Miles de residentes fronterizos, ciudadanos estadounidenses que viven en México, cruzaron las garitas para ingresar a Estados Unidos y ejercer su derecho al voto en su país de origen.

Desde la madrugada, caminando o en vehículo, se formaron en los cruces peatonales para estar en las casillas. Quienes viven fuera de Estados Unidos recorren grandes distancias.

Estadísticas de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza arrojan que diariamente cruzan 500 mil personas, un total de 181 millones en un año.

Es imposible cuantificar cuántos tienen residencia legal, cuántos son ciudadanos estadounidenses y quiénes cruzan a trabajar de manera irregular. El estudio denominado Construyendo Puentes o Construyendo Muros, elaborado por el Colegio de la Frontera Norte de México este año, detalla que en los 3 mil 144 kilómetros que corren de oeste a este en la frontera, 6 millones de empleos dependen del intercambio comercial entre ambos países.

Mónica Ibarra es hija de padres mexicanos y aunque nació en California vive en Tijuana. Comenta que en territorio estadounidense la renta es muy alta. Aunque entra a trabajar por la tarde, ayer tuvo que levantarse a las tres de la mañana para ir a sufragar: por las mañanas la línea para ingresar a Estados Unidos por la garita internacional de San Ysidro puede extenderse hasta cuatro horas.

Se levantó muy temprano, se formó en el carril regular para ingresar a California y tras varias horas llegó a San Diego. Ubicó su casilla para votar y puntual eligió al que considera es la mejor opción para la presidencia de la Unión Americana.

“Como latina, como hija de padres mexicanos vine a votar por Hillary Clinton, porque no podemos dejar que gane Donald Trump, tengo familiares que no tienen documentos y no podemos arriesgarnos a que sean expulsados del país”, declara.

Al igual que Mónica en otros estados fronterizos de México, miles de ciudadanos estadounidenses que viven en el país se levantaron muy temprano con la intención de impedir que Donald Trump se convirtiera en presidente.

En el Paso temen a Trump. Un triunfo del republicano sería una catástrofe. El Paso se iría a la quiebra, somos una ciudad que vive del comercio con México, con Trump se terminaría toda oportunidad de progreso, dice Cutberto Arrieta, quien tras 28 años de haber llegado a Estados Unidos y 15 de lograr la ciudadanía, por primera vez siente temor ante una elección.

Nacido en Camargo, Chihuahua, tras emitir su voto señala que para él es fundamental el libre comercio con nuestro país. “Compro chile seco en varias partes de México y los vendo en Texas. Cualquier restricción que Trump imponga a las importaciones haría cerrar mi negocio”, dice. Su caso no es único. El Paso es una comunidad aislada del resto de Texas, un estado predominantemente conservador.

Aquí 80% de la población es mexicana o descendiente de hispanos. Se habla español hasta en las escuelas y la gente de raza blanca simpatiza abiertamente con los latinos.

A los paisanos no les gusta el discurso racista o etnocéntrico, por ello su actual alcalde, Oscar Lesser, es un empresario que nació en Chihuahua y que llegó al cargo por la vía independiente.

Las encuestas previas marcaban una tendencia entre 75% y 85% de las preferencias de voto por Clinton, aunque muchos en realidad buscaban que perdiera Trump, más que un triunfo de la abanderada demócrata.

En las elecciones anticipadas participaron alrededor de 140 mil votantes, de 400 mil registrados. “Somos una ciudad mexicana dentro de Estados Unidos, el gobierno texano no voltea a vernos y el gobierno federal sólo se preocupa por los soldados de Fort Bliss, que es el segundo fuerte militar más grande de EU. Por primera vez parece que un presidente podría fijarse en El Paso, pero sería para encerrarnos con su muro”, lamentó Arrieta.

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