El 1 de enero de 2016 fue fatal para el hondureño Salvador Mejía.

Cerca de las 08:20 horas del primer día del año, recibió la noticia de que su hijo, Salvador Adalid Mejía, de 10 años, murió en un hospital de Tegucigalpa tras una semana de luchar contra la muerte al estallarle en el abdomen una pieza de pólvora, tipo mortero, que recogió en una calle del occidental departamento de Copán, Honduras.

Sin detonar y como saldo de las fiestas del 24 de diciembre de 2015, la pieza fue hallada por el menor en la mañana del día siguiente y se la llevó a su casa, donde intentó encenderla. El artefacto explotó y le destrozó el 90% de la piel y órganos vitales, como el estómago, y aunque fue llevado de urgencia en helicóptero a la capital, pereció de un paro cardiorrespiratorio y de una falla multiorgánica.

“Le dije a mi Dios que no me lo hiciera sufrir más”, narró el padre al enterarse de la muerte de su hijo.

El episodio es sólo uno de los que, pese a las campañas de alerta y a las restricciones para producir, almacenar y vender fuegos artificiales, muestra las secuelas de la pólvora industrial o artesanal en Centroamérica y Colombia. El fenómeno exhibe un dramático rostro humano como el que ahora azota a México por la mortal explosión que esta semana devastó lo que supuestamente era el mercado de juegos pirotécnicos más seguro de América Latina.

Un estallido como el que la tarde del pasado martes sacudió al mercado de pirotecnia de San Pablito, en Tultepec, estado de México, las unidades hospitalarias centroamericanas y colombianas para quemados por manipulación de pólvora siguen recibiendo a víctimas de un negocio que crece en las temporadas de fin de año y en los festejos patrióticos o religiosos nacionales, regionales o locales.

Honduras contabilizó al menos 19 quemados con pólvora sólo el primero de enero de 2016, según cifras oficiales. La Secretaría de Salud de Honduras informó a EL UNIVERSAL que se produjeron ocho del pasado 1 de noviembre a ayer.

El Ministerio de Salud de El Salvador comunicó a EL UNIVERSAL que sumó 175 del 1 de noviembre de 2015 al 6 de enero de 2016 y que ya lleva una docena en ese mismo plazo que corre desde el mes pasado. El gobierno de Nicaragua reportó ayer que en lo que va de diciembre de 2016, con 70 quemados, se duplicó el acumulado en ese mismo plazo de 2015.

Otro dato desnuda la situación guatemalteca: 2 mil 131 menores de edad, jóvenes y adultos resultaron quemados con pólvora del primero de enero de 2014 al 31 de octubre de 2016, lo que equivale al 5% del total de 42 mil 630 personas que sufrieron quemaduras con líquidos calientes, flama, fricción, pólvora y descargas eléctricas en ese periodo, según el Ministerio de Salud de Guatemala.

“Tenemos un indicador anual del 9%, que es alto, de infantes con quemaduras por pólvora”, dijo la guatemalteca Meylin Tezagüic, jefa de Enfermería del (estatal) Hospital Roosevelt, uno de los principales de Ciudad de Guatemala y centro de referencia nacional.

“A este hospital vienen todos estos casos, principalmente en esta época y en enero, finalizando las fiestas, de niños y niñas que han sufrido amputaciones por explosión de cohetes y otros tipos de artefactos”, explicó a EL UNIVERSAL.

Ninguna fuente responsable suministró los números actualizados de Costa Rica, cuyas leyes castigan el suministro de pólvora a menores, y de Panamá.

Gobiernos latinoamericanos llaman a reducir uso se cohetes en festividades

Los gobiernos nacionales, departamentales y municipales de Centroamérica y Colombia acostumbran lanzar campañas de alerta para prevenir los daños humanos por el uso de la pólvora. “Que la diversión sea tu mejor opción. Fiestas sin pólvora”, pidió el Instituto de Salud de Colombia, mientras que la Alcaldía de Tegucigalpa clamó por una “Navidad sin pólvora” y el Hospital de Niños de Costa Rica urgió: “#CeroQuemadurasConPólvora”.

El Instituto registró 279 quemados con pólvora del 1 al 21 de diciembre de este año, una reducción de 66 con respecto a ese periodo de 2015, cuando llegaron a 345. De la temporada actual, 142 lesionados (50.1%) son menores, en tanto que en la anterior hubo 917, de los que 42,1% o 386 correspondió a menores.

La policía colombiana decomisó 16 toneladas de pólvora en diciembre de este año en los departamentos de Cundinamarca y Antioquia, el más golpeado por los fuegos artificiales, con 41 quemados al recuento difundido ayer en la mañana.

“Hay contrabando de pólvora, que sigue sin ser totalmente industrial, desde China, o más artesanal de Guatemala y el resto de Centroamérica, hacia Costa Rica”, confirmó a este periódico el costarricense Raúl Carvajal, asesor legal de la Dirección General de Armamento del Ministerio de Seguridad Pública de Costa Rica. “Todos esos países tienen producción de pólvora y es frecuente que encontremos esos contrabandos, aunque en cantidades pequeñas”, aclaró.

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