Washington.— La era Donald Trump inició con un ambiente de tensión social que no se sentía en una investidura presidencial en Estados Unidos desde los años de la Guerra de Vietnam.

Gases lacrimógenos, cohetones, quemas de vehículos, vandalismo a comercios y choques entre manifestantes y fuerzas del orden se registraban en las calles de Washington mientras el nuevo mandatario estadounidense emitía su discurso inaugural.

“Hoy será recordado como el día en que emergió la resistencia a Trump, quien marca un retroceso para esta nación”, dice a EL UNIVERSAL Emma Marrero, asesora jurídica y quien vino desde Puerto Rico sólo para participar en las manifestaciones de protesta. “Pasará a la historia como el día en que se ha hecho evidente el choque cultural, social y de clases que se está viviendo en EU”, dijo María Calbeto, estudiante de Derecho.

La jornada arrancó antes de que se asomara la luz del día, con la concentración de simpatizantes del que entonces era todavía presidente electo, y de manifestantes, estos últimos, en su mayoría reunidos fuera del perímetro de seguridad resguardado por 28 mil elementos de distintas agencias del Estado.

Convocados bajo el llamado a la resistencia, la solidaridad, la libertad y el rechazo al odio, los manifestantes se congregaron en al menos 12 marchas convocadas en distintos puntos del primer cuadro de la ciudad.

Estaban los pacifistas, los encapuchados y vestidos de negro, los ambientalistas, los opositores al capitalismo, los progresistas, los promotores de la equidad de género, los defensores de los migrantes y las minorías, y los simpatizantes de la despenalización de la marihuana, quienes desde temprano repartieron “churros” en la Glorieta Dupont Circle.

Las marchas comenzaron al ritmo de tambor y al grito: “No Trump”, “no Pence [el vicepresidente Mike]”, “no KKK [Ku Klux Klan]” y “no a un EU fascista”. Pero la de los encapuchados, algunos con máscaras antigás, guantes repelentes al fuego, cascos y lentes oscuros, y que inició en la McPherson Square, tardó más en los preparativos que en lo que fue intervenida por las autoridades.

“No pertenecemos a ningún grupo”, respondió a este diario de manera desconfiada un sujeto al que sólo se le observaban los ojos y se le veía dispuesto a garantizar que el primer día de Trump como presidente no fuera uno de fiesta.

El primer choque con las autoridades tuvo lugar poco antes de que Trump se dirigiera al Capitolio para prestar juramento como presidente 45 de la Unión Americana. Unos 95 manifestantes, la mayoría vestidos de negro, se enfrentaron con las fuerzas del orden. Usando la fuerza, los uniformados los acorralaron a las puertas de la American Health Care Association, ubicada a 8 calles de la avenida Pennsiylvania, donde transcurrió el desfile victorioso de Trump y a tres del perímetro de seguridad implementado con motivo de la investidura.

“La dictadura de Trump ha iniciado”, dijo uno de los manifestantes, mientras los agentes le cortaban el paso al grito de: “¡Atrás!”, “¡atrás!”.

Al pasar las horas, el ambiente fue tornándose cada vez más tenso. Los manifestantes seguían cercados en una esquina por uniformados armados con macanas y escudos, al tiempo que más y más personas llegaban a un grito: “¡Déjenlos ir!”.

La situación cambió cuando el equilibrio de fuerzas se alteró ante el sorpresivo arribo de unos 200 manifestantes que al sentirse mayoría intentaron liberar por la fuerza a los “secuestrados”. A partir de ese momento los choques violentos entre las autoridades y centenares de manifestantes fueron esporádicos y se extendieron hasta la noche. De acuerdo con el último reporte policiaco, el saldo de los disturbios fue de 217 detenidos y seis policías heridos, tres de ellos por golpes leves en la cabeza por objetos lanzados, como tabiques del adoquín de las avenidas. También hubo decenas de personas afectadas por el gas lacrimógeno. Al menos un manifestante fue hospitalizado.

Fue incendiada una camioneta y una limusina, hubo destrucción de señalamientos públicos, daños a por lo menos una sucursal del Bank of America, un McDonald’s y un Starbucks, y quema de expendios de periódicos, botes de basura y bancas públicas. El jefe de la policía local, Peter Newsham, dijo que se trató de incidentes aislados y provocados por gente que llegó a la ciudad para provocar destrozos.

Las autoridades cifraron en 400 o 500 el número de participantes en las protestas violentas, aunque durante los hechos registrados en la Franklin Square, donde se fusionaron varios movimientos, fueron miles los manifestantes los que estuvieron presentes durante los embates de los oficiales con macana y escudo en guardia.

Entre los inconformes que no participaron en los desmanes estuvo Aarón, de 14 años, nacido en Washington. “Vengo porque a Trump no le importan los demás, sólo él mismo. Es falso como su esposa. EU no tiene que ser grande de nuevo, ya lo es”, sostuvo el adolescente portando una playera con el rostro de Barack Obama y una pancarta en la que se lee “Dump Trump” (desechar a Trump). Aarón no estaba de acuerdo con los actos de violencia, pero entendía lo que ocurría. “Vengo con mi amigo a manifestarme en paz, pero entiendo que mucha gente esté frustrada”.

Desde la ceremonia de investidura del segundo mandato del entonces presidente Richard Nixon, Washington no registraba una manifestación tan grande en contra del nuevo inquilino en la Casa Blanca. En aquella ocasión, en 1973, la marcha fue contra la Guerra en Vietnam y contó con la movilización de entre 25 mil y 30 mil personas, y terminó con docenas de arrestos.

Para la investidura de Trump, según datos no oficiales, se autorizó al menos la participación de 20 mil personas en las protestas organizadas. Hubo actos en Nueva York, en Austin (Texas), en Chicago (Illinois) y en Los Ángeles (California), entre otras ciudades. Para hoy se espera que unas 200 mil personas participen en la marcha de mujeres contra Trump.

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