El desgajamiento en La Pintada, que sepultó a 71 personas al paso de las tormentas tropicales Ingrid y Manuel, sólo fue el antecedente para que en esa tierra productora de los mejores cafés del país exista una crisis que tiene en la quiebra a las 120 familias de esa población, a causa de la roya —un hongo en el café que provoca la caída prematura de las hojas—; de las 10 toneladas que recogieron los papás de Margarita Romero el año pasado, ahora sólo han podido llenar con mucho esfuerzo ocho latas, alrededor de 40 kilos.

Los 600 habitantes del lugar empiezan a resentir la crisis. “Muchos no saben qué hacer ahora que no hay café. Otros tratan de cortar las matas y sembrar otra cosa como plátano, naranja, toronja o guayaba”, dice Casto Moreno Deciderio, uno de las decenas de hombres que perdieron a su familia por las tormentas.

Este año “muchos no cosecharon nada. Se les acabaron las matas, parece que como que les echaron agua caliente, porque las plantas se quedaron secas, no pueden florear… Y dedicarse a sembrar la amapola no funciona aquí, esta tierra de La Pintada no sirve para eso. Pero muchos paisanos, para qué negarlo, no tienen huerta y van lejos, y venía otra gente de por allá y se los llevaban para la sierra, a trabajar, pero creo que ni eso es negocio”.

La pérdida de más de 90% de la producción de café, a la que se dedica la mayoría de los habitantes del lugar, los puede orillar a migrar o a dedicarse a otros cultivos, entre los que no descartan la amapola en la parte más alta de la sierra, reconocen los pobladores.

A más de dos años del desgajamiento del cerro que sepultó gran parte de la comunidad y dejó 71 muertos, hoy las 120 familias de esta población que se dedica a la producción del aromático dicen que están en la quiebra. Habitantes de este lugar enclavado en la sierra de Guerrero, a poco más de mil metros sobre el nivel del mar, reconocen y agradecen la construcción de 187 casas para recuperar las viviendas perdidas en septiembre de 2013, cuando dicen que el cerro “se les vino encima”.

Pero aunque las casas de uno y dos niveles les devolvieron un poco la alegría a quienes lo perdieron todo, aseguran que esto ha sido pasajero, puesto que la roya ha acabado con sus huertas y su situación económica se agrava al no poder contar con los ingresos anuales que antes tenían.

“Nos pegó el mal de la roya. Ahorita las huertas están inservibles. Tememos no recuperarnos pronto. El año pasado corté como 500 botes de café, este año se puede decir que nada. Otras épocas hasta mil 500 botes, pero ha venido bajando. Antes cosechaba como cuatro toneladas y este año fueron casi 100 kilos”, afirma Casto Moreno.

Este hombre de 66 años, quien el 16 de septiembre de 2013, cuando La Pintada quedó sepultada no se fue a un albergue, puesto que no quería dejar a sus familiares muertos; ahora relata que seguirá ahí pese a la crisis, pero reconoce que los jóvenes comienzan a irse a otras comunidades y a Estados Unidos.

Acepta que en La Pintada no se da la amapola como en la parte más alta de la sierra, y que en lo personal prefiere dedicarse a cultivar otros productos como el plátano, ante el hecho de que las huertas de café están acabadas.

Última alternativa

En la comunidad vecina de El Edén, el comisario municipal, José Nájera Arrieta, asegura que también la roya les ha afectado en más de 80% de la producción del café y que ante la crisis que viven, algunos podrían dedicarse a la siembra de amapola.

“Podría darse el caso, porque uno no podría decir que eso no se va a hacer, a lo mejor sí se podría dar el caso al ver que el gobierno no nos apoya, al no tener sostén para la familia”.

Ante la posibilidad de que en la parte más alta de la sierra la gente de la zona esté sembrando amapola, señala: “Pienso que sí para que vamos a decir, que no (...) Pero también les ha pegado a ellos, nos ha golpeado la crisis a todos. Le pedimos al gobierno que apoye, porque no quedará otra más que migrar o sembrar amapola. Uno tiene que buscarle para sobrevivir”.

