Abrazo a Héctor de Mauleón.

No hace mucho, altos funcionarios proclamaban, con una palabrería pueblerina y plúmbea, que el escrutinio internacional era violatorio de la soberanía. A los más jóvenes les cuesta creer que los secretarios de Gobernación clamaran, en tono patriotero, que ningún extranjero podía ser observador en nuestras elecciones. Hoy, México ha comprobado que el escrutinio internacional no viola la dignidad nacional, por el contrario, en muchos casos ayuda a perfeccionar las instituciones del Estado y, por ese camino de perfeccionamiento, a fortalecer la soberanía nacional. Viene esto a cuento, porque el representante de la oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito en México, Antonio Mazzitelli, termina su misión. Debo decir que las aportaciones de Mazzitelli al país son numerosas e invaluables y por eso, a título de reconocimiento, me permito compartirlas con el amable lector.

En estos tiempos en los que la lucha contra la criminalidad y la corrupción, el fortalecimiento del Estado de derecho y la cultura de la legalidad han sido los grandes desafíos del país, Mazzitelli ha sido un entusiasta generador de ideas y, en el mejor sentido de la palabra, un gran amigo de México. Sus contribuciones, no tengo duda, han sido muy superiores en cantidad y calidad a las que el viejo discurso defensivo y soberanista puede exhibir. Entremos en materia. Mazzitelli nos ayudó en estos años a dimensionar el tema del consumo de drogas en un contexto local y global. Fue particularmente elocuente en el debate sobre la eventual legalización de la marihuana, al que convocaran autoridades federales y la propia UNAM. Su profundo conocimiento ayudaba a ubicar el norte en los debates, en los que no es infrecuente ver bandazos o francas improvisaciones. La argumentación de Mazzitelli siempre fue sólida y coherente. Vale la pena recordar también las explicaciones que, en artículos, ponencias y entrevistas, hizo sobre los efectos distorsionantes de la economía criminal en el tejido social y, particularmente, en aquellos tiempos de tentaciones de establecer un modus vivendi con la criminalidad organizada, para disminuir los niveles de violencia. De particular relevancia son sus aportaciones a la promoción de una cultura de la legalidad y el desarrollo de un tejido social e institucional, para resistir el impacto de flagelos como la extorsión. Cada uno de estos temas merecería un artículo completo.

Una materia en la que se ve la impronta de Mazzitelli, es en la configuración de un modelo policial y el desarrollo de legislaciones específicas para la disolución de municipios dominados por la criminalidad. Otro asunto relevante de la prolífica tarea del italiano es la explicación del efecto deletéreo de la corrupción política en el desmoronamiento ético de las corporaciones de seguridad. Una de sus últimas contribuciones fue un extenso y bien documentado artículo que clasifica las organizaciones criminales y sus capacidades. Ha hecho, en suma, una incansable tarea de promoción de la cultura de la legalidad y nos ha ayudado a tener una visión mucho más completa, precisa y aguda de los desafíos de México y las eventuales soluciones.

Celebro que la receptividad que México tiene hoy al escrutinio externo, nos haya permitido beneficiarnos de un hombre de un talento y una sensibilidad extraordinaria y que, en todo momento, mostró que su condición de funcionario internacional, no le impedía sentir a México casi como un país propio. No pecaré de indiscreto si digo que en una reunión de consultas con el presidente de la República Italiana (siendo el propio Antonio, ciudadano de ese país) mostró en su diagnóstico y su disertación sobre la realidad mexicana, una cercanía, un afecto y una delicadeza como si de su tierra natal se tratara. Sé que tenemos funcionarios internacionales en México de gran valía y espero que, en los próximos años, podamos seguir contando con personajes como Antonio Mazzitelli.

Analista político.
@leonardocurzio

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