Sudamérica, o buena parte de ella, vivirá una suerte de tregua política en los próximos gracias a la gira del Papa Francisco, que no dejará de brindar lecturas políticas a lo largo de su recorrido que comenzó ayer en Ecuador y continuará en Bolivia y Paraguay.

Una tegua que en Chile le da respiro a Michelle Bachelet pero en la que ni la Iglesia, ni el Sumo Pontífice, tiene nada que ver. Fue la selección de Fútbol y la consagración en la Copa América, nunca más oportuna, la que le darán respiro a la presidenta y a su gobierno, como ya se vio en la noche del sábado con ciento de miles de personas celebrando en las calles de todo el país.

Es el segundo viaje de Francisco a la región. El primero, en el 2013 a Brasil, sirvió para conocer los lineamientos de su papado. En este, se espera que ratifique su compromiso con los países periféricos pero también que con la muy jesuítica diplomacia que lo caracteriza (y ahí está el acuerdo entre La Habana y Washington, tras 55 años de crisis), ayude a calmar los ánimos en Ecuador, donde el acostumbrado autoritarismo de su presidente Rafael Correa, choca contra los intereses de la oposición y tiene desde hace semanas a miles de personas protestando en las calles.

Desde el diseño de la agenda para este periplo, el viaje papal destila política. Obvió, desde el vamos una parada en su país, Argentina, porque no quiso llegar aquí en un año electoral. No quería aparecer entrometido en la interna política argentina, donde a pesar de sus silencios talla más de la cuenta. Eso no impedirá que vuelva a recibir a Cristina Fernández de Kirchner, el fin de semana próximo en Asunción, de la misma forma que la recibió en el Vaticano hace menos de un mes, donde le concedió más de dos horas. Aunque no venga, al Papa le preocupa la transición en Argentina más de lo que se piensa y poco le preocupó aparecer ahora como un aliado de hierro de la mandataria como otrora, en sus tiempos e cardenal, era visto como el principal enemigo. Los que lo conocen aseguran que si en un Papa los mensajes no son lineales, en Francisco la sorpresa llega siempre al final de la historia.

Para muchos fue la visita que en 1998 realizó Juan Pablo II a Cuba la que inició la transición en esa isla. Una transición que se termina de definir con la llegada de Benedicto XVI en 2012, y que concluyó en el acercamiento de Francisco a los presidentes Barack Obama y Raúl Castro. Son esos mismos observadores lo que esperan que los resultados de esta gira comiencen a vislumbrarse a largo plazo. Máxime en países como Ecuador y Bolivia, con sendos gobiernos, con posibilidades concretas e intenciones a seguir aferrándose al poder, cuando ya consumen su tercer mandato en ambos casos.

Esta será una semana para consumir detenidamente, y leerlos bien entre líneas, cada uno de los 22 discursos que el Papa, ofrezca en su recorrido sudamericano. No sólo servirán para volver a escuchar sus acostumbradas retahílas contra el neoliberalismo y su conceptos sobre el aggionamiento de la Iglesia con la que arrancó su papado, sino también algunos parámetros de lo que propone y busca para la región.

No es poco ni menor el trabajo que le espera al Papa en la región. Aún para aquellos países que no visitará en esta oportunidad, pero a los que sigue tan de cera como en su momento lo hizo con Cuba.

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