A un mes de los atentados suicidas de Bruselas, Jannetje, tendera del bar Express Café, ubicado en la zona de comercios de la Estación Central de trenes de Bruselas, sigue padeciendo los estragos del acto de barbarie que golpeó el corazón de Europa y se cobró las vidas de más de 30 personas.

Su angustia no es por haber estado involucrada directamente en los ataques bomba en el aeropuerto de Zaventem o el Metro Maalbeek, sino por las secuelas que dejó el asalto de los yihadistas. “Es un drama lo que estamos viviendo y me temo que todavía no tocamos fondo”, dice Jannetje, responsable de un bar que hasta hace cuatro semanas era muy concurrido por la tarde a la hora del aperitivo por viajeros recurrentes y turistas.

La frustración, la impotencia y el coraje se sienten también en la recepción del Hotel Hilton, en la estética Louasses, en la Casa de la Historieta Cómica, en el restaurante Le Roi d’Espagne, entre muchos comercios del centro de la capital europea. Incluso en el perímetro de la estatuilla del Manneken-Pis, el famoso personaje de “el niño que orina”, domina la insatisfacción en las tiendas de recuerdos y de venta de waffles decorados con crema batida y chispas de chocolate; y es que el sector de hoteles y restaurantes está padeciendo el abandono de los turistas, quienes masivamente evitan pasar por Bruselas desde los ataques de 22 de marzo.

“Los turistas no vienen simplemente porque tienen miedo”, asegura Kristof de la Casa de la Historieta Cómica, un establecimiento habitualmente concurrido por coleccionistas internacionales de Tintín y los Pitufos.

Los síntomas del enfado están llegando a tal nivel que el lunes pasado la chef del restaurante Cécila, se negó a prestar servicio al alcalde de Bruselas Yvan Mayeur, según la prensa local. “Le pedí amablemente que abandonara el restaurante”, dijo la chef Melanie Englebin, tras precisar que sus ingresos cayeron 40% y estaba “casi en quiebra”.

Si bien el presidente de la Cámara de la Industria de Hoteles y Restaurantes de Bruselas (Horeca), Yvan Roque, aún no tiene cifras sobre el impacto económico de los ataques terroristas, sostiene que en lo que va del mes han abierto 600 casos de comercios en quiebra, cuando el promedio era de 40 al mes.

Los comercios de la capital ya pasaban por dificultades debido a una serie de eventos registrados desde los atentados de París del 11 de noviembre. Primero, la reputación de Bruselas quedó marcada tras emerger el barrio de Molenbeek como centro operativo y semillero de la yihad. Después vino la declaración de emergencia por riesgo inminente de sufrir un atentado similar al de París. Durante la alerta, entre el 21 y 26 de noviembre, la vida de la capital se paralizó, dejaron de funcionar el metro y las escuelas, los comercios cerraron y los oficinistas trabajaron desde el hogar.

El impacto económico de poner a Bruselas “bajo llave” fue de alrededor de 40 millones de euros durante el último trimestre de 2015, de acuerdo con un informe elaborado a solicitud del Ministro de Economía, Kris Peeters. El sector minorista registró una caída de sus ingresos de 17% durante ese lapso, mientras que los hoteles reportaron pérdidas por 20 millones de euros, cafés y restaurantes por 13 millones y espectáculos y recreación casi 4 millones de euros.

Los atentados de Bruselas y el cierre del aeropuerto parecen ser la estocada. La Asociación de Hoteles de Bruselas reportó una ocupación de 25% durante la semana posterior a los atentados.

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