Hace unas semanas las hijas de la señora Ramírez llegaron a una funeraria en la Ciudad de México, donde habían comprado con anterioridad un paquete de servicios para su mamá, quien recién había fallecido. Sorprendidos, los empleados del negocio las vieron llegar con un féretro.

“Quiero que pongan a mi mamá en este ataúd y no en el que compramos aquí. Por favor no me pongan trabas ni hagan un escándalo porque decidimos no usar el suyo”, argumentaron. “Verán, mi familia fabrica ataúdes y sé que el que traigo es completamente nuevo”.

Aunque la funeraria defendió que su producto también era nuevo, no les quedó más remedio que aceptar las condiciones y deseos de la familia Ramírez, aunque ello de ninguna manera significó ni un descuento ni devolución de dinero.

Desde el año 2000 y como consecuencia en el aumento de las cremaciones, la reutilización de ataúdes se ha vuelto una práctica cada vez más común por parte de las funerarias; lo que se convierte en fraude por dos razones: se realiza sin conocimiento del cliente y además, se le cobra el producto como nuevo.

Por otro lado, esta práctica trae consigo una grave consecuencia económica: el negocio va en declive. Hace 25 años había en el país un promedio de 35 productores de cajas (metálicas y de madera). Actualmente sólo quedan cuatro negocios de este tipo establecidos de manera formal a nivel nacional.

Litomexa es una de ellas. Pedro Jaramillo es socio y representante legal de esta fábrica ubicada en el Estado de México. Proviene de una familia que se dedica al negocio de la muerte desde hace 60 años y por eso conoce perfectamente la situación.

“Después de la cremación, ¿quién quiere llevarse un ataúd a su casa? Nadie, por eso los dejan en donación o esperan que la funeraria se deshaga de ellos, cuando no será así y eso abre un mercado negro. Es literal”, explica.

Un féretro es reutilizado, de acuerdo con Jaramillo, 10 y hasta 15 veces o más. Y refiere que hay funerarias que manejan la figura de renta; es decir, ofrecen al cliente rentar un ataúd en lugar de comprarlo para que gaste menos dinero. Pero, precisa, tal renta no existe porque en realidad el precio de renta es el mismo que el precio de venta.

Información de las funerarias señala que el precio de los féretros oscila entre 5 mil y 7 mil pesos, los más baratos, y hasta 300 mil pesos, los más caros, algunos de ellos, importados.

“La última ocasión en que una agencia usa la caja que reutilizó varias ocasiones es porque la venderá para un entierro”.

Los clientes de Jaramillo se ubican en estados del norte, centro y sur del país; él calcula que esto representa casi 5% del mercado nacional. Desafortunadamente su fábrica ha sido testigo del quiebre de grandes competidoras.

Lejos de que esto sea una buena noticia para él (por la llegada de nueva clientela), significa una sentencia sin fecha porque la siguiente quiebra, afirma, podría ser la suya.

“Tengo un cliente que hace años solía comprar 16 ataúdes al mes; hoy sólo me compra cinco porque los reutilizan. Hemos hablado del tema e incluso discutido, pero ellos afirman que lo seguirán haciendo porque nadie se los prohíbe, significa un ahorro económico y ganancias mayores. Y el servicio funerario no es más barato, sigue costando lo mismo”, explica.

En 1999 un importante cliente le propuso: “Te compro los ataúdes nuevos, los uso, te los vendo a ti ya usados, tú los reparas y me los vuelves a vender”.

Pedro Jaramillo dice que aceptó con tal de no perderlo. “Lo hicimos con un promedio de 60 ataúdes, pero vimos que a la larga era un problema porque era el doble de trabajo y muchas veces el olor que los cuerpos dejaban en las cajas no se quitaba con nada”.

Esta práctica indebida se realiza principalmente en el centro del país y zonas metropolitanas, no así en el norte y sur, donde las inhumaciones son más comunes. Asegura que las consecuencias alcanzan a estos estados, puesto que hay funerarias que buscan deshacerse de sus ataúdes usados vendiéndolos por lotes a otras funerarias de aquellas entidades.

Reutilizar féretros no significa reciclaje en términos ecológicos. Cuesta trabajo pensar cómo el “reciclaje” de un ataúd puede ser saludable, en términos sanitarios, cuando por allí han pasado 10 muertos que fallecieron en accidentes o enfermedades de origen diverso.

