Como todos los días, Alejandra Téllez, abrió los ojos poco después de las 6:30 de la mañana. Pero en esta ocasión sintió un hueco en el pecho.

Se levantó de la cama y encendió una veladora a la Virgen de Guadalupe que tenía en el patio de la vivienda marcada con el número 48 de la calle Allende en el primer cuadro de la ciudad.

Apenas cruzó el comedor y mientras le prendía la veladora a la figura religiosa, escuchó un tronido, un crujido que hizo que la piel se le erizara e inmediatamente volteó la mirada para ver que sucedía.

Su sorpresa fue mayúscula cuando vio que el lugar por el que instantes antes había caminado, se había convertido en polvo.

“Fue un milagro, porque extrañamente todos se levantaron tarde y no había nadie preparando el desayuno en la cocina que es la parte que se vino abajo. Yo desperté con una sensación muy fuerte y en automático fui a prenderle una veladora a la Virgencita que tenemos atrás, eso lo hago hasta después, cuando ya todos se fueron al trabajo, pero ahora sentí algo que me pedía que lo hicera”.

En eso, escuché un crujido. Volteé la cara, todo ya estaba en el suelo. Fue muy rápido y afortunadamente para mi familia, en vez de gritarles para que se levantaran a desayunar, fui a prender la veladora y por eso nadie salió herido, fue un verdadero milagro”, narra la mujer mientras observa cómo sus vecinos sacan las pocas pertenencias de escombros.

Alejandra cuenta que apenas hace un mes, personal de Protección Civil se acercó con ellos para plantearles la posibilidad de desalojar definitivamente el inmueble, pues ya lo tenían catalogado desde hace más de dos año como de “alto riesgo”; sin embargo, ellos argumentaron que no tenía otro lugar donde quedarse.

“Nosotros llegamos aquí desde hace más de 13 años, no somos los dueños ni pagamos renta, sólo lo ocupamos porque no teníamos donde vivir”, dice.

“Al edificio ya lo habían remodelado como por enero, pero creo que el problema fueron las lluvias y eso reblandeció todo”, cuenta la mujer mientras pregunta por su refrigerador y sus muebles que tenían una semana que los había comprado.

“No sé qué vamos a hacer, estoy sacando algunas cosas que espero que sirvan y ni modo, a empezar de nuevo”, finaliza Alejandra, con las huellas de los escombros en sus brazos y la preocupación asomando en su rostro.

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