Donald Trump amenazó con acabar la crisis en Venezuela con una acción militar. Por sorpresa, el presidente de Estados Unidos dinamitó el tablero de juego de las posibles salidas al problema venezolano con una propuesta fuera de tono e imprevisible como él, que eleva la tensión en el continente y deja en una incógnita todo lo que llegue a partir de ahora.

Poco después, la Casa Blanca emitió un comunicado diciendo que Maduro solicitó una llamada telefónica con Trump, pero que éste hablará “felizmente con el líder de Venezuela tan pronto como la democracia se restablezca en ese país”. Subrayó que EU “está con el pueblo venezolano, de cara a la continua represión del régimen de Maduro”.

“Tenemos muchas opciones en Venezuela. Ah, y por si acaso, no voy a descartar una opción militar”, dijo Trump desde su resort en Bedminster donde pasa sus “vacaciones de trabajo”.

Rodeado de las principales cabezas diplomáticas de su gobierno (el secretario de Estado, Rex Tillerson, y la embajadora ante Naciones Unidas, Nikki Haley), el presidente estadounidense trató de justificar una postura que, por las caras que pusieron los miembros de su gabinete, llegó casi por sorpresa. La decisión de Trump buscaría ayudar a la “gente que está sufriendo y muriendo” en el país latinoamericano. “Es nuestro vecino”, argumentó como si fuera la razón última por la cual EU debería intervenir militarmente en Venezuela.

La decisión de Trump parece, al menos de inicio, contraria a la política diplomática que estaba liderando su departamento de Estado, e incluso contraproducente para menoscabar el po der del presidente Nicolás Maduro en Venezuela. EU estaba manejando los hilos de forma diplomática desde un segundo plano, sin hacer ruido. La Organización de Estados Americanos (OEA) había servido de pantalla perfecta para estos esfuerzos: aunando el esfuerzo con otros países de la región, entre ellos México, se estaba tratando de conseguir una alianza continental para condenar el régimen de Maduro.

La OEA, con su secretario general Luis Almagro a la cabeza, parecía que aceleraba en su posición conjunta de rechazo. La declaración de Lima de hace unos días mostró la unidad de los grandes países hemisféricos en ese tema. Estados Unidos siempre aparece en las fotos en segundo plano, liderando desde la sombra. El sentimiento imperialista todavía está muy presente en el continente y las injerencias para cambios de gobiernos e influir en políticas locales durante el siglo XX todavía son muy recientes.

Sólo con la amenaza de una acción militar, Trump podría haber dinamitado el trabajo diplomático de años. Tillerson, hace pocos días, todavía resaltaba el tremendo análisis de la diplomacia estadounidense para encontrar una solución, “evaluando todas las opciones políticas” con el objetivo de provocar que surgieran las “condiciones” necesarias para que Maduro viera que su gobierno no tiene apoyo ni futuro.

El Departamento del Tesoro, por su parte y en paralelo al trabajo diplomático, apretaba las tuercas y presionaba con sanciones cada vez más seguidas y apuntando cada vez más alto en el escalafón de régimen, tocando incluso —y de forma más simbólica que efectiva— al propio presidente Maduro.

No es útil: analistas. Las palabras de Trump, probablemente un episodio más de su retórica hiperbólica que al final no tendrá resultado tangible, generó reacciones instantáneas, todas sobre los efectos negativos de la lengua desbocada del presidente de EU. Las reacciones contrarias al anuncio no se hicieron esperar.

“Es difícil exagerar cuán gran regalo es para Maduro, quien va a jugar con esta amenaza de Estados Unidos para buscar apoyo en Venezuela y el resto de América Latina”, analizó Ben Rhodes, quien fuera asesor en seguridad nacional de Barack Obama.

“Es, de lejos, la cosa menos útil que podría decir la Casa Blanca sobre Venezuela en este momento”, lamentó Geoff Ramsey, especialista en Venezuela de la Oficina en Washington para América Latina (WOLA). El Pentágono, de nuevo apartado en la toma de decisiones, dijo no haber recibido órdenes de la Casa Blanca en relación con una posible futura actuación en el país caribeño.

El ministro venezolano de Defensa Vladimir Padrino tachó de “acto de locura” la amenaza de Trump.

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