Los efectos en el negocio

Junto a estos fabricantes también pierden sus proveedores. Artículos Funerarios Anaya nació como empresa en 1952 y hoy sobrevive bajo la dirección de Francisco Javier Anaya.

“Cada vez que se reutiliza un ataúd, nosotros dejamos de vender siete metros de tela, un herraje, cuatro metros de pasamanería y 18 tornillos. En 15 años mis pérdidas han sido de 50% por lo menos”, afirma.

Este negocio también provee a las agencias funerarias de artículos decorativos para las salas de velación (crucifijos, candeleros, pedestales, floreros, entre otros) y últimamente esto tampoco les ha sido redituable, puesto que las funerarias se niegan a renovar su decoración, argumentando que en la actualidad la clientela no se los exige.

“Teníamos una sucursal en Monterrey, trabajábamos para varias funerarias que cerraron. Nosotros tuvimos que cerrar también. En Veracruz, Guerrero, Tamaulipas, León y Chihuahua también bajó la clientela”, explica.

Anaya está en contra de la renta de ataúdes. “¡Si no son smokings!”, dice. Advierte que en México debiera replicarse la misma práctica que en Estados Unidos, donde el cliente compra el ataúd por su cuenta y sólo contrata a la agencia funeraria para los servicios restantes.

Con la intención de mantener su empresa “hasta donde aguante”, redujo gastos, trabaja dos horas más al día, prescindió de la publicidad y se apoyó en internet. Aun así, no se ha sobrepuesto a las pérdidas que le dejó un cliente en Chihuahua que no pagó sus servicios.

“Son deudas incobrables. Lo que nos ha ayudado un poco es que nuestros proveedores en Puebla y Tlaxcala ya no fabrican telas, ahora las importan de China. Y no me pregunte cómo, pero aunque el dólar sube, siguen costando casi lo mismo”, dice.

A industrias Arga le fue peor. Era filial en México de Batesville Casket Company, fabricante e importador de féretros en Estados Unidos, y los elaboraba también en México a partir de cajas de metal y madera.

Antonio Arellano trabajó 22 años allí y narra: “Los dueños en EUA decidieron cerrar aquí la fábrica y dedicarse sólo a importar. El mercado negro de ataúdes nos afectó a pesar de que hacíamos cajas muy finas para clientes de élite que en aquel entonces eran 8% del mercado nacional. Con la reutilización bajó a 5%, en 2010 se redujeron las utilidades y en 2011 no tuvimos. Éramos 85 empleados, luego 60 y terminamos siendo ocho de tipo administrativo”.

En septiembre de 2012 la empresa se dedicó sólo a la importación con agencias funerarias de prestigio y líderes del sector en los estados, cuya principal clientela son familiares de políticos, empresarios o artistas. E incluso ellos, destaca, corren el riesgo de acabar en un féretro reutilizado que sus familias compran como nuevo.

“Después nos enterábamos que si aquel personaje importante era cremado, la funeraria grande vendía el ataúd a otra pequeña y les decían: ‘¿Te acuerdas del modelo importado que usó el político fulano de tal? Te lo vendo a tal precio’. Si los ataúdes de cremación se destruyeran, Industrias Arga aún existiría”, afirma.

Litomexa cuenta con una prensa que aplasta todo tipo de metales y los convierte en chatarra. Jaramillo la puso a disposición de quienes estén interesados en destruir féretros ya utilizados, para evitar su reuso. Actualmente recibe en promedio tres cajas al mes.

“En menos de un minuto el ataúd queda como calcomanía y se puede vender como chatarra por kilo, eso sí es reciclar y no el fraude que se comete con el cliente”, dice.

Precisa que aunque el tema fue motivo de debate, no fue incluido en la actualización de la NOM 036, que no ha sido publicada en el Diario Oficial de la Federación. Por eso cuando ésta sea publicada (no se sabe cuándo), dice, propondrá la elaboración de una norma técnica y sanitaria que prohíba reutilizar estos productos.

“Los integrantes del sector conocen mi postura. Les dije que buscaremos la forma de que el doliente compre el ataúd nuevo directamente con nosotros, porque es más confiable. Me contestaron: ‘¡Espérate, no nos hagas eso! ¡No nos chingues!’”, dice el empresario.

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