El caso Escobar ha cimbrado el sistema político y no es para menos. Que un personaje recientemente encumbrado al gabinete caiga de una manera tan rotunda admite, a mi juicio, tres lecturas posibles.

La primera y más alentadora para la vida institucional es que la FEPADE, a cargo de Santiago Nieto, ejerce cabalmente su autonomía y decide darle prestigio a una Fiscalía que durante muchos años no lograba posicionarse (o mejor dicho prestigiarse) ante los ojos de una sociedad crecientemente incrédula del funcionamiento general de las instituciones. El golpe es contundente y hunde al dirigente político de un partido que, de manera sistemática y profundamente arrogante, violó la legislación y desafió a la autoridad en el último proceso electoral. El caso de Escobar, el patrón de las tarjetas platino, podría marcar un antes y un después en lo que a impunidad electoral se refiere. La entrega de tarjetas Premia Platino a 10 mil electores que, con irritación algunos y beneplácito otros, recibieron en sus domicilios, puede cambiar la forma de proceder de los operadores políticos, de una manera similar a como el alcoholímetro modificó los hábitos de bebedores nocturnos. La sorpresa que ha causado la noticia impide ver todavía las implicaciones que ésta puede tener.

La segunda línea de interpretación podría ser política y nos llevaría al terreno de la especulación. Un Partido Verde envalentonado (incluso con el Presidente) pidiendo una cuota más amplia de participación en el gabinete (y probablemente en las candidaturas del año próximo) genera una reacción adversa por parte del poder y éste decide cobrar en una especie de factoraje con intereses. Dicho de otra manera, el enorme costo político que el Presidente pagó por nombrar a Arturo Escobar subsecretario de Prevención, es cobrado con intereses moratorios. En otras palabras, lo nombró y pagó un enorme desgaste, pero ahora cobra la deuda con intereses fundiendo el prestigio de un dirigente que arrastra una serie de tormentas por donde pasa.

La tercera línea es que Miguel Ángel Osorio (uno de los secretarios de Gobernación más poderosos desde los tiempos de Manuel Bartlett) decide quitar lastre a su equipo y tratar de relanzar una Subsecretaría que decididamente puede dar muchos mejores frutos una vez despejada la incómoda figura de Escobar. En esta misma línea, es probable que una fractura en la dirigencia del Partido Verde haya llevado al ahora ex subsecretario a perder el apoyo de su dirigencia. Si tuviese que escoger preferiría la primera, en cualquier caso, creo que tanto al Partido Verde como a Osorio les viene de maravilla prescindir del personaje que se había convertido ya en un lastre.

Veremos en qué termina el asunto, pero si Escobar resulta finalmente procesado, la Fepade adquirirá una credibilidad muy alta y eso redundaría positivamente en la imagen del gobierno y probablemente también en la percepción externa de México, una imagen marcada por la impunidad.

Analista político.

@leonardocurzio

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