Hillary Clinton 

Primer acto: la aspirante demócrata a la presidencia, Hillary Clinton, resucita milagrosamente en las primarias de marzo de 2008 frente a su contendiente, Barack Obama, en el estado de Texas, gracias al apoyo mayoritario del voto hispano que la respaldó en una relación de tres a uno.

Segundo acto: la secretaria de Estado, Hillary Clinton, deposita en marzo de 2009, un ramo de rosas blancas ante el altar de la Virgen de Guadalupe en la Basílica de la ciudad de México, en un lance de diplomacia que buscaba una milagrosa mejoría en las relaciones con el gobierno mexicano.

Tercer acto: la semana pasada, la más firme aspirante a la presidencia de Estados Unidos por el Partido Demócrata, Hillary Clinton, fue sorprendida pidiendo un burrito de pollo y guacamole en una sucursal de comida rápida de Chipotle, mientras se dirigía a un acto de campaña en el estratégico estado de Iowa.

¿Cómo se llamó la obra? Hillary Clinton buscará llegar a la Casa Blanca sobre los hombros de los hispanos.

Durante los últimos 40 años, Hillary Clinton ha recorrido un sendero como parte de una estrategia que resultó muy útil para su esposo Bill Clinton durante sus dos campañas por la presidencia en la década de los 90. De hecho, el presidente Clinton consiguió 61% del voto hispano en 1992 y hasta 72% durante su histórica campaña a la reelección en 1996.

A pesar de que Hillary es una vieja conocida del electorado hispano, una de las grandes cuestiones que marcarán su campaña rumbo a la presidencia será la forma en que abraza y atesora el legado de Obama para asegurarse el voto de la base demócrata. Particularmente, las órdenes ejecutivas que el presidente dejó en prenda de su compromiso (o de su fracaso) por sacar adelante una reforma migratoria desde el inicio de su campaña por la presidencia en 2008.

Con el fin de asegurarse el apoyo de los electores hispanos en las presidenciales de 2016, que le disputarán con toda seguridad los más firmes contendientes del Partido Republicano (empezando por Jeb Bush), la campaña de Hillary ha decidido dar un paso al frente con la promesa de mantener las órdenes ejecutivas de Obama que aliviarán la situación de hasta 5 millones de indocumentados. "Hillary Clinton apoyará exactamente lo que ha hecho el presidente Obama" en relación con los alivios migratorios, adelantó su directora política de campaña, Amanda Rentería.

Hace cuatro meses, el director de Latino Decisions, Matt Barreto, adelantaba que si Hillary quería asegurarse 85% del voto hispano, debería apostar por la continuidad de estas medidas. En caso contrario, se arriesgaría a perder el 50% del respaldo hispano en las urnas.

¿Conclusión? Hillary necesita del electorado hispano para llegar a la Casa Blanca, de la misma forma en que los electores latinos necesitarán de Hillary para evitar el desmantelamiento de las órdenes ejecutivas que se han convertido en el primer escalón de la legalización de millones de indocumentados.

La pregunta obligada es: ¿Hasta qué punto será posible mantener invariable el amor y la vieja alianza entre Hillary y los hispanos en el próximo ciclo electoral?

Algunas de las encuestas más recientes vaticinan que Clinton mantendrá hasta 74% del apoyo latino en unas elecciones generales. Sin embargo, el ingreso de contendientes como Jeb Bush, quien tiene una considerable base de apoyo electoral hispana en Texas, obligarán a Hillary a no bajar la guardia.

En este sentido, la necesidad de asegurar a toda costa este apoyo, han empujado a Hillary a proclamar que durante su campaña también defenderá la emisión de licencias de conducir para inmigrantes indocumentados que han sido autorizada por algunas legislaturas estatales o bajo el acta del Dream Act que ha permitido salir de las sombras a casi un millón de hijos de inmigrantes sin papeles.

Más allá de estos dos aspectos, las relaciones de EU con México son un factor que incide de forma indirecta en el ánimo de unos electores hispanos que, pese a haber abandonado sus países de origen, siguen muy pendientes de lo que ocurre en sus ciudades, pueblos y barrios.

Así, por ejemplo, Hillary se verá obligada a mantener un bajo perfil en lo que toca a la regulación de las armas de asalto. Aunque ha sido una incansable defensora de leyes y que garanticen un mayor control en la venta de armas, que muchas veces terminan en manos de los cárteles de la droga en México, endurecer su posición en tiempos de campaña le podría granjear no sólo el feroz ataque de la Asociación Nacional del Rifle (NRA), sino de un importante segmento del electorado independiente.

Esta misma semana, el vicepresidente ejecutivo de la NRA, Wayne Lapierre, advirtió contra el "peligro" de elegir a Hillary. "Durante varias décadas Hillary ha ido contra nosotros, en busca de desmantelar los derechos que nos garantiza la segunda enmienda", aseguró Lapierre, quien ha prometido hacer todo lo posible para impedir que Clinton llegue a la Casa Blanca.

Aunque Clinton refleja la posición de la mayoría de los ciudadanos en EU a favor de un mayor control de las armas (más del 71% de la base demócrata apoya controles más estrictos, según la encuestadora Gallup), la posibilidad de un encontronazo con la NRA y con un considerable sector de electores independientes, se antoja tan remoto como arriesgado en el contexto de unas elecciones presidenciales que se anticipan muy reñidas y en donde hasta el último de los votos de los independientes podría marcar la diferencia.

