La mejor forma de conciliar las diferencias de la sociedad es por medio de una democracia que permita su convivencia en un clima de legalidad y paz social.

En una semana concluye el período legal del proceso electoral más grande de nuestro país. Iniciará el período que la ley prescribe como de reflexión y ausencia de activismo partidista.

A la fecha los ciudadanos estamos agotados de ver una y otra vez las mismas imágenes, los mismos personajes, las mismas camisetas, de escuchar las mismas consignas, los mismos discursos, las mismas amenazas, las mismas promesas a la misma gente en las mismas plazas del país. Habrá que evaluar si realmente el gasto tan grande en movilizaciones, publicidad, noticias falsas y rumores en redes sociales tuvieron algún impacto significativo en la decisión del votante. Es evidente que ese modelo de proselitismo electoral es obsoleto.

Indudablemente, es necesaria una reforma electoral que obligue a los partidos a modernizarse, a fortalecer la intermediación social, a atraer a la ciudadanía y a transparentar al máximo sus procesos de democracia interna y manejo de dinero.

Mucho hay en juego; sobre todo presenciamos la grave división que se ha creado en la sociedad y hasta en el seno de las familias, por la intención de imponer una decisión propia hacia los demás. De igual manera, han dejado mucho qué desear las discusiones de quienes hablan en favor de sus respectivos candidatos en los medios de comunicación, con un debate tan limitado como su vocabulario, donde intercambian con facilidad descalificaciones y hasta injurias, sin tomar conciencia de la gran responsabilidad que tienen ante la sociedad para fomentar una cultura democrática madura, respetuosa, profunda y congruente.

En lo personal, me preocupa que a las nuevas generaciones se les haga creer que eso es la democracia y que esos son los valores que deben prevalecer en las contiendas electorales.

Para mí, la democracia tiene la misión superior de formar una cultura de valores éticos y responsabilidades compartidas para la renovación permanente de un proyecto de nación, libre, participativa y próspera.

Hay incertidumbre cuando las promesas carecen de posibilidad real de cumplimiento, cuando los equipos de trabajo son inexpertos o cuando los partidarios están divididos por sus ambiciones y sus convicciones, o cuando se siembra el germen de la confrontación social. La confianza es consecuencia de un proceso de unidad y armonía social que se basa en la experiencia, el conocimiento de la responsabilidades, así como de la congruencia entre el decir, el hacer y los resultados.

Las tensiones que perturban el equilibrio comercial y político internacional nos presentan retos sin precedente y son premonitorias de un período de inestabilidad que nos obligará a reconfigurar nuestra estrategia diplomática, para lo cual es fundamental superar divisiones y construir un proyecto de participación global que nos permita transitar con tenacidad los años por venir.

Las elecciones son para pensar en el futuro del país que queremos; poco importa si le caemos bien al candidato o que nos sea simpático o complaciente. Habrá, pues, que reflexionar durante estos días qué opción política realmente nos ofrece una visión de país que a mediano y largo plazo pueda alcanzar mejores niveles de progreso.

Amigo lector, el voto es la decisión entre la incertidumbre y la confianza, entre la razón y la emoción, entre la pasión y la serenidad. El voto no es un salto al vacío, por el contrario, es un paso firme en la construcción de un futuro de paz, confianza y libertad.

Rúbrica. Urbi et orbi. Nuevamente recuerdo que una palabra que millones de personas repiten con décimas de segundo en todo el planeta no es Dios, paz, libertad, democracia o justicia, sino “¡gooool!”.

Político, escritor y periodista.
@AlemanVelascoM
articulo@alemanvelasco.org

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses