El hecho de que José Antonio Meade hubiera respondido sin titubear que la invitación a Donald Trump a visitar Los Pinos fue positiva para México cayó como una cubetada de agua helada en medio del segundo debate presidencial que se llevó a cabo en Tijuana. Pocos eventos políticos han tenido tal consenso entre los mexicanos que esta visita calificada como fuera de lugar, desproporcionada e imprudente, y aún peor, porque se interpretó como que la presidencia de México dio trato de jefe de estado al entonces todavía candidato Trump. El 85% de la opinión pública nacional criticó abiertamente este evento e incluso le costó su puesto al artífice del viaje exprés, Luis Videgaray. La imagen de Trump parado junto a Peña Nieto con el escudo nacional mexicano a su espalda, será recordada como uno de los momentos más lastimosos de la relación bilateral de la historia contemporánea.

Por eso sorprendió la incapacidad de Meade para articular un discurso “político” y no uno “técnico” y que defendiera esta visita bajo argumentos que demuestran que Trump ha tomado decisiones absurdas como salirse del acuerdo de París sobre cambio climático, por ejemplo. ¿Qué importaban esos análisis en un debate sobre el impacto político que tuvo esa visita para México? ¿Por qué sus asesores no construyeron una respuesta que fuera capaz de ser medianamente crítica para enviar un guiño al electorado indeciso?

Ricardo Anaya por su parte tuvo un momento en que se mostró indignado, conmovido y hasta enojado. ¡Carajo! dijo en cadena nacional, al relatar un caso de deportación que acababa de conocer un par de días antes del debate, ¿Dónde está el gobierno mexicano para defender a los migrantes? Lo que sorprendió de esta afirmación no fue lo subido de tono, sino que su indignación parece que se debe a que se está enterando de un proceso que lleva por lo menos 10 años de estar ocurriendo de manera continua, ya que desde 2009 han regresado a México, sin desearlo, más de 3 millones de migrantes. Anaya fue diputado varios de esos años e incluso, presidente de la mesa directiva de la Cámara de Diputados de 2013 a 2014, por lo que es imposible que no hubiera escuchado del tema.

Entonces ¿por qué nunca hizo nada? ¿por qué teniendo las posibilidades no se indignó a la altura de su responsabilidad política? Además, gran parte del drama de estos mexicanos se vuelve más crudo porque en México se les complica todo, desde acceder a un documento de identidad hasta enfrentar las condiciones del mercado laboral y los bajos salarios. Sería bueno que ahora que se esta enterando del retorno forzado de millones de connacionales se ocupe de la parte en que se pueden hacer cosas inmediatas para aliviar este viacrucis. Para lo cual, por cierto, no tiene que ser presidente, basta con que se sume a los esfuerzos de tantos grupos de la sociedad civil que llevan años empujando reformas específicas para atender dignamente el retorno.

López Obrador se mantuvo en lo suyo, sin salirse de su guión y repitiendo lo dicho mil veces, más alguna ocurrencia. Sin embargo, colocó una estocada que dio al blanco al preguntar por los mil millones de pesos que recibió la organización Juntos Podemos de apoyo a migrantes, la cual lidera Josefina Vázquez Mota, y cuyos recursos la Auditoría Superior de la Federación considera que no están suficientemente transparentados. Los conductores guardaron silencio, ¿qué necesidad de acordarse del pasado cuando faltaba El Bronco por hablar?

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