Marco Rubio 

En diciembre de 2012, tras una desastrosa campaña presidencial del candidato republicano Mitt Romney, el senador por Florida, Marco Rubio, recibió un mensaje de su madre, doña Oriales García Rubio: “Por favor, Tony. No te metas con los inmigrantes. Acuérdate que son seres humanos que llegaron a este país por las mismas razones que nosotros. Para mejorar sus vidas. No te metas con ellos”.

El sabio consejo materno, producto del temor por la forma en que los electores hispanos habían dado la espalda a Romney, quien llegó al extremo de proponer la “autodeportación” de millones de indocumentados, surtió el efecto deseado. Poco menos de un mes después de haber recibido este mensaje, Rubio comparecía en rueda de prensa con un grupo de ocho senadores demócratas y republicanos para anunciar un ambicioso proyecto de reforma migratoria que sería aprobado seis meses más tarde, en medio de un ambiente de optimismo esperanzador entre millones de indocumentados. Sin embargo, el gusto duró más bien poco. Tras una intensa campaña del sector más extremista del Partido Republicano, la iniciativa de ley naufragó en la Cámara de Representantes.

Temeroso ante el rechazo de su propia base conservadora, Rubio reviró su apoyo y repudió el proyecto de reforma migratoria por considerarlo como “poco realista”. Hoy, a unos días de haber anunciado su decisión de luchar por la presidencia para las elecciones generales de 2016, el récord de Rubio en el frente migratorio se ha convertido en un verdadero problema y en un obstáculo casi imposible de salvar para recuperar el apoyo de la base electoral hispana.

Muchos se preguntan si, acaso, un político de lealtades tan cambiantes se merece un voto de confianza de los hispanos como futuro presidente de Estados Unidos.

La decisión del senador republicano de reconsiderar su apoyo a un proyecto de reforma migratoria, con la esperanza de reconciliarse con la base más conservadora que lo aupó al poder, le ha valido el desprecio de aquellos que lo tildan de “oportunista”, en el mejor de los casos, o de “traidor”, en el peor.

Aunado a ello, Rubio se ha alineado a las posiciones de aquellos que han apostado por el atrincheramiento y que insisten en que un proyecto de reforma migratoria, jamás será posible mientras la frontera sur con México no se encuentre completamente blindada. En septiembre de 2014, Rubio fue uno de los que alzaron su voz para machacar que la frontera con México podría ser utilizada por terroristas del Estado Islámico (EI) para atacar los intereses de Estados Unidos.

A pesar de que el Departamento de Seguridad Interna (DHS) ha desestimado reiteradamente estas versiones, asegurando que hasta el momento “no hay información de inteligencia creíble” que sugiera la posible infiltración de terroristas del EI a través de la frontera sur, los grupos vinculados al Movimiento del Tea Party y a la extrema derecha han insistido en esta versión para obstaculizar y condicionar cualquier negociación de la reforma migratoria a la seguridad fronteriza con México.

Esta misma semana, la página web de Judicial Watch, vinculada a la extrema derecha, volvió a insistir en que el riesgo de infiltración no sólo es real, sino que miembros del EI han establecido un campo de entrenamiento terrorista en las inmediaciones de Ciudad Juárez, a sólo unos kilómetros de la frontera con EU.

El recurrente uso de la supuesta amenaza terrorista que llega desde México ha servido de coartada a republicanos como Rubio para seguirse oponiendo a una reforma migratoria amplia y justa.

Un segundo factor que ha alejado a Rubio de la base electoral hispana es la defensa de los intereses del exilio cubano, en detrimento de la comunidad de origen mexicano o centroamericano que consideran que el poderoso grupo de legisladores que encabezan Rubio, Ileana Ros-Lehtinen o el senador Bob Menéndez sólo ha trabajado para mantener los privilegios de la comunidad cubana que, durante décadas, se han beneficiado de la vieja confrontación ideológica entre Washington y La Habana para conseguir generosos beneficios migratorios en forma de asilo.

Esta realidad ha convertido a la comunidad cubana en un mundo aparte, en un privilegiado grupo de migrantes que en su mayoría vive en los confines del condado de Miami Dade, en el estado de Florida. De acuerdo con datos elaborados por el Pew Research Center, 46% de los cubano-estadounidenses se concentran en esa zona que es el refugio y el principal vivero electoral de Rubio.

En términos absolutos, de acuerdo con los más recientes datos del censo, la comunidad hispana supera los 54 millones de personas.

De este total, los ciudadanos de origen mexicano superan los 34 millones. Los cubano-estadounidenses difícilmente alcanzan la cifra de dos millones.

En este sentido, la candidatura presidencial de Rubio podría considerarse como la apuesta del exilio cubano para alcanzar la Casa Blanca, pero no como la oportunidad del primer candidato arropado por la comunidad hispana para conquistar la presidencia de Estados Unidos.

“Mucha gente no ve a Rubio como hispano. Lo consideran como un cubano-americano”, aseguró Carlos Gutiérrez, un viejo operador del Partido Republicano que considera que el problema hispano de Rubio podría convertirse en una desventaja a la hora de contar con el apoyo y los afectos de la comunidad latina en estados claves como Texas o California para poder llegar a la Casa Blanca.

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