Hillary Rodham Clinton se perfila para convertirse en la primera presidenta en la historia de Estados Unidos, un enorme triunfo simbólico en una carrera plagada de desafíos y en que de manera reiterada ha redefinido el papel de las mujeres en la política.

De ganar las elecciones del próximo martes 8 de noviembre, el triunfo de Clinton parecería incluso más relevante para la población femenina debido a que su rival, Donald Trump, representa en buena medida todo lo que ella ha desafiado: el patriarca que considera secundarias a las mujeres.

La lucha de Clinton ha estado repleta de los retos que provienen de ser la primera mujer en una determinada actividad. Ella fue la inicial primera dama en un estado del sur de Estados Unidos, Arkansas, que no sólo fue una ama de casa sino una exitosa profesional.

Para algunos observadores, esa imagen de mujer independiente comenzó a granjearle sus primeras antipatías entre los estadunidenses, y en especial entre algunas mujeres, que la veían como una crítica velada a sus propia condición de esposas dedicadas sólo al hogar.

Nacida en la ciudad de Chicago en 1947, Clinton inició su carrera política luego de haber desarrollado una sólida experiencia como abogada, que en 1975 decidió interrumpir para apoyar las aspiraciones de políticas de su esposo, Bill Clinton, quien gobernara Arkansas un total de 12 años entre 1979 y 1992.

Socia de un despacho de abogados, biógrafos de Clinton han apuntado que hasta que su esposo se convirtiera en presidente, de 1993 al 2001, Hillary tuvo un salario mayor que el de Bill. Asimismo, para conservar su carrera independiente, ella decidió mantener también su apellido: Rodham.

Quizá su mayor reto como primera dama de Estados Unidos fue soportar el escándalo sexual en que se vio envuelto su esposo al sostener en 1998 una relación extramarital con una becaria de la Casa Blanca.

Tal momento la definió igualmente ante muchos estadounidenses, algunos de las cuales la vieron como una cínica que soportaría lo que fuera con tal de mantenerse cerca del poder, en tanto que otro segmento admiró su fortaleza en medio de la adversidad.

Su temporada como primera dama también dejó marcas en su propia carrera política, una de las cuales le ha costado severas críticas de un segmento de la izquierda progresista en Estados Unidos.

Rodham Clinton impulsó la reforma al sistema de justicia que propusiera su esposo, lo que expandió el número de personas en prisión en Estados Unidos, y lo que provocó que al menos un tercio de afroamericanos jóvenes pasen por la cárcel, incluso por delitos mínimos.

Como primera dama, la actual candidata también impulsó una reforma al sistema de seguros de salud en Estados Unidos, en muchos sentidos un predecesor de la política insignia del presidente Barack Obama.

Pese a que Clinton ahora sea una de las candidatas a la presidencia de Estados Unidos que genera más antipatías y resquemor en la historia de este país, durante 20 años, 14 de los cuales fueron consecutivos, la abogada fue la mujer más admirada en esta nación, de acuerdo con sondeos de la firma Gallup.

Sus mayores debilidades comenzaron a ser evidentes en su carrera para obtener en 2008 la nominación del Partido Demócrata frente a Obama. A comparación de éste, Clinton parecía un personaje carente de espontaneidad, demasiado cautelosa y sin pasión.

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En su paso como primera secretaria de Estado en la administración de Obama, Clinton fue caracterizada como una funcionaria más proclive a la confrontación militar que su jefe, y como arquitecta de una ofensiva en Libia que resultó ser un desastre para ese país.

Actualmente, una de sus propuestas más controvertidas en términos militares es su plan de crear una “zona de restricción aérea” en Siria, que podría conducir a una conflagración internacional con Rusia, que ha montado desde hace meses una ofensiva aérea en ese país.

El punto más negativo que Clinton arrastraría a la Casa Blanca, no obstante, es su percibida deshonestidad, una noción que ha sido alimentada por su cambio de opinión en temas centrales, como los acuerdos de libre comercio, o por los discursos no divulgados ofrecidos en Wall Street.

Asimismo, se han acumulado en su contra las operaciones de la Fundación Clinton, a veces demasiados cercanas a su función como secretaria de Estado; así como su decisión de utilizar un servidor privado para albergar algunos de sus correos electrónicos a su paso por el gobierno de Obama.

Pese a las críticas sobre su falta de transparencia y de pasión, Clinton se ha caracterizado por su fuerza y su determinación, y se ha convertido así en una fuente de inspiración indiscutible de la gran mayoría de las mujeres y niñas de Estados Unidos.

Ella no sólo ha debido enfrentar las críticas legítimas sino aquellas reservadas sólo para las mujeres: su peinado, su atuendo, su risa y la frecuencia de su sonrisa, entre muchos aspectos de su persona, son aún objeto de comentarios que se consideran legítimos en la opinión pública.

Para muchos de sus aliados, Clinton ha sido sometida a estándares imposibles: proyectar la fortaleza de un comandante en jefe y la calidez de una abuela.

Pese a todo, Clinton ha logrado convencer de sus calificaciones a un número suficiente grande de estadunidenses como para estar a punto de convertirse en su primera presidenta.

jlcg

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