Para don Carlos de Silva,
con gratitud y respeto.

Clausewitz acuñó la idea, que no la frase, de “la niebla de la guerra”. Quiso advertir de las dificultades de pensar y actuar con claridad cuando se está dentro de un conflicto armado. Decía que son tantos los momentos individuales y colectivos, los fenómenos de avance y retroceso, las casualidades y las escalas, que resulta imposible comprenderlos y ordenarlos. En metáfora al uso, vivimos ya una guerra electoral, compuesta por sus consiguientes batallas defensivas y ofensivas, ataques y contraataques, daños en las trincheras, caídos y victorias, todavía, todos ellos, parciales. Al final resultarán vencedores y vencidos, más allá de acusaciones, resistencias, lágrimas y frustraciones. Unos tendrán para sí el poder o fragmentos de éste, sea para hacer algunos o muchos cambios, tantos como hayan imaginado y tantos como sus condiciones de partida y arribo les permitan lograr; otros se verán vencidos, teniendo que pensar en continuar su lucha de distintos modos y en diversos tiempos, o de abandonarla por un quehacer nuevo.

Mientras todo este acontecer avanza, la niebla de la guerra electoral solo nos permitirá atender a las peculiaridades de sus batallas. La capacidad de alguien para insultar más y mejor a sus oponentes o encontrar sus puntos débiles. Para atacar donde más duela, sea en lo familiar, lo patrimonial o en cualquier rasgo de carácter aprovechable para mostrar imposibilidades. Todo ello de cara a un electorado al que se desea convencer, o a otro, tal vez el mismo, al que se le quiere hacer creíble una victoria o una derrota. Al avanzar los días, morbos y saturaciones rivalizarán. Los anuncios caducarán, los chismes y los noticiones estarán condenados a su propia fugacidad. Los debates serán los momentos mayores. Célebres batallas cuerpo a cuerpo por la disputa de los cargos, lo que significan y posibilitan.

Debajo o dentro de toda esa niebla guerreramente significada, ¿qué espacio tendrá la discusión de problemas y soluciones? ¿Qué se dirá del abasto de agua, de la violencia de género, de los servicios públicos, de la protección a los migrantes, de la consabida corrupción, del empleo bien remunerado, de la posición geopolítica nacional, del sistema federal y de tantas otras cosas cuya mala o nula presencia nos afecta tanto a tantos? La respuesta es evidente: nada o poquísimo. Lo que de esos temas se dirá será para agraviar o desagraviarse. Tendrá instrumentalidad electorera y en ella se agotará. Al terminar las batallas, las definitivas de la elección y de sus impugnaciones, habrá que reconstruir. A lo que hoy ya es de suyo disfuncional, habrá que agregar aquello que el proceso rompa o maltrate. Confianza, legitimidad, institucionalidad. Al disputarse mucho más que la pura representatividad política, esto es inevitable. Los candidatos y los diversos proyectos políticos por ellos asumidos, constituyen una parte; los ya no tan ocultos acomodos de las élites que soportan o hasta propician a cada uno de esos proyectos, son otra; las masas participantes y sus ilusiones de acomodo en un juego que les trasciende, una más.

Teniendo como horizonte tan grave y tan previsible escenario, a partir de mi próxima colaboración iré analizando las conclusiones y las propuestas de cada uno de los diez libros con los que el Fondo de Cultura quiso celebrar el centenario de la Constitución mexicana de 1917 y que tuve la oportunidad de coordinar. Mi propósito es mostrar, más allá del ruido de las elecciones, lo que los correspondientes autores piensan que debieran ser los cambios normativos y prácticos que nuestra vida constitucional requiere. Tengo la esperanza de que al terminar esos sonidos, al tener que guardar silencio al final del proceso, al tener que pensar cómo reconstruir porciones grandes de nuestra maltratada vida social e institucional, lo dicho en esos libros sea una guía para la acción colectiva. Las bases de nuestra necesaria reingeniería constitucional para esos días que pronto habrán de llegar y mucho nos habrán de exigir.

Ministro de la SCJN. Miembro de El
Colegio Nacional. @JRCossio

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