parece poco, en relación a la magnitud de lo que vivimos y sobre todo cuando hay algunas comunidades de Oaxaca y Chiapas, a las que ha llegado muy poca ayuda o sencillamente ninguna.

Si nos vamos a la estimación monetaria tras los daños, se habla de 40 mil millones de pesos, cifra que equivale al presupuesto de la Conade en este sexenio y si somos realistas, no alcanza para el tamaño de destrucción. Para la magnitud del desastre parece poco dinero y sería bueno saber realmente cuánto se necesitará porque ha habido confusión en la cifra, sobre todo si se toma en cuenta lo mucho que aún se debe hacer.

Pero todavía nos debe preocupar más que la gente identifique la necesidad de reconstrucción emocional. Hay mucha desconfianza de regresar a sus hogares, a sus trabajos. El miedo no se puede apoderar de nosotros y debemos continuar con nuestras vidas.

Para ello, también se han dispuesto y hay muchos voluntarios, que ayudan en la cuestión del llamado estrés postraumático. Ningún detalle, por mínimo que parezca, debe ser dejado de tomar en cuenta para ayudar a las personas que todavía sienten algo de temor por lo que pueda suceder.

Estos sismos movieron muchas fibras entre los mexicanos quienes respondieron de gran manera, pero ahora parecen haberse apagado. Por supuesto que es entendible porque todos debemos tratar de regresar a nuestra cotidianidad, pero siempre habrá un tiempo para recordar lo fuerte que puede ser este país cuando su gente se une, y eso tiene que ver también con lo que vendrá el próximo año con las elecciones.

Este México necesita héroes de tiempo completo, de que todas esas personas que se comprometieron con sus semejantes en desgracia ahora se comprometan con el futuro del país. Este México necesita héroes que se comprometan con sus hijos, con sus padres, en sus escuelas, en sus trabajos y que sean productivos. Siempre quedará en la memoria colectiva la admirable labor de quienes se lanzaron a las calles y con sus manos o con lo que fuera apoyaron a quienes lo necesitaban, pero tenemos que pensar que los héroes no pueden ser de una semana o un día, deben estar permanentemente en la vida nacional para pensar en un verdadero cambio y que esta nación camine como todos queremos.

Una de las señales que marcó esos días de apoyo y unión fue la del puño en alto para indicar silencio. Ahora, es momento de que México mantenga ese puño en alto, pero en señal de lucha, de reconstrucción. Ahora, es necesario que México no baje los brazos porque falta mucho por hacer.

Profesor

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