La noticia de que, por falta de insumos y cuando iban a ser sometidas a una cirugía, tres mujeres con cáncer fueron abruptamente sacadas el 2 de mayo pasado de los quirófanos del Hospital Oncológico Luis Razzetti, de Caracas, sorprendió a pocos en Venezuela.

“A esta enfermedad no vamos a decirle ‘detente un momentico, porque no hay insumos’. El cáncer no espera”, reprochó la venezolana Florabel Quesada, una de las retiradas de las salas de cirugía pues los materiales para sus intervenciones fueron llevados a otro hospital. “Con la salud del ciudadano no se juega”, sentenció, en declaraciones a medios locales de prensa.

En una visita ese día al Hospital José Gregorio Hernández, en otro sector caraqueño, el director del Ministerio de Salud del gobierno de Venezuela en el Distrito Capital, Earle Siso, admitió en una cita pública con empleados hospitalarios que el centro está “sin radiología, sin laboratorio, sin terapia intensiva y sin profesionales”.

“Esto es un parapeto”, reconoció, con un término que, en jerga venezolana, remite a una farsa.

Los casos desnudan la profunda crisis del sistema venezolano de salud —atribuida por el gobierno al asedio financiero de sus enemigos—, sin insumos básicos ni camas, alimentos, materiales de limpieza y demás bienes, y un presupuesto anual de apenas 4% del Producto Interno Bruto (PIB).

Las estadísticas de salud son casi un secreto y las más recientes y ya desactualizadas son de 2012. Al evaluar los escasos datos, el diario El Nacional, el más importante del país, reveló el lunes anterior que el índice de mortalidad neonatal retrocedió 65 años y que la muerte de bebés es 100 veces más en 2015 que en 2014.

La situación refleja los graves conflictos que acosan a la revolución socialista chavista, que gobierna desde 1999 en Venezuela. La crisis generalizada en salud atiza el descontento popular antigubernamental: las carencias en medicinas se unen a las de carne, leche, papel higiénico y otros artículos básicos.

“Estamos viviendo una situación catastrófica en salud”, narró Francisco Valencia, director de la (no estatal) Coalición de Organizaciones por el Derecho a la Vida y la Salud (Codevida). “Cuando se habla de 90% de escasez de medicamentos esenciales y de 75% de ausencia de medicinas de alto costo para cáncer, trasplantes o diálisis, con 90% de desabasto de insumos médicos, de cosas tan básicas y necesarias como agujas o guantes en hospitales que están en condiciones deplorables y con higiene precaria, estamos sin duda ante una catástrofe”, explicó a EL UNIVERSAL.

“Urge la ayuda externa para que las personas no sigan muriendo”, alertó, al subrayar que el gobierno “politiza” la crisis y rechaza el auxilio externo.

En un informe de finales de 2015, la ministra venezolana de Salud, Luisana Melo, mostró un escenario positivo y alegó que se desarrollan “los esfuerzos necesarios para asegurar el derecho a la salud” y “estilos de vida saludable en todos los sectores”.

“No somos mendigos de nadie”. Frente a la crisis, atribuida por el gobierno a la guerra económica de sus enemigos, el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, rechazó los ofrecimientos foráneos para suministrar medicinas y alimentos, como el que hizo Cáritas, organización católica internacional de asistencia social y humanitaria. “Venezuela no está para ser mendigo de nadie, está para hacer su propio sistema de salud”, replicó, desafiante, el martes anterior.

“No podemos pensar en privatizar y desmantelar”, recalcó. Al ser tema de presión política, al día siguiente lo retomó y reafirmó que “la salud es un derecho del pueblo y no una mercancía del capitalismo”. Pese a tener 14 mil 58 centros públicos —241 hospitales, 13 mil 496 establecimientos comunitarios y 321 ambulatorios— y el auxilio de galenos de Cuba, factor clave de la presencia cubana en Venezuela, hay faltante de médicos: acosados por la inseguridad y con salarios de unos 10 dólares al mes, unos 7 mil migraron al exterior en los últimos años.

Por eso, las noticias de quirófanos sin esterilizar o de salas de parto contaminadas o con techos que se desploman por el agua, ya dejan de sorprender en Venezuela.

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