Una pelea entre grupos criminales desató una matanza en el Complejo Penitenciario Anísio Jobim (COMPAJ), la cárcel más grande del Amazonas, en Brasil, con un saldo preliminar de 56 muertos.

La batalla terminó con cuerpos desmembrados, cabezas decapitadas y grandes charcos de sangre. Se trata de la matanza en una prisión más grande en Brasil, desde 1992, cuando un motín de Carandirú dejó 111 presos muertos. En 2006 otro evento dejó 133 muertos, pero en esa ocasión los disturbios se registraron en varias prisiones del país.

En el COMPAJ había mil 224 hombres internos, cifra que triplica la capacidad de la unidad.

Anoche, las autoridades reportaron una nueva revuelta en el Centro de Detención Provisional Masculino (CDPM), también Manaos. El gobierno local dijo que la situación estaba bajo control y no dio detalles de fugas o heridos.

En una inspección en octubre, el Consejo Nacional de Justicia había calificado la prisión de COMPAJ como “pésima”: los presos no tenían asistencia jurídica, educativa, social ni sanitaria.

El estallido comenzó con la fuga de al menos 20 detenidos, y rápidamente siguió un motín y un enfrentamiento entre la Familia do Norte y el Primiero Comando da Capital (PCC, el cártel más grande del país), grupos criminales que rigen la vida carcelaria.

Durante las 17 horas que duró el motín, que inició la noche del domingo, hubo siete rehenes, y terminó hasta que ingresó un batallón de choque.

“El sistema carcelario brasilero es arcaico”, dijo a EL UNIVERSAL Guaracy Mingardi, investigador del Foro Brasilero de Seguridad Pública, una ONG con sede en San Pablo.

“Tenemos grandes crisis y matanzas que nunca acaban, porque el modelo es muy práctico para los gobernantes: ellos se desentienden del control de las prisiones y las dejan en manos de las organizaciones delictivas”, explicó.

El especialista aseguró que no sería raro que el PCC replique el ataque en otro reclusorio del país.

“El Estado no hace nada y se desentiende de un problema”, señaló.

Los analistas coinciden en que la crisis del sistema carcelario es nacional; esta masacre podría haber ocurrido en cualquier otro sitio. “Los problemas son estructurales: hay una población carcelaria enorme, las políticas no acompañan su crecimiento y el sistema judicial es altamente punitivo”, explicó a este diario Joao Trajano, coordinador del Laboratorio de Análisis de la Violencia de la Universidad del Estado de Río de Janeiro. “En Manaos el conflicto fue entre dos grupos que disputaban la primacía de las actividades criminales adentro de la prisión y afuera de ella. Esto es muy común: Brasil tiene un grado alto de corrupción y de promiscuidad entre el mundo carcelario y el del crimen extramuros, y el Estado es cómplice y víctima”, dijo.

“Mientras que Estados Unidos y Rusia intentan disminuir su población en prisiones, Brasil es el país que tiene el mayor crecimiento carcelario del mundo”, indicó a EL UNIVERSAL Luis Francisco Carvalho Filho, abogado penalista que presidió la Comisión Especial de Muertos y Desaparecidos Políticos.

“El Estado tiene una política de encarcelamiento no planificada y, por otro lado, el narcotráfico es reprimido muy severamente, de modo que mucha gente termina en el mismo sitio que los líderes de los grupos organizados. Brasil perdió completamente el control de las cárceles”, expuso el abogado. Con información de DPA

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