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Hillary Clinton entró en esta carrera presidencial con la intención de no dar opción a ningún rival que se le pusiera por delante. Lleva muchos años preparándose para este asalto, desde 2008 —antes de la derrota en las primarias demócratas frente a Barack Obama—. Ahora, ocho años después y con la lección aprendida, no iba a dejar nada al azar.
Para ello, además del favor del Partido Demócrata, se rodeó de las personas más preparadas que pudo encontrar formando un equipo profesional y curtido en la política estadounidense, listo para cualquier eventualidad y dispuesto a ayudarla a convertirse en la primera mujer en llegar a la Casa Blanca.
La campaña de Clinton funciona como un gobierno de facto, con roles definidos y una jerarquía fuera de toda discusión.
Dos nombres destacan por encima de todos: John Podesta y Huma Abedin, cada uno con un papel fundamental. Mientras el experimentado estratega se encarga de todo lo que pasa en la campaña, ella —la confidente y asistente personal— lidera el grupo más próximo a la ex secretaria de Estado, son los incondicionales de confianza infinita y el nexo entre la candidata y el personal operativo.
Podesta es el hombre que domina todo, comandante de la campaña de Clinton. Él tiene los conocimientos y la experiencia: fue el encargado de gestionar los escándalos de Bill Clinton cuando era presidente y llegó a ser el jefe de gabinete del último periodo del ex mandatario.
“Simplemente se hace lo que él dice”, aseguran sus acólitos. Podesta es, como lo describió hace unos meses la revista Time, el “entrenador, guardián, juez, jurado, director, recaudador y estratega” de la campaña de Clinton. Es probable que, en una futura administración de Hillary, le aguarde un puesto de peso en la Casa Blanca. “Me dijo que sólo volvería ahí para un trabajo: jefe de gabinete de Hillary [Clinton]”, recuerda su hermano Tony Podesta.
Por debajo tiene a Joel Benenson, un veterano ex asesor de Obama que se encarga de la estrategia, y a un hombre cada vez más importante: Robby Mook, joven (no llega a los 40 años) calmado y mesurado con gran experiencia en campañas políticas exitosas. Mook es su jefe de campaña, una de las manos derechas de Podesta, a quien sigue casi a ciegas al son de su batuta.
Pero la persona joven con influencia es, sin lugar a dudas, Huma Abedin. A efectos jerárquicos es la número dos de la campaña, por debajo de Podesta. Pero Abedin es algo más: consejera, asesora y confidente personal desde que entró de becaria en la oficina de la entonces primera dama en 1996, no la ha abandonado desde entonces.
Decir que es la mano derecha de Clinton es limitarla, también es la izquierda, sus ojos y orejas. No hay lugar al que Abedin, crecida en Arabia Saudita, no acompañe a su jefa.
La cercanía con la abanderada también le ha implicado estar en el centro de toda vorágine informativa y, especialmente, controversial.
Su nombre aparece en el escándalo de los correos electrónicos. Sin embargo, también tiene sus problemas protagonizados por su todavía esposo, el ex congresista Anthony Weiner, y sus aventuras extramatrimoniales. Hace unos días Abedin anunció que le solicitó el divorcio.
En el círculo más próximo, además de Huma Abedin, aparecen los nombres de Cheryl Mills y Jake Sullivan, dos asesores de toda la vida de Hillary.
Alrededor de Podesta, Clinton ha creado un equipo de estrellas del Partido Demócrata. Siempre que ha podido ha reclutado lo mejor que había en el mercado, empezando por el Despacho Oval.
De la Casa Blanca se llevó a Jennifer Palmieri, ex directora de Comunicación de Obama y quien también trabajó con los Clinton durante los mandatos de Bill. Experimentada y figura reconocida en los círculos políticos de Washington, Palmieri es la encargada de todas las informaciones y comunicaciones que salen de la campaña. Cualquier mensaje, respuesta e informe pasa antes por las manos, los ojos y el escrutinio de Palmieri.
Del líder de la minoría en el Senado, Harry Reid, se llevó a su mano derecha, Jorge Silva, para que sea su unión con los medios en español. De la oficina de la primera dama, Michelle Obama, se llevó a su principal asistente, Kristina Schake, para convertirla en la número dos en el organigrama de Comunicación, justo por debajo de Palmieri. De otro de los senadores importantes del Partido Demócrata, Chuck Schumer de Nueva York, captó a Brian Fallon para que sea su portavoz nacional ante la prensa. Y la lista continúa.
En el equipo de Clinton se habla mucho español. La presencia de los latinos es significativa y en puestos importantes en el organigrama, como los casos de Lorella Praeli, Amanda Rentería o Ken Salazar. Praeli, peruana de nacimiento que llegó como indocumentada a Estados Unidos, ahora es la encargada de llegar a la población hispana. Rentería, quien fue la primera jefa de gabinete latina para un senador y ex candidata a la Cámara de Representantes, es ahora la directora nacional de política. Salazar, primer secretario del Interior en el gobierno de Barack Obama, tiene la labor de liderar el equipo de transición de Hillary hacia la presidencia estadounidense.
La duda, que nadie ha podido resolver, es el papel real que tiene el esposo de Hillary, el ex presidente Bill Clinton. Sólo ha aparecido en momentos muy puntuales (especialmente recordado es —y será— su discurso en la convención demócrata de julio), y en lugares muy concretos en los que su figura sigue siendo venerada y puede servir de anzuelo para los votantes que recuerdan con nostalgia positiva cuando él era quien se sentaba en el Despacho Oval.
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