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En la Ciudad de México hay abandono. Personas a quienes “encargaron” y la familia nunca regresó. Hay bebés cuyos padres dejaron en una puerta, tocaron el timbre y se fueron, mientras que otros fueron hallados entre las calles o en basureros. La causa: haber nacido con discapacidad.

No existe una cifra clara de cuántas personas pueden estar en esta situación, pues algunos se encuentran en casas hogar capitalinas, otras en espacios federales y unos más viven en estado de indigencia.

En la Ciudad de México hay cuatro hogares en los que reciben a personas con discapacidad. En éstas, la población es flotante, pero en promedio albergan a 250 personas, la mayoría en condición de abandono aunque hay casos en los que las familias que no cuentan con el recurso los alojan pero acuden a la institución a visitarlos.

De los hogares ubicados en la capital, el Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF) se hace cargo de 54 personas, 40 en situación total de abandono, que fueron referidos por la institución a alguna de las cuatro casas que supervisan, para que se les brinde un espacio para vivir y terapia que mejore su estado de salud.

Uno de los espacios es el Hogar de Nuestra Señora de la Consolación para Niños Incurables IAP, en donde sólo reciben a niños con discapacidad severa en situación de abandono y en este espacio muchos han pasado su vida, pues hay quienes oscilan entre los 50 y 60 años de edad.

Crecen en una institución. Juan Carlos fue bautizado así durante un proceso legal. A 17 días de nacido una persona lo escuchó llorar muy cerca de un basurero en la delegación Cuajimalpa. Al revisar, lo encontró vivo envuelto en una bolsa negra de plástico.

Hoy tiene nueve años, es el miembro más pequeño de la Casa de Nuestra Señora de la Consolación y padece una discapacidad intelectual con la que pudo haber nacido o quizá adquirió tras la asfixia al ser abandonado.

Como cualquier niño pequeño es inquieto. Rocío Aguirre, responsable de la Casa Hogar explica que es el más consentido por su carácter juguetón, le gusta andar por toda la casa y chantajea a las monjas que lo cuidan para que le den leche o le canten antes de dormir.

“Él se comunica por señas y con algunos sonidos. Ha sido un proceso muy largo para que lo aprenda pero ha demostrado que sí puede, es un niño muy inteligente”, explica Rocío Aguirre, al mismo tiempo que una de las terapistas pide a Juan Carlos que con señas diga los colores. El pequeño sólo sabe decir cinco palabras: sí, no, hola, mamá y Juan, su nombre.

En Nuestra Señora de la Consolación viven personas con discapacidad intelectual combinada con alguna otra, principalmente de tipo motriz. El espacio está dividido en diferentes zonas: para las personas que viven postradas, para quienes tienen movilidad limitada y para quienes se consideran funcionales porque pueden caminar, comer solos y controlan los esfínteres, esto para facilitar el tipo de atención que cada grupo requiere.

En el área de las personas postradas hay quienes rebasan los 50 años; algunos sólo permanecen inmóviles mientras que otros sólo pueden girar su cabeza para ver a quienes tienen cerca. Hay algunos que padecen tanta rigidez en su cuerpo que derivó en una deformidad ósea; otros en los que la dureza de su cuerpo y el no poder cambiar de posición les provoca calambres fuertes, de los cuales no se pueden quejar porque tampoco hablan.

Toñito, masajista invidente. José Antonio es el terapista físico de los “chicos”, como se les llama a todos los que viven en la Casa Hogar. Él es invidente y desde hace más de cinco años acude todos los días para masajear a quienes están postrados.

A cada chico lo atiende dos veces por semana, atiende a siete personas por día en una consulta de 45 minutos. De los dos días que ve a cada paciente, uno lo dedica a piernas y espalda y el segundo a la espalda, cuello y brazos.

Toñito vive en la colonia San Felipe de Jesús, a la altura del Metro Martín Carrera; y la Casa Hogar de Nuestra Señora de la Consolación se ubica a unas calles del Metrobús La Joya, al sur de la ciudad. Para llegar, él y su perro guía Molly utilizan un pesero, dos transbordos en el Metro y luego abordan el Metrobús. Hacen hasta tres horas de camino pero Toñito es feliz de trabajar.

Economía bloquea atención. En una institución de asistencia, atender a una persona con discapacidad cuesta alrededor de 14 mil pesos al mes, por lo que las casas-hogar tienen que sostenerse de donaciones y patronatos. En estos lugares, explicó la directora Rocío Aguirre, podrían caber muchas más personas; sin embargo, el dinero para sostenerlos es la gran barrera.

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