Hugo Sánchez logró la hazaña de obtener cinco años consecutivos el pichichi como máximo goleador en España. Si hubiese un premio a la ineficiencia, Mancera, goleando a los capitalinos, sería también un pentapichichi difícil de igualar.

El jefe de Gobierno afirma que el Nuevo Sistema de Justicia Penal es el responsable de nuestro descontento con la procuración de justicia. La afirmación es un escudo para encubrir su propia torpeza, un argumento cómodo que le permite ubicar las causas de un naufragio fuera de su órbita de competencia, una cortina de humo.

La procuraduría de la Ciudad de México es una de las peores del país. Lo ha sido por años y mucho antes de la entrada en vigor, en 2016, del Nuevo Sistema de Justicia Penal. La evidencia estadística es contundente.

Por ejemplo, durante el sexenio de Mancera, la procuraduría de la CDMX logró consolidar su posición en el último lugar de confianza ciudadana a nivel nacional. Esto, a partir de los datos de la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública (Envipe) que realiza el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) en 80 mil hogares.

Según el Inegi, el ministerio público capitalino fue considerado el menos confiable, consecutivamente, en 2013, 2014, 2015, 2016 y 2017.

Otros aspectos evaluables sobre los ministerios públicos de la CDMX tampoco cantan mal las rancheras. Según los resultados de la encuesta mencionada, la procuraduría de Mancera ha acumulado cinco medallas al oprobio en corrupción, otras tantas en ineficacia y cinco más en maltrato a víctimas.

La larga trayectoria de indicadores funestos nos revela que la ineficacia de la procuración de justicia en la Ciudad de México antecede al cambio de reglas procesales que impuso el Nuevo Sistema. La incapacidad en la investigación penal era ya una tradición.

El Nuevo Sistema de Justicia Penal incomoda a Mancera. Es lógico. A través de su sistema público de audiencias, los procesos penales se han convertido en un escaparate del trabajo ministerial. Es un mecanismo de rendición de cuentas que exige destreza en la investigación criminal, algo imposible de improvisar. Es intransigente con las acusaciones laxas y excluye confesiones bajo tortura.

Entonces, ¿de quién es la culpa?

Los malos resultados en la justicia penal se entienden a la luz de las tareas pendientes. Para empezar, podría agilizarse de manera contundente la recepción de las denuncias. El asalto en transporte o el robo de un celular debería notificarse a través de medios telefónicos o electrónicos, para alentar los reportes y encauzar la prevención en lugares de mayor incidencia.

Más importante aún, la procuraduría prescinde de un ingrediente esencial en la criminología moderna: la ciencia. Le son ajenas las herramientas de análisis estadístico que permiten identificar patrones criminales, como los delitos que ocurren en el mismo lugar, a la misma hora, y, probablemente, por el mismo perpetrador.

Fiscalía que no sirva debe ser eliminada para crear una que sí funcione. A Mancera se le acabó el sexenio. Se distrajo en talar arboles, facilitar megaproyectos inmobiliarios y en tejer la trama para conservarse en la cima del poder. Todos perdimos. Ni él fue candidato a la Presidencia, ni avanzamos en el tema del combate al crimen.

Por lo pronto, queda persignarse o encomendarse a la diosa fortuna. Es más probable que nos acompañe la suerte a que en nuestro camino se aparezca la justicia.

Candidata a doctora en Políticas Públicas
por la Universidad de California
en Berkeley. @LaydaNegrete

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