Los gobiernos federal y de Guerrero han reconocido como zona amapolera la sierra de esta entidad. El pasado 20 de enero, se dio a conocer que fuerzas federales destruyeron 3 millones de plantas de amapola sembradas sólo en dos plantíos localizados en la zona serrana del municipio de Chilpancingo de los Bravo.

Jorge, un comerciante del municipio de Atoyac, reconoce que no sólo la crisis del café les ha pegado en esa región, sino también a quienes se dedican a la siembra de amapola, por los operativos de destrucción de esa planta por parte de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena).

En La Pintada los habitantes agradecen la presencia del Ejército, además de que sienten mayor seguridad, los soldados han realizado proyectos de construcción como las obras para asegurar la tierra en la parte donde se desgajó el cerro en 2013, un helipuerto y un parque, que generaron fuentes de empleo para integrantes de la comunidad, pero las tareas acabaron en febrero.

“En la construcción de las casas también se generó empleo, pero las obras de esto y del proyecto que hizo el Ejército terminaron y ahora la gente anda buscando en qué trabajar”, comenta el comisario municipal de La Pintada, Esteban Adame Araujo, quien también es productor de café y tuvo pérdidas de 90%.

“La gente se va a empezar a ir, puesto que los trabajos del gobierno federal que se vinieron a hacer se acabaron y el fuerte es el café. Pero sin más opción, vamos a tener que emigrar. Algunos se están yendo (...) y ante el golpe de la roya si el café no es opción, sí creo que es cuestión de ir buscando por otro lado”.

Sobre la siembra de amapola como alternativa, señala: “Aquí hasta ahorita no, pero igual más adelante, porque si no hay otra opción, le tienen que buscar para estar mejor”, aunque insiste que la tierra en La Pintada no sirve para ese tipo de cultivo, pero en la parte más alta de la serranía esos cultivos prosperan.

Destaca que es necesario que los gobiernos federal y estatal apoyen a los productores, puesto que hace unas semanas llegaron al municipio de Atoyac cajas con producto para fumigar la roya, pero no a todos les repartieron.

“Lo que hace falta es que le den medicina al enfermo”, asegura Adame Araujo, que las autoridades apoyen a quienes se dedican a la cosecha del café para rescatar las huertas y se puedan sembrar otros productos como plátano, naranja y limón. Tiene claro que “la gente aquí es trabajadora, que no pretenden vivir de la ayuda de los gobiernos sino apoyo para salir adelante”.

Margarita Romero Nájera, integrante de una familia de productores de café y de la Sociedad Cooperativa La Pintada, señala que en reuniones han concluido que se deben realizar diversos proyectos productivos como opción ante las pérdidas y presentarlas al gobierno federal para que les otorguen apoyos. “Mis papás cosecharon hace un año 10 toneladas de café y este año ocho latas nada más, que son como 40 kilos”.

La joven de 23 años, licenciada en educación y quien está por iniciar la carrera de Ingeniería Civil, dice que ante la crisis por la roya la realidad es que la mayoría está en la quiebra, puesto que siempre han vivido del café.

En El Edén, Esther Nájera, una mujer de 65 años, cuya familia se ha dedicado siempre a la producción del aromático —que en concursos nacionales e internacionales a los que ha asistido su esposo ha quedado en los primeros lugares—, alertó sobre la quiebra también en esa comunidad, puesto que si bien la roya no ha golpeado tan fuerte como en La Pintada, de no atenderse pronto las pérdidas podrían llegar a 100%.

Los habitantes de la región se aferran a rescatar sus huertos, su forma de vida, y piden ayuda, saben que la solución no está sólo en sus manos, piden la oportunidad de continuar con la tradición de producir el mejor café del país.

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