Con la llegada de diciembre hay algo que en Sudamérica comienza a desmoronarse. Un “statu quo” político que comenzó a gestarse al calor del nuevo milenio y cuyo puntapié inicial lo había dado el chavismo al llegar al poder a finales de los 90, acaba de ser perforado en Argentina, con el triunfo electoral de Mauricio Macri y se ahondará el próximo domingo con una posible derrota del régimen de Nicolás Maduro en las urnas, si todo en Venezuela termina transcurriendo con cierta normalidad.

Macri ya tiene gabinete y va delineando los trazos gruesos de las primeras medidas que adoptará a partir del 10 de diciembre. Un perfil de ministros más técnico que político, con sólidas carreras en el sector privado y la impronta de una figura que siempre está en bambalinas cada vez que la Unión Cívica Radical (UCR) llega o  participa del poder como en este caso. Se trata de Enrique “Coti” Nosiglia, el ex ministro del Interior de Raúl Alfonsín que le aportó una par de ministros al presidente Macri, de la misma forma que lo había hecho con Fernando De la Rúa en 1999.

Eso no obliga a pensar que este gobierno debería terminar con aquel, ahora que el peronismo estará en la oposición, pero permite ver los puntos flojos de un esquema de gobierno que necesitará toda la energía  posible para lidiar con la pesada herencia que le deja el kirchnerismo.

Nadie se anima a hacer el inventario de lo que queda en la administración del Estado, en un país donde desaparecieron las estadísticas y las reservas monetarias del Banco Central. El gobierno  que llega no sabe siquiera en qué cantidad se infló la plantilla de burócratas en todos estos años, pero puede ir evaluando que en el 2003, Néstor Kirchner había recibido un país con 9 mil millones de dólares de reservas  y hoy su esposa lo entrega por debajo de las 6 mil millones, según las presunciones más optimistas. Eso después de la etapa de mayor bonanza económica desde los años 50 a la fecha que haya vivido el país.

La viuda de Kirchner se irá el próximo 10 de diciembre sin haber resuelto ninguno de los problemas estructurales que había recibido su marido  y deja un país más que dividido, confundido, incapaz de reaccionar ante el ajuste que se viene o de entender si lo que se va era tan revolucionario como lo gritaban y lo que llega tan neoliberal como se piensa a priori.

Y es que los pactos entre el kirchnerismo y macrismo son tan viejos como la existencia de cada uno. En el poder los Kirchner, en la política Mauricio Macri. Pero algo le falló en los cálculos a la aún  presidenta. La caída de la provincia de Buenos Aires y los movimientos que ahora comienzan a a hacer los gobernadores peronistas, más urgidos en arreglar con Macri que en reconocer su liderazgo en el corto plazo.

De esa manera el kirchnerismo como fue concebido y visto en estos años se encuentra en fase de desmoronamiento. De todo esto viene tomando nota Maduro y los capitostes del chavismo. Si se cumple lo que marcan las encuestas, el presidente venezolano va camino a perder el control total del país y se verá obligado a entrar en otra fase de su “revolución”, tal vez la definitiva.

Desde estas páginas se viene analizando la situación de Dilma Rousseff en Brasil e incluso se habló como fin de año como una fecha clave para su suerte en el gobierno. Meses más o días menos, lo cierto es que la  situación de la presidenta brasileña es cada vez más difícil con un “empeachment” que se cocina a fuego lento y la renuncia al cargo siempre lista para evitarlo.

Aún así, más que cambio la región parece entrar en una etapa de transición, complicada y hasta peligrosa en algunos casos. Y es que la necesidad de devaluar o ajustar la economía, con los niveles de  pobreza que aún muestran algunos de los países sudamericanos siempre representa riesgos. Principalmente cuando esa tarea está a cargo por nombres y figuras que no son las mismas que estresaron a sus sociedades a lo largo de los últimos tres lustros.   Por eso, por estas horas no es mucho lo que se puede hacer. Salvo estar atentos y advertidos.

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