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En la oficina se escucha: “Su nombre no es común. Elvia no es un nombre que encontremos así como Rositas, Marías o Lupitas; mi primera esposa se llama Elvia, mi segunda esposa se llama Elvia y ahora mi libertad está en sus manos, que también se llama Elvia”, sonríe la magistrada Elvia Díaz de León D’Hers, a casi 50 años de aquel día en el que Jorge Díaz Serrano, ex director general de Pemex, se le acercó para abordar la denuncia de fraude que en ese momento pesaba en su contra.

“Le dije: ‘¡Ay, Chihuahuas! Como que las Elvias lo van a hacer sufrir mucho a usted’”, recuerda la magistrada del Cuarto Tribunal Colegiado en materia Penal de la Ciudad de México, quien hoy será galardonada con la Medalla al Mérito Judicial Femenino María Cristina Salmorán de Tamayo.

En la década de los 80, Díaz Serrano fue acusado por un supuesto fraude de 35 millones de dólares durante su gestión como director general de Petróleos Mexicanos (Pemex).

Al enterarse de que el asunto sería del conocimiento del entonces único Tribunal Colegiado en materia Penal en el Distrito Federal, intentó acercarse a la magistrada Elvia Díaz de León, quien recuerda la anécdota entre las tantas que acumuló durante los casi 50 años que ha permanecido en el Poder Judicial de la Federación.

Hoy acumula tantos recuerdos como anécdotas al consolidarse como magistrada, pero en ese periodo también reunió amenazas e intentos de soborno, debido a los asuntos que ha conocido en el área penal, entre los que se cuentan amparos de capos de la droga.

“Vivimos la época en la que mientras no aceptaras nada de estas personas te sentías tranquilo, porque como que había un código”.

En aquel momento, en la década de los 80, “no sentía tanto miedo por mí sino por mi familia, pero lo he hablado con mis hijos, no sólo por mi trabajo sino porque es muy común ahora el secuestro, y siempre nos hemos dicho: ‘ni un paso atrás’, porque con esa gente no se puede negociar ni se debe llegar a ningún arreglo; da miedo que no seas tú, sino alguien a quien tú quieres o que es importante para ti”, el que asuma las consecuencias de una decisión firme.

En 49 años de servicio, Elvia Díaz de León no ha solicitado medidas de seguridad como la asignación de escoltas o vehículo blindado.

Conserva en uno de los dos libreros de su oficina al sur de la Ciudad de México, una pequeña fotografía del magistrado Aulo Eugenio Lara Erosa, quien fue su mentor judicial a finales de los 60 y principios de los 70, a quien conoció cuando tenía 23 años, cuando cursaba el cuarto semestre de la carrera de Derecho en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y acababa de ser madre por tercera vez de su hija Ana Gabriela.

A su primer hijo, Carlos, lo tuvo a los 19 años y le siguió Alejandro, a quien tuvo a los 21 años. Desde pequeña se acostumbró a las familias grandes, puesto que ella es la mayor de siete hermanos, del matrimonio conformado por médicos que inculcaron en ella la pasión por ser una profesionista.

Haciendo cuentas, la magistrada aprovecha para aclarar que se casó a los 18 años, en la época en la que la mayoría de edad se conseguía a los 21, por lo que su padre tuvo que firmar el consentimiento para sus nupcias y, exactamente nueve meses después de su boda, nació Carlos.

“Cuando me integré a trabajar con don Aulo fue realmente para mí descubrir la maravilla, lo hermoso que es este trabajo. Es realmente algo que te llena, sobre todo cuando te gusta la materia y cómo hacerlo, y don Aulo me enseñó desde coser un expediente [unir las fojas] hasta a hacer proyectos de sentencia”.

Luego de 11 años en el Tribunal Colegiado, la magistrada ingresó a la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), lugar donde conoció a María Cristina Salmorán de Tamayo, juzgadora por la que el PJF instituyó el galardón que hoy recibirá.

