Las muertes de dos afroestadounidenses a manos de la policía, el martes y miércoles pasados, grabadas en video y difundidas a través de las redes sociales, despertaron otra vez la ira de la población de Estados Unidos, especialmente de la comunidad afroamericana y de minorías raciales, y obligaron al país a tumbarse otra vez en el diván y analizarse, para tratar de entender por qué persiste la brutalidad policial contra las minorías raciales.

Los casos de Alton Sterling, en Baton Rouge (Louisiana), y de Philando Castile, en Falcon Heights (Minnesota), han puesto a los fuerzas del orden en el ojo del huracán. Otra vez. Cada muerte de un afroestadounidense por culpa de la violencia policial demuestra la persistencia de una sociedad con prejuicios raciales por superar; y cuando estos prejuicios tienen una arma por medio, normalmente se convierten en hechos mortales.

“No creo que sea preciso decir que no ha cambiado nada desde que Michael Brown fuera asesinado”, comenta Stephen Maynard Caliendo, profesor de ciencias políticas de la North Central College de Illinois, a EL UNIVERSAL. “Pero continúa siendo una tendencia muy preocupante que jóvenes afroamericanos, especialmente hombres, sean asesinados por las fuerzas del orden”.

El caso de Michael Brown fue el inicio de un movimiento de concienciación social en todo el país. Su muerte en la ciudad de Ferguson, en agosto de 2014, se convirtió en símbolo del hartazgo de la población afroamericana ante el trato diferencial que reciben de parte del sistema judicial y policial de EU en comparación con su contraparte de raza blanca. Fue el nacimiento del movimiento “Black Lives Matter”, pero eso no frenó las muertes de afroamericanos a manos de la policía. Tras el adolescente Brown vinieron muchas muertes más: Laquan McDonald (octubre 2014); Walter Scott (abril 2015); Freddie Gray (abril 2015). Antes ya habían fallecido Eric Garner (julio 2014) y Trayvon Martin (febrero 2012), entre otros.

“Las personas son mucho más conscientes sobre las desigualdades en la forma en la que los negros son tratados por la policía”, asegura Andra Gillespie, activista y experta en política y raza de la Emory University, a este diario. Pero ni el temor a ser grabados a través de los teléfonos móviles y a que los asesinatos sean difundidos ha reducido las cifras de muertos por disparos de la policía. Según el recuento de The Washington Post, este año ya han muerto 512 personas (sin contar los fallecidos bajo custodia policial). Un tercio, afroamericanos.

Aunque no existen datos oficiales, de acuerdo con la organización Mapping Police Violence, la policía ha matado a 187 afroestadounidenses en lo que va de este año. En 2015, la cifra fue de al menos 346. Contando solamente a los afroestadounidenses desarmados, fueron 102 en 2015. La misma organización señala, basándose en datos de FatalEncounters.org, Police Shootings Database y KilledbyPolice.net, así como investigaciones propias, que los afroestadounidenses tienen tres veces más posibilidades de morir a manos de la policía que los estadounidenses blancos, y que en 2015, agentes mataron a cinco veces más afroamericanos que a blancos.

La versión estadounidense del diario británico The Guardian creó un contador en 2015, según el cual, ese año, jóvenes afroestadounidenses tuvieron nueve veces más probabilidades que otros ciudadanos de morir a manos de la policía y de hecho murieron a una tasa que duplicó la de blancos, hispanos y americanos nativos. Un 25% de los afroamericanos muertos por la policía estaban desarmados, en comparación con 17% de blancos.

“La violencia no es nueva. Las cámaras lo son”. Ta-Nehisi Coates, escritor y activista, lleva casi un año repitiendo esta frase. Esta semana quedó evidenciado con la muerte de Castile, que pudo verse en vivo a través de Facebook Live gracias a la grabación de su prometida, Diamond Reynolds. “Dios me dijo que lo hiciera”, comentó a las televisiones estadounidenses, al explicar la frialdad con que siguió grabando mientras su pareja se desangraba en el asiento de su vehículo tras los disparos de un policía.

La aparición de estos instrumentos de difusión es “una respuesta del siglo XXI a un problema de hace 400 años”, explica Caliendo. Se trata de explicar la brutalidad policial en el hecho de que la sociedad no ha superado sus prejuicios raciales. “La sociedad está basada en la supremacía blanca”, dice el profesor, “pero ellos tienen la responsabilidad de entender y trabajar para reducir los efectos de estos sesgos”.

Estos prejuicios se exportan a los altos niveles de la justicia, lo que influye en el trato que reciben en las cortes los agentes acusados de abusar de su poder. “La exoneración rutinaria de los agentes de policía que son responsables de los homicidios continúa; eso no ha cambiado”, explica a EL UNIVERSAL Steven Taylor, académico de la American University centrado en temas de raza y étnicos. El caso más reciente fue el de los policías acusados de la muerte de Freddie Gray, el joven que murió en un furgón policial en Baltimore por imprudencia y mala praxis. De los tres agentes que han pasado por la justicia, ninguno ha recibido condena. Lo mismo pasó con Darren Wilson, el oficial que mató a Brown y que acabó sin pena por haber disparado de forma justificada. Y eso, evidentemente, genera “frustración” entre la población afroamericana.

Pocos acusados

Según una investigación de Philip Stinson, crimonólogo de la Universidad Estatal de Bowling Green, en un periodo de siete años que concluyó en 2011, sólo 41 oficiales fueron acusados de asesinato o masacre por tiroteos estando en servicio. El Buró Federal de Investigaciones (FBI) sólo lleva registro de los casos de homicidios “justificables” por parte de la policía, que en 2013 cifró en 461. En 2014, reportó 444 homicidios de ese tipo, con base en datos proporcionados voluntariamente por las agencias policiales.

¿Cómo evitar o al menos reducir la brutalidad policial? “Nuestras recomendaciones son las mismas que dimos en la década de los 90”, dice Antonio Ginatta, director de incidencias de Human Rights Watch (HRW) en EU: “Mayor responsabilidad por los abusos y homicidios de la policía, supervisión independiente, mejor formación de la policía, mejores datos y transparencia sobre agentes involucrados en abusos y muertes”.

Gillespie exige cambios normativos: “Que los policías tomen clases de sicología social, que se junte a policías novatos con veteranos y que cuando se produzcan tiroteos sean investigados por diferentes jurisdicciones, no en los distritos locales donde trabajan los agentes de policía”. El profesor Taylor cree que lo que se necesita es ir a la raíz, un cambio profundo en la sociedad. “Hay que cambiar desde las representaciones negativas de los afroamericanos en la cultura popular hasta el fracaso de las comunidades para abordar las cuestiones de odio y discriminación racial,” explica. Sin estos cambios, asegura, “no habrá una reducción de la violencia contra la comunidad afroamericana”.

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