Venezuela es un país polarizado, eso no es una novedad. Los opositores al gobierno del presidente Nicolás Maduro son un grupo amplio que incluye diversos sectores de la sociedad que exigen elecciones libres y en los últimos años han adquirido fuerza y presencia con base en movilizaciones dentro y fuera del país.

Desde hace años han buscado la atención de los países vecinos ante las carencias que enfrentan. Han denunciado a través de redes sociales, foros y medios de comunicación la escasez de alimentos y medicinas, así como su exigencia para poner fin a un gobierno que, aseguran, no resuelve los principales problemas de la población.

El encarcelamiento del político opositor Leopoldo López, en 2015, llamó la atención internacional y desde entonces su esposa, Lilian Tintori, se convirtió en una voz que ha llevado el mensaje de la oposición a todo el mundo y ha logrado reunirse con los presidentes del continente, incluyendo a Enrique Peña Nieto, de México, y Donald Trump, de Estados Unidos.

Pero no son los únicos. Dentro de Venezuela el gobernador del estado de Miranda, Henrique Capriles, suele encabezar manifestaciones y protestas; el presidente de la Asamblea Nacional, Julio Borges, es una figura constante en la complicada escena política, al igual que el político Henry Ramos Allup y María Corina Machado, dirigente del partido Vente Venezuela.

En las elecciones de diciembre de 2015 el bloque opositor logró la que ha sido su victoria política más importante al obtener la mayoría en la Asamblea Nacional (órgano legislativo) con el bloque denominado Mesa de Unidad Nacional (MUD), que reúne a todos los partidos opositores al Gran Polo Patriótico Simón Bolívar (que encabeza el oficialista Partido Socialista Unido de Venezuela y sus organizaciones satélite).

El 5 de enero de 2016 se instauró una Asamblea con 112 diputados de la MUD y cinco del oficialismo. Desde entonces, los enfrentamientos con los otros dos poderes del gobierno venezolano (el Ejecutivo y el Judicial) han estado a la orden del día, a tal grado que ha sido declarada en desacato y sus decisiones se consideran sin efecto. En marzo pasado, el Tribunal Superior intentó asumir sus funciones, lo que generó una ola de protestas internas y la condena internacional.

Sumados a los políticos se encuentra parte de la sociedad civil de clase media y los jóvenes que no tienen trabajo y han dejado la escuela, en su mayoría de clase baja, quienes protagonizan las protestas diarias contra el gobierno.

Una carta fuerte que se unió a este grupo en los últimos meses y se rebeló ante el sistema de Nicolás Maduro fue la fiscal general, Luisa Ortega, quien se asume como chavista, y no es la única de ese grupo. Académicos, políticos e incluso militares retirados, fieles a los principios de Hugo Chávez, han dado la espalda al gobierno de Maduro.

Afuera de Venezuela la oposición también tiene bastiones y el más fuerte está en Estados Unidos, donde la comunidad venezolana que ha emigrado organiza colectas para enviar ayuda, principalmente alimentos y medicinas para sus familiares.

Tras la victoria en las elecciones de 2015 la oposición se ha topado con pared. En 2016, su petición para realizar un referéndum revocatorio para sacar del gobierno a Maduro enfrentó todo tipo de obstáculos por parte del gobierno, hasta que fue eliminada. Ahora, tienen una nueva prueba con el plebiscito contra la Constituyente que, si bien no tendrá ningún efecto real, mostrará al gobierno el tamaño de su fuerza.

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