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Rafael y Leonora Tovar tenían fija la vista en el piso y se esforzaban por desviar la mirada. Frente a ellos había alrededor de 200 periodistas, entre camarógrafos, fotógrafos y reporteros que seguían puntualmente la llegada de las decenas de personalidades de la vida política, cultural, social y económica del país. Para ellos, los hijos mayores del secretario, no había mucho qué decir, salvo dos cosas: “Gracias por su presencia, porque muestra el interés por la vida y obra de mi padre” y “respeten un momento, que para nosotros es familiar, además de ser funcionario fue esposo, hermano, padre y abuelo”.

Pero Tovar y de Teresa fue todavía algo más: amigo, colega, líder, maestro y jefe. Y todos los que se sintieron apoyados, agradecidos o influidos por él, estaban ahí: secretarios de Estado, empresarios, artistas, políticos, gobernadores, funcionarios, secretarios de cultura estatales, servidores públicos, cabezas de área de la Secretaría de Cultura, gestores, promotores, periodistas, músicos, creadores, actores, cantantes, artistas y legisladores.

Pocas veces se ha visto en la historia reciente de México una despedida que convocara a tantos y a tan diversos actores del país.

El desfile fue muy intenso desde las 11 de la mañana y no disminuyó hasta cerca de las ocho de la noche. Había lágrimas de unos, como las de Sari Bermúdez, ex titular del Conaculta, quien aseguraba que el legado del que más se sentía orgulloso eran sus cuatro hijos; y semblantes desencajados, como el de Jorge Volpi.

La mayoría de los presentes coincidían en aseveraciones como que el secretario fue, ante todo, “un gran ser humano”, “un creador de instituciones”, “el centro de la política cultural del país de los últimos 25 años”, “un hombre culto”, “un amigo entrañable”, “el gran impulsor de proyectos culturales”.

Durante más de 10 horas desfilaron sin cesar ante el féretro del historiador y ensayista todos los que, de una u otra manera, se sentían en deuda con él, ya sea por mantener viva una revista como Pauta, que dirige el compositor Mario Lavista, hasta por sentirse apoyados en el desempeño de su trabajo, como el director de orquesta Carlos Miguel Prieto.

Rafael Tovar López-Portillo, hijo del secretario, así como Fernando Tovar y de Teresa, su hermano, fueron quienes acompañaron a algunos de los asistentes como Santiago Creel, con quien mantuvieron una larga conversación; a la periodista Silvia Lemus, viuda de Carlos Fuentes, quien llevaba en sus manos un pequeño ramo de flores; y Aurelio Nuño, secretario de Educación, quien aprovechó para decirle a Rafael: “Debes sentirte muy orgulloso de todo lo que hizo tu padre, fue un mexicano excepcional”.

Los arreglos florales se multiplicaban a cada momento e inundaron la sala de espera, el ambiente olía a crisantemos, llegaron tantos que hubo que ponerlos en las escaleras. Iban de parte de muchas organizaciones, desde medios de comunicación como EL UNIVERSAL, hasta de instituciones públicas, empresas privadas, asociaciones y fundaciones culturales y sociales.

Las horas transcurrían y el murmullo no cesaba. Los abrazos se repartían por montones. Nadie se atrevía a preguntar en voz alta sobre las dudas que había en el ambiente, como: ¿Quién será el próximo secretario?, ¿hace cuánto se supo que padecía mieloma múltiple cancerígeno? Y en medio de las inquietudes, los recuerdos, las anécdotas, como esa manía tan suya de citar libros o dar contextos históricos durante una conversación; los días en que disfrutaba de hablar de cine y de música, su pasión por la música.

Hubo quienes se quedaron por horas, como el tenor Francisco Araiza, y otros por unos instantes, como el escritor Xavier Velasco. Los afectos conocidos y reconocidos.

Las figuras contenidas, como Carmen Beatriz López-Portillo, primera esposa del secretario y madre de Rafael y Leonora Tovar, indispuesta a pronunciar una palabra que la llevara al llanto; los personajes listos para hacer política, como Teresa Franco, ex directora del INAH, quien después de reconocer sus constantes discusiones con Tovar, lanzó una advertencia: “Hay que estar pendientes de quién será el sucesor...”

En medio de todo, del ir y venir de personas, la música, una de las expresiones artísticas más amadas por el secretario. Los violines estaban ahí para despedir al funcionario con sus melodías. (Con información de Abida Ventura)

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