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Como eterno amante de la Ciudad de México, ferviente religioso de la comida y una vida entera en el otrora llamado Distrito Federal, he sido testigo del cambio en el panorama culinario que se ha venido gestando en la capital en lo que va de este siglo.

La #CDMX está en su época de oro en cuanto a oferta culinaria se refiere. Si pensamos en un lugar para consumir hamburguesas hace 15 años, las opciones eran muy pocas, mientras que hoy las opciones son cuantiosas. Comida mexicana, comida francesa, comfort food, pizzas, cervezas, mezcalerías, cocina de autor… en todos los rubros las opciones se diversificaron para cumplir el gusto de hasta el más rejego crítico culinario.

¿Cómo sucedió? En primer lugar, la creciente popularidad de las escuelas de gastronomía. Al aumentar el interés de muchos jóvenes por una formación culinaria, el conocimiento se fue generalizando a la población en general, misma que amplio poco a poco sus aventuras culinarias, para darle paso a las diferentes cocinas regionales. En segundo lugar, tenemos el boom de la gastronomía a nivel mundial: la aparición de la cocina molecular y la fama inusitada de chefs como Ferrán Adrià, conllevo un revuelo que traspasó las fronteras de Europa y se extendió a varios países. En tercer lugar, tenemos que tomar el cuenta el interés de un sector de la población capitalina que buscaba nuevas experiencias: la clase media encontró en la comida una opción para aventurarse a descubrir creaciones que cumplieran con sus expectativas.

Finalmente, la revalorización de la gastronomía mexicana. Al inicio de este siglo, varios chefs comenzaron a tomar como referencia la cocina mexicana y el interés fue tal, que ya para 2010 la UNESCO la declaró como Patrominio de la Humanidad. Todos celebraron con gozo.

Estos factores evolucionaron hasta la época actual, resultando en profesionales de alimentos y bebidas que, ante una creciente competencia, comenzaron a perfeccionar su técnica, logrando así platillos y preparaciones de alta calidad.

La mediatización de los chefs creó un interés por la comida que aún se percibe en redes sociales, internet, medios impresos y televisión. Pero sin duda alguna, lo que hoy por hoy hace de la ciudad un paraíso culinario fue la revalorización de nuestra cocina, ya que movió los reflectores, siempre centralizados en Europa, a un país que comenzaba a mostrarse como un nuevo destino obligado para todo foodie.

Y si bien este furor es reciente, existen establecimientos que han persistido desde hace ya varias décadas y se han beneficiado de este movimiento.

La comida callejera y las bebidas tradicionales han pasado de considerarse algo meramente popular a un aspecto cultural de la gastronomía, que completa la experiencia de comer y beber en la ciudad; no sólo por el simbolismo, sino por el sabor de sus tacos, tlacoyos, quesadillas, esquites, mezcales, pulques, etc.

Como capitalinos, no nos queda más que agradecer y disfrutar de esta época de oro gastronómica en la ciudad de México. Puede que le resten pocos años o varias décadas, pero mientras tanto, no queda más que decir salud y buen provecho.

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