En el salón de té “Avenida”, ubicado en el corazón del célebre barrio de Molenbeek y conocido por sus jugos de aguacate con nuez, se respira un ambiente igual de sombrío como el que dominó este martes el resto de Bruselas, una urbe que amaneció resguardada por blindados, militares y fuerzas especiales.

“Estamos de luto”, dice Hassan al-Yazmalim a EL UNIVERSAL.

“Nos duele a los musulmanes tanto como a los cristianos, los judíos y cualquier otro ser humano. Quien se atreva a decir que aquí estamos contentos por lo ocurrido es un completo chiflado”, continúa el marroquí, residente en este barrio desde hace 22 años.

Además de tristeza se percibe preocupación tras los atentados terroristas del martes en el aeropuerto de Zaventem y en la estación del Metro de Maalbeek, que cobró la vida de 32 personas y dejó unos 300 heridos.

En este local, en donde no falta en la mesa de los amantes del té de menta fresca, temen un nuevo brote de islamofobia, la proliferación de insultos xenófobos y el reforzamiento de estigmas que profundizan la polarización social.

“Esas personas son terroristas y no musulmanes. El islam es amor, es amistad, es convivencia; no sangre, destrucción, ni guerra”, comenta con enfado Bashir, quien radica en el vecindario desde hace 50 años.

A minutos caminando de Molenbeek, se encuentra la Plaza de la Bolsa, punto de encuentro nacional y en donde miles se reunieron para guardar un minuto de silencio en tributo a las víctimas de los atentados.

El acto fue seguido por un reflejo de la tensión que se vive en el país. Luego de gritos de “Viva Bélgica” y una cadena de aplausos, una mujer musulmana reventó vociferando entre empujones e intentos por calmarla: “No somos terroristas, no somos terroristas”. En tanto, extremidades amputadas, quemaduras, fracturas, entre otras heridas de gravedad, conforman el cuadro clínico al que se enfrentan muchas de las víctimas hospitalizadas tras los atentados terroristas.

“Es peor que en Afganistán”, fue la reacción del teniente coronel Eric Mergny. Además, están los estragos sicológicos como miedo a los espacios públicos, según sicoterapeutas del hospital de Lovaina.

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