Moscú pensó que uno de sus hombres, Sergey Kislyak, un diplomático que muchos sugieren es un espía de alto nivel del Kremlin, podría ser la llave maestra que le permitiría la entrada al nuevo gobierno de Donald Trump. Sin embargo, tras seis semanas desde que el republicano llegó a la Casa Blanca, el embajador ruso en Washington está en el centro de algunos de sus peores problemas.

Kislyak es el denominador común de las cuestionadas relaciones entre los cercanos de Trump y Rusia antes que llegara al poder. Esta semana, el fiscal general, Jeff Sessions, se convirtió en el segundo miembro del gobierno que tuvo que dar explicaciones luego que se revelara que mintió durante su comparecencia para el cargo ante el Senado sobre sus contactos con los enviados de Moscú.

Sessions incluso podría perder el cargo y, ya tuvo que inhabilitarse de las investigaciones que pesan sobre Rusia. Los cuestionamientos, además del posible perjurio, a la reunión con Kislyak se deben a que estos ocurrieron en las mismas fechas en que la campaña electoral fue víctima de hackeos por parte del Kremlin, según revelaron los servicios de inteligencia. Una injerencia que se realizó para favorecer a Trump sobre la demócrata Hillary Clinton.

Algo similar ocurrió con el ahora ex asesor de Seguridad Nacional, Michael Flynn. Trump, tuvo que pedir la renuncia al ex general luego que este mintiera al Vicepresidente, Mike Pence, sobre las conversaciones que tuvo con Kislyak. El día que el ex Presidente Barack Obama sancionó a Moscú, Flynn habría discutido con el embajador sobre la posibilidad de que el republicano le levantara ese castigo a Rusia a su llegada al gobierno. En EU, es ilegal que un particular lleve a cabo negociaciones diplomáticas y Flynn, todavía, no era parte oficial del gobierno.

El último involucrado: el yerno del Presidente. El marido de Ivanka, Jared Kushner, ahora uno de los asesores presidenciales, también estuvo con Kislyak durante la transición.

El hecho de que Kislyak fuera el punto de contacto en estas situaciones no es en sí mismo controversial o sorprendente. Él es el principal diplomático del Kremlin en EU, y tiene sentido que estaría en conversaciones con una campaña presidencial y luego con una administración entrante que buscan cambiar radicalmente la relación de Washington con Rusia.

"El embajador Kislyak hizo lo que todos los embajadores hacen, es parte de la descripción del trabajo desarrollar tantas relaciones variadas con el liderazgo del país anfitrión como sea posible", dijo a "El Mercurio" Peter Rollberg, profesor de The George Washington University.

Sin embargo, el hecho volvió a prender fuego a las críticas sobre la relación entre Trump y Moscú. Y ha despertado sospechas sobre el embajador. Kislyak, de 66 años, es un ingeniero que ha pasado toda su carrera en el servicio exterior de Rusia. Su primera misión en EU fue entre 1985 y 1989, durante el intento del entonces Presidente Mijail Gorbachov para reformar la Unión Soviética.

Actualmente está en su tercera estancia en EU, que comenzó cuando fue nombrado embajador en 2008. Se dice que fue clave en la negociación, al inicio del gobierno de Barack Obama, entre Washington y Moscú para reducir la capacidad armamentística de ambos países. Desde 2014, a raíz de la anexión rusa de Crimea, ha presenciado cómo la relación bilateral vive su peor momento desde el fin de la Guerra Fría.

"Hemos aprendido a vivir sin ustedes y ustedes han aprendido a vivir sin nosotros", dijo en una ocasión al explicar que aunque hay más cosas que unen a Rusia de Estados Unidos que las que los separan, el conflicto en Ucrania, la expansión de la OTAN hacia los países bálticos y la imposición de sanciones los ha distanciado.

Grande, corpulento, de rostro redondo y sonriente, amante de la cocina rusa, Kislyak tiene un bajo perfil pero no duda en comentar lo que concierne a su país. "Nos hemos convertido en un daño colateral en la lucha entre los dos partidos", dijo sobre las acusaciones de intervención rusa a la campaña.

El embajador conoce muy bien cómo funciona Washington y por eso es el perfecto enviado para cumplir con el objetivo de acercamiento de los países, que habían prometido el Presidente ruso Vladimir Putin y Trump. La cadena CNN incluso lo acusó de ser "el jefe reclutador de espías" en Estados Unidos para el servicio ruso de inteligencia en el exterior.

Sin embargo, sus contactos con los cercanos de Trump no serían sospechosos si no fuera porque Flynn y Sessions mintieron sobre ellos y porque las relaciones y posibles conflictos de interés de Trump y Rusia han sido cuestionados tanto por los demócratas como los republicanos.

"Amigos, no seamos ingenuos. Obviamente Kislyak se estaba reuniendo con Sessions debido a su rol en el mundo de Trump. Ese es su trabajo", advirtió el ex embajador de EU en Moscú, Michael McFaul.

Todavía existen muchas dudas. "Lo que no sabemos es cuál fue la motivación (desde el lado estadounidense) para estas reuniones", dijo a este diario Richard D. Kauzlarich, ex embajador estadounidense y profesor de George Mason University.

Kislyak estuvo presente el martes en el primer discurso de Trump ante el pleno del Congreso. Ahí habló con otros diplomáticos extranjeros y legisladores estadounidenses que acudieron a escuchar al Presidente. Días después, está en medio de la polémica. Pero, quizás, no por mucho. Para este año se espera su retiro.

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