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María Paz salió de su casa, en Tlatelolco, la mañana del 2 de octubre de 1968, hacia la Escuela Normal Superior donde vería a algunos compañeros para acudir al mitin que se llevaría a cabo en la Plaza de las Tres Culturas.

Tal como se planeó, los jóvenes llegaron a Tlatelolco, pero ni ella ni sus compañeros regresaron a sus casas; nadie imaginó que el sitio se convertiría en un campo de guerra.

Fue detenida en el tercer piso del edificio Chihuahua. Sólo escuchaba voces que gritaban: “Esos son los del consejo, que no se les vaya ni uno”.

Todos los miembros del consejo fueron subidos a camiones militares, y mientras los subían pudieron ver a soldados que seguían depositando cuerpos en otros camiones.

Fue lo único que vio porque a ella y sus compañeros los vendaron y se los llevaron al Campo Militar 1.

En Tlatelolco quedó sangre, zapatos y cinturones en el piso y en la zona de pirámides. Después del tiroteo, anunciado por luces de bengala, en la Plaza de las Tres Culturas sólo se oían sirenas de ambulancias.

Relatos de boca en boca. Los habitantes del edificio Chihuahua se percataron de todo. Hoy son pocos los que siguen en el inmueble, pero antes de partir, contaron su vivencia a otros vecinos.

Cuauhtémoc Abarca Chávez, cronista de Tlatelolco y hermano de María Paz, asegura que “los que vivían en el edificio Chihuahua pasaron horas de terror, pues no podían salir ni entrar”, pero no se compara con lo que vivieron los jóvenes.

“Muchos ocultaron a estudiantes. Me platicaban que quemaban sus credenciales, así como playeras del Poli y la UNAM. Se ponían otra ropa para no ser identificados porque en esa época era delito ser estudiante”, agregó. Cuando todo había terminado, los residentes fueron sacando a los estudiantes de la zona.

Aquel 2 de octubre, Cuauhtémoc había ido a Iztapalapa a hacer tarea con sus compañeros de la secundaria. Regresó a Tlatelolco entre siete y ocho de la noche. Ya no se oían balazos, sólo ambulancias. Al entrar vio a su madre preocupada porque sus vecinos le llamaron para decirle que francotiradores mataban a estudiantes, y su hija no había regresado.

Durante mes y medio, él y su madre vivieron momentos difíciles pues no sabían nada de María Paz, en aquel entonces de 21 años, estudiante de la Normal Superior en Historia y que daba clases a niños de primaria. Temían que hubiera fallecido.

Después de buscarla en hospitales, delegaciones y en el servicio médico forense, supieron que había un grupo de detenidos en el Campo Militar 1. Allí estuvo María Paz, siendo interrogada y acosada.

Inmediatamente, él y su madre corrieron la voz de que en el lugar había detenidos y padres de desaparecidos fueron al lugar.

En ese sitio María sufrió acoso sexual por parte de los militares y la sometieron a interrogatorios, al igual que a sus compañeros.

“Ella escuchaba los gritos de los muchachos cuando eran interrogados a golpes”, menciona Abarca y agrega que tardaron en encontrarlos porque el gobierno no admitía que estuvieran detenidos.

Al quedar en libertad, la joven que estudiaba en la Escuela Normal Superior para ser maestra de Historia contó a sus familiares lo ocurrido, pero a 47 años de distancia, la herida no sana, sigue doliendo igual.

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