El presidente López Obrador le exige a la prensa adherirse a su causa. De lo contrario, se vuelve conservadora, huertista, y parte del “golpe blando” que maquina la reacción en su contra. Pero hay incluso obradoristas que, pese a respaldar el proyecto de AMLO, no necesariamente están de acuerdo con todo lo que hace. Coinciden con sus metas, mas no siempre con los medios elegidos (los cómos).

O bien pueden detectar incongruencias con su propio ideario, como aliarse con el Partido Verde, ofrecer impunidad a los corruptos o atacar a instituciones autónomas. Pero ni AMLO ni sus incondicionales parecen distinguir entre los fines y los medios; quien cuestiona los medios —haya votado por él o no—es porque está en contra de los fines (y busca que el país se hunda). Así, quien no muestra una adhesión incondicional al proyecto y su aterrizaje, está contra él, sin matices.

AMLO puso como ejemplo el compromiso de los liberales con el proyecto encabezado por Juárez. Pero no todos los liberales apoyaban acríticamente todo lo que hiciera don Benito. Así, el general Jesús González Ortega, al quedarse con el poder inconstitucionalmente, durante la intervención francesa: “Yo he defendido al Gobierno del Sr. Juárez con mi espada y con mi voz... pero ni honro ni he honrado a quien deshonra a mi país, a quien con un hecho oficial le grita al mundo que México no tiene leyes, porque ellas sólo sirven para romperse cuando así conviene a la voluntad de un mandarín”. Guillermo Prieto también lo cuestionó: “¿Varía de esencia que ayer se llame Santa Anna y Comonfort, y que hoy se llame Juárez el suicida?”.

Al reelegirse en 1871, Juárez no lo hizo de manera transparente, por lo que muchos liberales le criticaron su falta de congruencia con el ideal democrático. Sobre lo cual escribió el general Ireneo Paz: “Por todas partes (se ha visto) que el pueblo, el verdadero, era privado de su derecho sacrantísimo de votar, y que era suplantado descaradamente por los empleados, por los militares y por todos los demás que recibían un premio en dinero sacado de las arcas públicas, por cometer aquel negro delito de lesa democracia”.

Y el político liberal Ignacio Ramírez, el Nigromante, habiendo sido nombrado magistrado de la Suprema Corte, se quejaba de que no le era pagado su salario, pues el presupuesto se destinaba al ejército, o se iba “en ganar votaciones, en comprar las urnas electorales, en imponer gobernadores a los Estados”. Y escribió: “Don Benito… ustedes reducen la política a intrigas electorales, a gastos secretos, a corrupción de diputados y a derramar sangre con frecuencia”. Otro ilustre pensador liberal, Ignacio Manuel Altamirano, señaló en 1883: “(Juárez) proscribió y persiguió tenazmente o mandó fusilar a liberales sin mancha, a patriotas esclarecidos, si habían tenido la desgracia de no haberle sido adictos personalmente o de ofenderlo de algún modo”.

Otro liberal, Justo Benítez, dijo sobre Juárez: “Es una especie de rey de derecho divino que no se ha de creer destronado por más que la indignación de los pueblos llegue a su colmo, y acaso a desbordarse”. Una editorial del Siglo XIX (periódico liberal), se dirigía a Juárez en el siguiente tono: “Habéis caído de vuestro elevado pedestal para confundiros con el vulgo de los hombres; érais el hombre de la ley; sóis el hombre de la ambición”.

¿Fueron traidores a la causa estos liberales críticos, o congruentes con sus postulados frente a las inconsistencias de Juárez? La historia no es en blanco y negro, un cuento infantil de héroes impolutos contra perversos irredimibles. Pero los políticos gustan de presentarla de esa forma con fines de manipulación política. AMLO es especialista en ello.


Profesor afiliado del CIDE
@ JACre spo1

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