Rememora que María Cristina Salmorán de Tamayo padeció en carne propia el rechazo de muchos de sus compañeros ministros que sentían que ella no tenía igualdad de inteligencia y capacidad que ellos.

“Durante muchos años los ministros de la Sala Penal decían que era imposible tratar los asuntos con una mujer presente, decían que no podían discutir abiertamente frente a una dama y por eso fue la última sala que tuvo secretarias mujeres, y yo fui la primera mujer que llegó a trabajar en esa área. Incluso el ministro Ezequiel Burguete Farrera me dijo: ‘me encantaría que te vinieras a la sala a trabajar conmigo, pero mis compañeros no lo permiten’, entonces sí teníamos ese veto”, relata.

El ministro Juan Moisés Calleja fue quien intercedió por Díaz de León para que fuera admitida en la Sala Penal de la Corte. Con su intervención inició lo que ella califica como una experiencia maravillosa en el máximo tribunal del país, en la ponencia de Fernando Castellanos Tena.

“Uno de los impedimentos que tenemos las mujeres dentro del Poder Judicial son las adscripciones, porque te nombran juez o magistrada y nunca sabes a dónde te van a mandar y ¿qué pasa con tu familia? Esa es otra problemática de las mujeres que trabajamos y tenemos familia, no sólo en el Poder Judicial sino en muchos ámbitos. Así que le dije a mi jefe [Castellanos Tena]: ‘aquí me voy a quedar hasta que usted se jubile’, él preguntó: ‘¿por qué?’ y respondí: ‘señor, yo no me puedo ir, ¿y qué hago con mis hijos, mi esposo y mi familia?’, es más fácil que uno como mujer siga al marido y no que el marido te siga a ti”, relata.

Por eso, cuando la nombraron magistrada de Circuito en 1984 estuvo a punto de perder la oportunidad que la regresaría a la oficina que la vio nacer en la carrera judicial.

“El ministro Jorge Iñárritu y Ramírez de Aguilar me dijo que mi adscripción podía ser a Mexicali y yo me acerqué con el ministro presidente de la Corte para decirle: ‘señor, si yo tengo que poner en una balanza mi familia y mi trabajo, no tengo elección, primero está mi familia, aunque mi marido me diga de rodillas que me va a cuidar a mis hijos’”, cuenta.

Con la creación del Tribunal Colegiado en materia Administrativa se abrió la posibilidad de que la nueva magistrada fuera asignada al Tribunal Colegiado en materia Penal.

“Donde yo había trabajado durante muchos años de oficial judicial y secretaria, y en la misma ponencia y en la misma silla de mi jefe, porque no la habían cambiado, y yo la sobaba para ver si por ósmosis se me pegaba algo de él, porque tuve el gran honor y la gran suerte de llegar a la silla del que fue mi jefe durante muchos años.

“Todavía me emociono, fue muy honroso y para mí fue una gran felicidad regresar a ese lugar donde estuve muchos años”, señala con nostalgia al mostrar la fotografía de su ex jefe.

Pero el caso del ex director de Pemex, no fue el único de los procesos más conocidos en México en contra de funcionarios que le tocó resolver, sino también los amparos promovidos por Arturo El Negro Durazo Moreno, ex jefe de la policía capitalina; Joaquín Hernández Galicia, La Quina, ex líder del sindicato petrolero, y de Napoleón Gómez Urrutia, líder del sindicato minero.

A ella le tocó vivir el homicidio del juez René Hilario Nieto Contreras a las afueras del Palacio de Justicia del Estado de México, supuestamente por órdenes del narcotraficante Osiel Cárdenas Guillén, caso que demostró que incluso negarse a participar de sobornos es un riesgo para los juzgadores.

“Estoy convencida de que mientras uno no acepte nunca nada de este tipo de gente, no va a suceder algo malo”, ahora hay que cuidar no sólo la integridad de los juzgadores y por esa integridad están más expuestos a los atentados.

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