Consulta divisionista. Las indecisiones pueden tener efectos más determinantes que las propias decisiones. Una indecisión prolongada puede acarrear incluso consecuencias más nocivas que una mala decisión, que siempre se puede corregir. Y si la incertidumbre se lleva al extremo del titubeo para decidir incluso el método de decidir, se corre el riesgo de generar la percepción de un líder sin claridad, vacilante ante los dilemas cotidianos del gobierno. Pero si la percepción generada es la de un líder que toma decisiones y pretende envasarlas como producto de una voluntad colectiva, no hay manera de eludir, en sociedades tan activas como la nuestra de hoy, una convicción de engaño, en medio de un torbellino de intereses y expectativas en guerra. Este escenario está a la vista en los diversos asuntos cuya controversia se propone dilucidar el futuro gobierno con el expediente de la ‘consulta popular’.

En el tema del nuevo aeropuerto se habían alcanzado antes razonables consensos, a partir de los cuales se iniciaron los trabajos y se hicieron inversiones cuantiosas en dinero y en prestigio nacional. A su vez, la controversia contra el proyecto fue inducida primero con fines electorales. Y la ‘consulta’ para ‘resolverla’ no está destinada a establecer un acuerdo de unidad sobre un proyecto de interés nacional, sino a ahondar divisiones e incluso a generar discordias en la propia coalición triunfante, como lo muestran los diferendos sobre el financiamiento fe la ‘consulta’

Todo empezó con un desplante de campaña tan irresponsable como cualquier otro: la propuesta de cancelación del proyecto, que fue desafiada por poderosos empresarios, solventes especialistas, usuarios de terminales aéreas, pilotos y autoridades aeronáuticas internacionales que abogaban por completarlo. La respuesta del entonces candidato López Obrador fue la de resolver el asunto preguntándole al pueblo, sin decidir cómo: encuesta o consulta popular al margen de la legislación respectiva. Ya como presidente electo, indecisamente se fue por las dos, previsiblemente con resultados inconsistentes que prolongarían la indecisión.

Una ganga. En paralelo, miembros del equipo del nuevo gobierno se lanzaron a una suerte de campaña en campo contra el nuevo aeropuerto, a la que se unió el discurso del propio presidente electo. Finalmente, el lunes anunciaron la pregunta de la consulta, entre recelos de inducción de respuestas en la boleta y nuevas contradicciones sobre la obligación de acatar sus resultados por el gobierno en ciernes. La pregunta plantea un claro sesgo: un supuestamente dispendioso, retrasado, antiecológico y anti campesino nuevo aeropuerto, contra una oferta insuperable: un económico combo —como lo llama el experto en estudios de opinión, Alejandro Moreno— integrado por la supuestamente ventajosa inversión para conservar el viejo aeropuerto, adaptar el de Toluca la y ampliar el de Santa Lucía, ocultando, claro, los costos de cancelar las obras del nuevo aeropuerto: financieros, simbólicos en términos de imagen internacional y los que acarrearían la pérdida de confianza de los mercados.

Cavar la propia tumba. Tras cuatro meses de indecisión, parecería todo esto una operación para avalar la infalibilidad de la decisión original del candidato —desafiada entonces por grupos sociales— con una consulta irregular del presidente electo. Sólo que ésta podría ser desafiada a su vez por los mercados y la población afectada por sus sobresaltos, lo que podría abrir nuevos tramos de indecisión, en espera de una decisión responsable de gobierno. Y aquí, más que apelar a los clásicos de la gestión de expectativas, habría que atender aquella advertencia de un bolero del poblano Alberto Cervantes, inmortalizado en los sesentas por Los Tres Ases, contra el peligro de “cavar la propia tumba con el pico y la pala cortantes de la indecisión”.

Director general del Fondo de Cultura Económica

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