Han transcurrido ya un poco más de cinco semanas de que dieron inicio las campañas electorales en un ambiente mucho más crispado y tenso que en ocasiones anteriores. Las campañas negras y las descalificaciones son el pan de cada día. No hemos visto por parte de los candidatos propuestas importantes para resolver los grandes problemas que nos aquejan: violencia, inseguridad, corrupción, impunidad, pobreza, desigualdad, etcétera y, por lo visto hasta ahora, no parece que en las próximas semanas vayan a cambiar las cosas. Conforme avanzan las campañas en el ámbito federal, han ido también arrancando las campañas locales. Hoy, además de los candidatos a la Presidencia de la República, están en campaña candidatos a senadores, diputados federales y locales, gobernadores y alcaldes; en total están en juego 3 mil 146 cargos de elección popular, todos influenciados o ‘contaminados’ por lo que está sucediendo en la campaña presidencial.

Con todo lo que estamos viviendo, la tarea que tiene frente a sí el Instituto Nacional Electoral (INE) es un reto de grandes magnitudes. El INE surge en lugar del Instituto Federal Electoral, como una respuesta ante la falta de transparencia y equidad en muchos de los procesos locales. Esa realidad demandaba una autoridad electoral que actuara de manera firme, con la intención de que los procesos electorales en el ámbito local tuvieran por lo menos la misma calidad que se había logrado en el ámbito federal. Sus nuevas atribuciones, que ya han sido puestas en práctica desde hace tres años, cobran ahora una gran relevancia por la enorme cantidad y la importancia de los cargos de elección que se disputan el próximo primero de julio. El INE debe de terminar con esas viejas prácticas y atavismos que siembran la duda en los comicios, sobre todo en el ámbito local.

El reto que enfrenta el INE es enorme, pero representa también la oportunidad de fortalecer su presencia institucional y social para estar a la altura y corresponder a la confianza que la ciudadanía ha depositado en ellos. Es cierto que no todo está en manos del INE, los partidos políticos y sus candidatos, así como los gobiernos, tienen una enorme responsabilidad, y su actuación será clave para lograr que el INE tenga los resultados que la sociedad está demandando. Un proceso electoral con tantas peculiaridades como el que estamos viviendo, exige el compromiso total de todos los actores políticos y sociales, pero hoy más que nunca requerimos de una autoridad electoral sólida, que resista la tensión política.

El INE deberá de garantizar que los gobiernos se conduzcan con imparcialidad, que por ningún motivo se conviertan en parte de las campañas. Debe también evitar la manipulación de los programas sociales. Debe impedir la llegada de dinero sucio a las campañas. Serán fundamentales las labores que realice en materia de fiscalización de los recursos de las campañas, que deberán llevarse a cabo con gran transparencia, imparcialidad y profesionalismo, a fin de que todo esto se refleje en una competencia electoral más pareja. Los retos que tenemos de aquí al primero de julio y, en los meses siguientes, requiere de árbitros fuertes, creíbles, respetados y obedecidos. Por todo eso creo que llegó la hora del INE. Confío en que los consejeros habrán de estar a la altura que México requiere.

El Instituto Nacional Electoral es, ante todo, una institución al servicio de la ciudadanía y al servicio de la democracia. Con su actuación, el INE deberá fortalecer la cultura democrática que a todos los mexicanos nos ha costado mucho tiempo, dinero y esfuerzo construir. Independientemente de cuál sea el resultado de la elección, debe de quedar claro que los mexicanos hemos aprendido a vivir en democracia y a procesar la lucha política en un marco de legalidad.

Abogado.
@jglezmorfin

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