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En uno de los bombardeos en la ciudad de Wadi Barada, en las afueras de Damasco, Mutamín, miembro de la Defensa Civil de Siria (conocida como Cascos Blancos), fue alcanzado por un fragmento de metralla que se incrustó en su ojo izquierdo. “Los ataques no disminuían, los caminos estaban cerrados”, relata Abu Al-Laith, director de comunicación de la Defensa Civil de Siria.

Pasó un mes para que el joven rescatista pudiera salir y recibir atención médica. Perdió el ojo izquierdo.

Hoy, a Mutamín lo atienden en un hospital en Gaziantep. Al momento de esta entrevista el conflicto en Siria ha cobrado la vida de 163 voluntarios y otros 400 de ellos fueron heridos. Así lo indica Al-Laith. Habla de esta circunstancia mientras su compañero duerme, por los efectos del sedante. “Los médicos lograron sacarle la metralla del ojo. Sin embargo, nos informaron que no va a recuperar la vista nunca más”, manifiesta con tristeza.

Abu tiene 26 años. Fue en 2013 cuando se unió a los Cascos Blancos. En ese momento se encontraba estudiando Ciencias de la Comunicación en Aleppo y fue por eso que con naturalidad comenzó a documentar los crímenes y las masacres de guerra que ocurrían ahí.

Por instantes, Mutamín se mueve, está inquieto. Sus manos buscan las de Abu, quien las toma y le sonríe. Ahora están a salvo. Sin soltarlo nos narra un poco de lo que han vivido como parte de una organización que surgió con el fin de rescatar a las víctimas civiles en los ataques de Siria.

A finales de 2016 fueron desplazados de Aleppo. Las condiciones humanitarias en las que se encontraban los civiles eran “miserables”. “Los ataques aéreos se daban todos los días, ocurrían por cientos. Las fuerzas del régimen de Bashar al-Assad nos obligó a aislarnos cada vez más”, dice.

Durante uno de los desplazamientos, Abu fue detenido por las milicias chiítas. Las computadoras y la información que llevaba consigo fueron destruidas. Imágenes, documentos, archivos, todo quedó en manos de los milicianos. “Nos mantuvieron durante casi cuatro horas hasta que nos soltaron sin nada, incluso nuestra ropa fue tomada, nos liberaron desnudos. Nos las arreglamos para salir de Aleppo después de dos o tres días”, relata.

Los Cascos Blancos, que recientemente se dieron a conocer a nivel internacional gracias al Oscar que recibió el documental que lleva por título el nombre de la organización, han rescatado a más de 83 mil civiles que habían quedado bajo los escombros. “Son niños, mujeres, hombres, tuvimos éxito en rescatar a muchos. Este trabajo humanitario está inspirado y resumido en un versículo coránico: ‘Quien salva una vida, salva al mundo entero’”, afirma con convicción.

EL UNIVERSAL se entrevistó también con Khaild Al-Khati, jefe de Atención Médica y Lesiones de la Defensa Civil de Siria, quien indica que, debido a la guerra, las necesidades de las personas que aún están en Siria han aumentado. Es por eso que las actividades de los Cascos Blancos se han diversificado y ahora, además de ser rescatistas, también se involucran en las actividades de desplazamiento.

“Nos ocupamos de la evacuación de los heridos, las ambulancias y la lucha contra incendios. Cubrimos nueve provincias dentro de Siria y vamos a cubrir una nueva llamada Quneitra”, afirma Khaild.

Cascos Blancos, así se les conoce. Dos palabras, pero con gran significado. Algunos tienen sus reservas respecto a ellos, otros simplemente los admiran. Lo innegable es lo que las imágenes muestran.

Son personas que arriesgan su vida para rescatar a miles que han sido víctimas de un conflicto que no pidieron ni esperaban, que no soñaron: la guerra de Siria.

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