Thomas Jefferson dijo: “Si me dan a elegir entre un gobierno sin periódicos o periódicos sin gobierno, no dudaría en preferir lo segundo”. Esta frase subraya la importancia que tiene para cualquier democracia la libertad de expresión y la prensa libre como contrapeso del poder político y como vigilante del desempeño gubernamental.

En México la principal amenaza al periodismo libre son los grupos delictivos, que muchas veces operan bajo el amparo o complicidad de autoridades corruptas. En 2017, en nuestro país murieron asesinados 17 comunicadores. Y empezamos 2018 con el homicidio de Leslie Montenegro, una youtuber que, según diversos medios de comunicación, había recibido amenazas en redes sociales por el contenido de sus videos.

No sorprende que la organización no gubernamental Freedom House haya reclasificado a México de país “libre” a país “parcialmente libre”, en parte como resultado de los atentados contra periodistas. Y Reporteros Sin Fronteras asegura que México es el segundo país más peligroso del mundo para ejercer el periodismo, sólo después de Siria.

Ante esta realidad es evidente que hace falta un nuevo modelo de protección a periodistas por parte del gobierno federal. Cuatro acciones que resultan urgentes son:

Primero, fortalecer en serio a las instituciones encargadas de la defensa a los periodistas. Cuando la PGR pase a ser Fiscalía General, es fundamental que se incrementen los recursos financieros y humanos de la Fiscalía Especial para la Atención de Delitos contra la Libertad de Expresión a fin de dotarla de capacidad real de prevención y respuesta. También habría que crear una unidad especial de protección a periodistas —y defensores de derechos humanos— en la Policía Federal.

Segundo, como lo han propuesto diversos especialistas, es indispensable trabajar con los medios y organizaciones de la sociedad civil para elaborar un mapa de riesgos a fin de identificar dónde están los medios y periodistas más vulnerables. A ellos se les debe brindar protección federal permanente.

Tercero, coincido con Alejandro Hope, quien ha planteado la idea de implementar una estrategia de disuasión focalizada. Con ella se advertiría de manera explícita a los grupos criminales —y a cualquier autoridad local corrupta— que cualquier homicidio o desaparición de periodistas será atraído inmediatamente por el gobierno federal y generará una reacción inmediata y firme en contra del grupo responsable.

Y cuarto, contrarrestar el silencio. Los atentados contra periodistas buscan acallar a la prensa local. Hay que enviar el mensaje a los grupos criminales de que matar a un periodista tendría el efecto exactamente contrario: los medios nacionales difundirían de manera prominente las notas sobre delincuencia y corrupción que el periodista asesinado o el medio agredido publicaron antes de ser atacados o que estuvieran investigando. Hay que dejar claro a los delincuentes que, si quieren silencio matando periodistas, lo que van a obtener es toda la atención del país a sus actividades criminales.

Para resolver el problema de la inseguridad y la violencia se pueden contrastar, discutir y mejorar las propuestas y las estrategias. Pero el ingrediente que no puede hacer falta es un gobierno honesto y valiente que haga su trabajo. Yo quiero ser presidenta de México para encabezar un gobierno así, que asuma plenamente su responsabilidad y le devuelva a nuestro país la seguridad y a la prensa su plena libertad para bien de nuestra democracia. Hace unos días me reuní con los representantes del Comité para la Protección de los Periodistas y les dije lo mismo que expongo en mi libro Es la Hora de México: que un periodista tenga miedo de hacer su trabajo es un atentado contra la libertad de todos los mexicanos.

Abogada

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses