Londres

Desde que a principios de 2013, el primer ministro británico David Cameron anunció que si era reelegido convocaría a un referéndum sobre la continuidad de Reino Unido en la Unión Europea (UE), el canal de la Mancha parece hacerse cada día más ancho que el propio Atlántico.

Tras su victoria en las elecciones generales del pasado 7 de mayo, en las que el Partido Conservador consiguió la mayoría absoluta, Cameron ha dejado claro que la prioridad en su agenda es acelerar las negociaciones sobre la situación de la isla en Europa.

En declaraciones a la prensa británica, el primer ministro, quien volverá a ocupar el número 10 de Downing Street por otros cinco años, ha declarado que conversó ya con líderes europeos sobre la búsqueda de una nueva relación entre su país y la UE, y se prevé que la consulta anunciada para 2017 podría adelantarse incluso para finales del próximo año.

Pero además de enfrentar la reticencia de algunos líderes europeos que rechazan esta iniciativa que incluye, entre otras cosas, restringir el acceso de los comunitarios a las ayudas estatales británicas, Cameron tendrá que conciliar con el Partido Nacionalista Escocés (SNP), abiertamente europeísta y que en los comicios recientes obtuvo una victoria sin precedentes al conquistar 56 de los 59 escaños que Escocia tiene en Westminster. Y es que si en las urnas el Reino Unido decidiera su salida de Europa, es claro que los nacionalistas escoceses optarían por la independencia.

Ante este turbio panorama, especialistas británicos consultados por este diario coinciden en que si bien es todavía imposible prever la salida del Reino Unido del bloque europeo, lo cierto es que el líder de los “tories” tiene la difícil tarea de “equilibrar a los euroescépticos de su partido con los simpatizantes del euro”, así como de mantener la unidad y estabilidad del país.

“Mi conjetura es que Cameron va a ganar algunas concesiones modestas de Bruselas, las cuales anunciará como una gran victoria y luego pedirá al pueblo británico que el país siga siendo miembro de la Unión Europea”, comenta el profesor Paul Whiteley de la Universidad de Essex, a EL UNIVERSAL.

Según el especialista, las encuestas muestran que en la actualidad alrededor de 45% de los británicos aprueba la pertenencia del Reino Unido a la Unión Europea, y alrededor de 40% está en contra. Por lo tanto, considera, “hay una buena probabilidad de que los británicos apoyen la permanencia en la UE en cualquier referéndum”.

“Si se diera el caso, la salida (británica) de la Unión Europea podría ser muy perjudicial para la economía y alentaría a las empresas multinacionales a trasladarse, y dado que los riesgos que implica dejar la zona son grandes, muchas personas optarán por el statu quo y votarán para permanecer en el bloque europeo”, añade.

Evaluación difícil

El significado de una salida de Reino Unido de la UE está lejos de ser claro, sobre todo si esto implicaría la edificación de barreras comerciales entre ambas regiones, comenta por su parte Iain Begg, profesor e investigador del Instituto Europeo de la London School of Economics and Political Science.

Begg pone en duda que las reformas que busca Cameron se den de manera realista, según el calendario que se ha fijado. “Las elecciones previstas en Francia y Alemania en 2017 harán que sea más difícil resolver las concesiones que se otorguen”, dice.

Para el investigador británico, entre las ventajas que tendría Reino Unido al salir del bloque europeo estaría evitar el pago a la UE y limitar la migración. Esta última es, dijo, “una ventaja desde el punto de vista social y político, pero no necesariamente de carácter económico si disuade a los trabajadores calificados”.

Entre las desventajas, comenta, se ve claro el riesgo de perder la inversión multinacional, que podría desviarse a los países de la UE, la pérdida de poder de negociación a nivel internacional, así como las restricciones en el acceso al mercado y la libre circulación de los ciudadanos británicos en los países miembros de la UE.

Pero antes de calcular lo que podría pasar si Reino Unido se va de la Unión Europea, Cameron no debe perder de vista la estabilidad del país, opina Begg. “Él tiene que pensar en qué es lo que mantiene unidos a los escoceses, pero también tiene que ver cómo acomodar la demanda de los ingleses. A los ‘tories’ no les gusta la palabra ‘federal’, pero creo que tienen que aprender lo que esto implica”.

Sobre el federalismo británico también se ha expresado Timothy Garton, catedrático de la Universidad de Oxford, quien el pasado 9 de mayo publicó en The Guardian una columna en la que proponía la creación del “Reino Federal de Gran Bretaña” para resolver las desuniones políticas.

“Tal vez todo esto parezca demasiado frío y teórico, al día siguiente del resultado electoral más extraordinario que recuerdo; pero no lo es. Si la situación es tan extraordinaria es porque lo que está en juego es no sólo el bienestar social y económico de un país sino su propia configuración, externa —en Europa— e interna, entre Inglaterra y Escocia”, dijo.

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